miércoles, 25 de mayo de 2016

Seven Minutes in Heaven - Capítulo 30 - El sobre, por favor




            Emma observó los registros en su mano. Escrito en tinta negra por encima del formulario estaba el nombre del paciente.

            Ethan Landry.
            Por un momento pensó en devolver los papeles al sobre, de vuelta a la caja de Tampax bajo el lavamanos. Ya había tenido la oportunidad de verlos antes, cuando entró al hospital como hace un mes. Pero había escogido no invadir la privacidad de Ethan—y todavía no quería hacerlo.
            Ethan había sido honesto con ella respecto a todo ese asunto. Cuando ella le preguntó por los archivos, él le contó la historia: que su papá estaba golpeando a su mamá, e Ethan había intervenido, golpeando a su padre en la cabeza con una botella de cerveza—y todo para que después su madre llame a la policía y lo acuse. Ella lo había reportado como “violento” e hizo que lo admitan en la parte psiquiátrica del hospital. A Emma le dolió el corazón al pensar en esto. De cierta forma, Ethan había sido abandonado por su familia, tal como ella.
            Pero sus ojos volvieron a fijarse en el mensaje de Nisha. Sutton, lo siento mucho. Se había sentido tan segura de que la evidencia que Nisha había encontrado era alguna clase de muestra de que Garrett mató a Sutton. Pero parecía obvio, a partir de su mensaje, que Nisha no tenía idea de que Sutton había muerto. ¿Entonces por qué había llamado y enviado mensajes tan frenéticamente? ¿Por qué Garrett había venido a matarla si ella no tenía evidencias contra él? Los dedos de Emma sostenían con fuerza el sobre. No entendía nada de esto.
            Pero yo sí.
            - ¡Sal de ahí! – Yo gritaba, con el miedo agitándose en mi interior. Todo el mundo estaba de cabezas. Mi hermana estaba sola en una casa con mi asesino —y ella confiaba en él. Ella lo amaba. No sospechaba nada.
            Emma se mordió el labio. Sea lo que sea que Nisha había visto en el archivo de Ethan, claramente la había asustado, incluso si no tenía nada que ver con el asesinato de Sutton. Volvió a mirar al dormitorio. Al otro final de la casa, podía oír movimientos, cajones abriéndose y cerrándose mientras Ethan buscaba en el estudio del Dr. Banerjee. Tan silenciosamente como pudo, cerró y puso cerrojo a la puerta del baño, y comenzó a leer.
            MOTIVO DEL TRATAMIENTO: El paciente fue remitido a nuestro establecimiento para servicios psiquiátricos por orden judicial tras la reubicación de su familia en Tucson. Esto fue una condición para la absolución de Ethan del Sistema de Juzgado de Familia de San Diego.
            La sangre de Emma se congeló. Miró la fecha en la parte de arriba del reporte. Tenían casi ocho años—Ethan habría tenido diez. Un niño. ¿Qué podría haber hecho a los diez que requiriera una absolución?
            En abril, Ethan (diez años de edad) fue visto jugando con una chica del vecindario (ocho años de edad) en una alcantarilla cerca de sus casas en San Diego. Un trabajador municipal a quien le habían asignado limpiar una acequia de drenaje declaró haber visto a Ethan estrangulando a la niña, pero para cuando pudo intervenir, la chica había muerto.
            Al momento de ser interrogado por la policía, Ethan declaró sólo haber estado jugando y que no había tenido intenciones de matar a la niña. Debido a su corta edad, fue juzgado en la corte familiar, donde él fue absuelto del cargo de homicidio involuntario. Se notó que Ethan demostraba arrepentimiento por lo que, él decía, había sido un accidente y que desconocía de forma apropiada su propia fuerza al momento de zarandear a la víctima.
            Emma sintió como si algo estuviera apretando sus pulmones, algo frío y metálico y doloroso. Esto no era lo que Ethan le había dicho. Por un momento pensó que tenía que ser un error, o una broma. Quizás Nisha había estado intentando entrar al Juego de las Mentiras y había falsificado esto para molestarla. Pero en algún rincón de su mente, Emma sabía que estos registros eran reales. Los papeles temblaban en sus dedos. Volteó rápidamente la página, su respiración era corta y agitada.
            A lo largo de nuestras sesiones, Ethan confesó que él consideraba a la fallecida como su “mejor amiga”, pero que ella había estado jugando con otro chico del vecindario justo antes de su muerte. Una y otra vez, él me dijo que “no se supone que uno tenga más de un mejor amigo.” Finalmente, Ethan me confesó que había asesinado a Elizabeth Pascal a propósito, y luego mintió a las autoridades. Debido a la cláusula que impide ser juzgado dos veces por el mismo motivo, no puedo hacerle esta observación a la corte, debido a que Ethan ya ha sido absuelto.
            Su mente daba vueltas, Emma sacudía su cabeza como si alguien estuviera leyéndole el texto en voz alta. El psiquiatra tenía que estar equivocado. Tenía que haber entendido mal lo que Ethan le había dicho. La muerte de la pequeña tenía que haber sido un accidente, un error, e Ethan había estado aguantando esta culpa por toda su vida. No había dudas de por qué no le había querido decir la verdad. Él debía haberse sentido atormentado por el recuerdo. Siguió leyendo, esta vez más rápido, buscando las palabras que representaran a su Ethan, el cariñoso y atento chico de quien se había enamorado.
            Ethan tiene una increíble habilidad de actuar frente a una audiencia. Lo he pillado mintiendo docenas de veces los últimos seis meses, todas ingeniadas para manipular mi opinión sobre él. En nuestras primeras sesiones, él parecía confundido y triste por lo que había hecho; sin embargo, una vez que se aseguró de que yo no podía hacer nada para imputarlo, aparentemente no pudo resistir el decirme los detalles de lo que ahora debe ser llamado un asesinato. Él tiene la necesidad de presumir y revelar las profundidades de su inteligencia, la cual, en este caso, ha llevado a la confesión de un crimen por el que ya no lo procesarán. Creo que Ethan tiene un desorden de personalidad antisocial con tendencias obsesivas, posiblemente al borde de la psicopatía. Es posible que vuelva a mostrar comportamiento violento.
            Pasó rápidamente las páginas, buscando algún mensaje que dijera que obviamente esto había sido un gran error, que Ethan Landry no podría haber herido a una mosca. Intentó encontrar la palabra CURADO, estampada en tinta verde sobre una página. Pero las transcripciones adjuntas al reporte no parecían objetar la opinión del doctor. “Si ella no iba a ser amiga mía, entonces ya no era importante. Se merecía lo que le pasó,” dijo Ethan en una sesión. En otra, él presumía: “Los oficiales de policía de San Diego son estúpidos. Fueron súper fáciles de engañar. Usted también es bastante estúpido, Dr. White, pero no importa. Me gusta hablar con usted de todas formas.
            Emma sintió como que iba a vomitar. Incluso mientras su cerebro daba vueltas haciendo excusas y explicaciones frenéticamente—este no era su Ethan, el psiquiatra estaba equivocado, los reportes eran falsos—en algún oscuro rincón de su cerebro, sus pensamientos se caían en cascada, unos sobre otros como dominós.
            Sólo Ethan sabía que ella no era Sutton. Ninguno de los amigos o familiares de Sutton lo había notado. Pero Ethan, un chico a quien Sutton a penas conocía, había confrontado a Emma en su primera semana en Tucson. Tú no eres quien dices ser, él le había dicho. No eres Sutton. Eres alguien más. Recordó, con un frío temor, que ella lo había acusado inmediatamente de haber asesinado a su hermana— ¿Cómo más podría haber sabido que Sutton ya no estaba? Él retrocedió como si ella lo hubiera abofeteado, su cara gris. ¿Sutton está muerta? Él había repetido, claramente impactado. Y Emma—la confiada e inocente Emma—no lo volvió a cuestionar. Ella simplemente se desmoronó y le contó toda la historia, desesperada por un aliado.
            Otro dominó se cayó. Ethan vivía cruzando la calle del cañón. Ethan tenía un telescopio que siempre apuntaba en esa dirección. Ethan había estado perfectamente posicionado para ver a Sutton en su última noche con vida—y para ver a Emma llegar y dejar su bolso de viaje en una banca.
            El tiempo se detuvo mientras Emma rápidamente rebobinaba los últimos cuatro meses, volviendo a reproducir cada momento, cada conversación con Ethan. Cómo él le daba información y la alentaba a investigar a distintos sospechosos. Cómo él había intentado mantenerla lejos de Thayer, y luego Garrett. Lo desesperado que había estado por mantenerla lejos de la casa de Nisha cuando ella quería buscar evidencia. Que Ethan había llegado tarde a la cena en la casa de los Mercer la noche en que Nisha murió—que no había ido a la escuela ese día. Y ella sabía que él era un hacker experto.
            Su corazón se congeló en su pecho, quedando duro y metálico, pesado con la certeza. Ethan había matado a Nisha. Ethan había matado a su hermana.
            Y ahora ella estaba sola con él en una casa a oscuras.
            Se sintió el eco de unos pasos en la cocina, y se congeló.
            - Venga, gatito, gatito, - sonó la voz de Ethan. Sonaba extrañamente distorsionada, como si perteneciera a un extraño. Emma escuchó con atención, y luego buscó su celular prepago en su bolso.
            Sus manos temblaban tanto que tuvo que intentar varias veces antes de lograr marcar el número correcto. Cuando la línea empezó a marcar, se metió la mano a la boca para evitar sollozar.
            - ¿Hola? – sonó la voz de Laurel a través del denso silencio. Emma se estremeció, cubriendo el parlante con una mano. Por el pasillo sintió algo caerse al suelo de cerámica. - ¿Hola? ¿Quién es?
            - Soy yo, -  chilló. Puso su mano alrededor de su boca, sus nudillos estaban blancos por afirmar el teléfono. – Emma.
            - ¿Emma? – La voz de Laurel subió una octava. - ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?
            - Laurel, - Emma suspiró cortadamente, tragándose un sollozo. – Fue Ethan. Él lo hizo, hay unos archivos en la casa de Nisha, y parece que ha matado antes.
            - Emma, espera, anda más lento, - Laurel comandó.
            Pero Emma no podía parar, las palabras se escapaban de su boca. – No sé que hacer. Estoy sola con él en casa de Nisha…
            Emma se quedó en silencio cuando sintió el eco de unos pasos. Su mandíbula comenzó a tiritar. Movió el teléfono, y luego presionó su dedo contra el botón de apagado y lo metió a las profundidades de su bolso. El archivo seguía en sus manos. Miró con locura alrededor de la habitación, buscando un sitio para ponerlo. Al otro lado de la puerta, una tabla del suelo crujió.
            Rápidamente, metió el archivo bajo el lavaplatos, más atrás de la caja de Tampax. Al volver a pararse y abrir la puerta del baño, estuvo cara a cara con Ethan.
            - ¿Estabas hablando con alguien aquí? – preguntó.
            - Sólo… conmigo. Me ayuda a pensar, - dijo, juntando sus dedos tras su espalda para que él no los vea temblando. Lo único en lo que podía pensar era en ese archivo, a pulgadas de distancia de ellos dos. Se forzaba a sí misma a no mirar hacia el lavamanos. - ¿Encontraste algo?
            Sacudió su cabeza. – Nada. ¿Y tú?
            - No, nada. – En cuanto lo dijo, supo que había respondido demasiado rápido. Su voz se sentía chillona en sus orejas. Él parpadeó, mirándola extrañamente. – Luego exhaló fuertemente.
            - Sea lo que sea que Nisha tenía sobre Garrett, supongo que lo escondió muy bien. – Él miró alrededor del cuarto. Por un momento, juró que su mirada se detuvo en el gabinete. Luego la volvió a mirar.  – Sólo tenemos que esperar que lo que está en la unidad del depósito sea suficiente para encerrar a Garrett.
            Ella asintió silenciosamente. Su interior se sentía a carne viva. Ethan estaba parado frente a ella, el mismo Ethan de hace diez minutos. El mismo Ethan quien le decía que la amaba, quien le cubría la cara con tiernos besos. El mismo Ethan a quien le había entregado su virginidad. Pero él nunca había sido ese Ethan, no realmente.
            Él pasó sus dedos entre los de ella, tal como lo había hecho miles de veces antes. Pero ahora, el tacto le hizo sentir un aullido de pánico por su cuerpo. Esa mano había matado a su hermana. Ella luchó para controlar el temblor de miedo que corría para arriba y para abajo por su cuerpo. No podía permitir que él lo sienta.
            - Vamos, - susurró Ethan. – No hay nada aquí para nosotros.
            - Tienes razón, - dijo, y lo dejó guiarlos por el pasillo.
            Agassi estaba agachado sobre su bowl, comiéndose su comida con un crujido que parecía muy fuerte en el silencio de la cocina. Ethan abrió la puerta hacia la terraza, y luego se volteó para mirarla. Por un momento sus piernas se negaron a desplazarse. Se quedó congelada en medio de la habitación, sus ojos bien abiertos, su corazón dando fuertes golpes en su pecho. Por medio segundo pensó ver que la expresión de Ethan cambiaba, un ceño fruncido con inseguridad pasando rápidamente por su cara. Tragó saliva, y luego lo siguió hacia afuera por la puerta.
            Su única esperanza era actuar como si nada hubiera cambiado y llegar a la estación policial. Una vez que esté allí, una vez que esté a salvo, entonces podría comenzar a pensar en un mejor plan. Forzó una sonrisa al pasar por la reja de metal forjado hacia donde Ethan había estacionado su auto. – No puedo creer que esto esté casi terminado, - susurró.
            - Yo tampoco. – Ethan pasó suavemente sus dedos por el brazo de Emma. Ella temblaba al sentir su toque, su garganta se constreñía con una ola de repugnancia.
            Ethan abrió la puerta del copiloto de su Honda. El pánico me arrasó al darme cuenta de que mi hermana iba a entrar al auto con él. Deseaba poder tomarla por la remera y tirarla hacia atrás.
            Emma parecía tener el mismo pensamiento—se detuvo con una zapatilla en el suelo del auto. El miedo se aferraba a su estómago, pero allí había algo más allí que se removía, una emoción más suave, más triste. Ethan estaba parado junto a ella, esperando para cerrarle la puerta como siempre lo hacía. Él la miró con curiosidad. Ella se estiró para poner su mano en la mejilla de Ethan.
            - Gracias, Ethan, - dijo. Y lentamente, se paró de puntillas y le dio un suave beso en los labios.
            No sabía si lo había besado para apaciguarlo en una falsa sensación de seguridad—o para despedirse.
            Ethan la miró por largo rato con ternura, su mano le tocó los labios. Luego cerró la puerta cuidadosamente tras ella, caminando alrededor del auto para subirse por el lado del conductor. Emma se afirmó de los costados del asiento mientras se alejaban de la casa, sus nudillos estaban blancos y dolían.
            Las escasas casas que pasaron estaban envueltas en luces rojas y verdes, con renos de plástico sobre los techos o en los terrenos de bajo consumo de agua. Una familia tenía un bastón de dulce gigante de neón sobre su garaje con espacio para cuatro autos. Los caminos eran serpenteantes en esta parte, y ella se sentía desorientada en la oscuridad. El estómago de Emma dolía con cada curva, su respiración era ahuecada y rápida. Veía a Ethan con el rabillo del ojo. Él conducía con ambas manos al volante, su cara bañada en la pálida luz azul del tablero. Le daba una apariencia tenebrosa como de alienígena. No muy humano.
            Sólo notó lentamente que algo no estaba bien—deberían haber llegado a la calle principal para entonces. Miró por la ventana, intentando averiguar dónde estaban. Cuando vio el bastón de neón una segunda vez, se volteó para mirarlo.
            - Creo que te pasaste de la salida, - dijo, su voz sonaba tensa con la ansiedad.
            Una alarma empezó a sonar en mi mente. Miré silenciosamente a Ethan. Él no quitaba sus ojos del camino.
            - Sé que encontraste los registros, Emma, - Su voz sonaba tan baja que por un momento ella casi pensó que lo había imaginado. – Sabes tan bien como yo que no vamos a ir a donde la policía.
            El auto hacía un sonido de zumbido cuando él presionó el acelerador.
            Por un momento los ojos de Emma perdieron el foco, el mundo se volvía borroso a su alrededor. Pudo sentir el auto acelerando. Frente al auto vio la casa de Nisha, y la de Ethan a su lado—pero no estaban disminuyendo la velocidad. Él se dirigía derecho hacia el desierto.
            No pensó. Palpó la puerta del auto, sus dedos finalmente cayeron en el pestillo, y abrió la puerta antes de que él pudiera reaccionar. Preparándose, apoyando su cabeza en el mentón y doblándose, saltó por la puerta del auto en movimiento.
            El impacto hizo que sus dientes se golpeen entre sí, las vibraciones resonando a través de su cabeza. La gravilla y el asfalto rompieron su piel cuando ella rodaba hacia una zanja. Por un momento no podía respirar, sus pulmones se sentían planos en su pecho. Escuchó las ruedas del auto chillando al parar abruptamente, a metros de distancia. No había tiempo. Luchó para pararse, tomando bocanadas de aire. Luego comenzó a correr, a ciegas, desesperada.
            Ethan había dado la vuelta a la cuadra—lo habría sentido si no hubiera estado tan aterrorizada. Ahora su casa se asomaba frente a ella. Al lado de esta, la casa de los Banerjee estaba oscura y tranquila—pero más allá por esa cuadra había luces en las ventanas. Extraños—pero eran su única esperanza. Se lanzó a correr rápidamente, gritando a todo dar. - ¡Ayuda! ¡Ayuda!
            Con el rugido del motor, el auto de Ethan se atravesó en su camino, entre ella y las casas hacia las que estaba corriendo. Se tropezó, chocando contra la puerta del copiloto antes de recuperar el equilibrio. El auto estaba quieto frente a ella, y podía divisar su cara, tensa y concentrada. Él estaba a centímetros de distancia—si quisiera, podría saltar y tomarla en un segundo.
            No tenía opción.
            Salió corriendo lejos de él—derecho hacia el Cañón Sabino, con Ethan pisándole los talones.
            Tal como yo en la noche en que me mató.

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