Emma observó los registros en su
mano. Escrito en tinta negra por encima del formulario estaba el nombre del
paciente.
Ethan
Landry.
Por un momento pensó en devolver los
papeles al sobre, de vuelta a la caja de Tampax bajo el lavamanos. Ya había
tenido la oportunidad de verlos antes, cuando entró al hospital como hace un
mes. Pero había escogido no invadir la privacidad de Ethan—y todavía no quería
hacerlo.
Ethan había sido honesto con ella
respecto a todo ese asunto. Cuando ella le preguntó por los archivos, él le
contó la historia: que su papá estaba golpeando a su mamá, e Ethan había
intervenido, golpeando a su padre en la cabeza con una botella de cerveza—y
todo para que después su madre llame a la policía y lo acuse. Ella lo había
reportado como “violento” e hizo que lo admitan en la parte psiquiátrica del
hospital. A Emma le dolió el corazón al pensar en esto. De cierta forma, Ethan
había sido abandonado por su familia, tal como ella.
Pero sus ojos volvieron a fijarse en
el mensaje de Nisha. Sutton, lo siento
mucho. Se había sentido tan segura de que la evidencia que Nisha había
encontrado era alguna clase de muestra de que Garrett mató a Sutton. Pero
parecía obvio, a partir de su mensaje, que Nisha no tenía idea de que Sutton
había muerto. ¿Entonces por qué había llamado y enviado mensajes tan
frenéticamente? ¿Por qué Garrett había venido a matarla si ella no tenía
evidencias contra él? Los dedos de Emma sostenían con fuerza el sobre. No
entendía nada de esto.
Pero yo sí.
- ¡Sal de ahí! – Yo gritaba, con el
miedo agitándose en mi interior. Todo el mundo estaba de cabezas. Mi hermana
estaba sola en una casa con mi asesino —y ella confiaba en él. Ella lo amaba. No sospechaba nada.
Emma se mordió el labio. Sea lo que
sea que Nisha había visto en el archivo de Ethan, claramente la había asustado,
incluso si no tenía nada que ver con el asesinato de Sutton. Volvió a mirar al
dormitorio. Al otro final de la casa, podía oír movimientos, cajones abriéndose
y cerrándose mientras Ethan buscaba en el estudio del Dr. Banerjee. Tan
silenciosamente como pudo, cerró y puso cerrojo a la puerta del baño, y comenzó
a leer.
MOTIVO DEL TRATAMIENTO: El paciente fue remitido a nuestro
establecimiento para servicios psiquiátricos por orden judicial tras la
reubicación de su familia en Tucson. Esto fue una condición para la absolución
de Ethan del Sistema de Juzgado de Familia de San Diego.
La sangre de Emma se congeló. Miró
la fecha en la parte de arriba del reporte. Tenían casi ocho años—Ethan habría
tenido diez. Un niño. ¿Qué podría haber hecho a los diez que requiriera una
absolución?
En
abril, Ethan (diez años de edad) fue visto jugando con una chica del vecindario
(ocho años de edad) en una alcantarilla cerca de sus casas en San Diego. Un
trabajador municipal a quien le habían asignado limpiar una acequia de drenaje
declaró haber visto a Ethan estrangulando a la niña, pero para cuando pudo
intervenir, la chica había muerto.
Al
momento de ser interrogado por la policía, Ethan declaró sólo haber estado
jugando y que no había tenido intenciones de matar a la niña. Debido a su corta
edad, fue juzgado en la corte familiar, donde él fue absuelto del cargo de
homicidio involuntario. Se notó que Ethan demostraba arrepentimiento por lo
que, él decía, había sido un accidente y que desconocía de forma apropiada su
propia fuerza al momento de zarandear a la víctima.
Emma sintió como si algo estuviera
apretando sus pulmones, algo frío y metálico y doloroso. Esto no era lo que
Ethan le había dicho. Por un momento pensó que tenía que ser un error, o una
broma. Quizás Nisha había estado intentando entrar al Juego de las Mentiras y
había falsificado esto para molestarla. Pero en algún rincón de su mente, Emma
sabía que estos registros eran reales. Los papeles temblaban en sus dedos.
Volteó rápidamente la página, su respiración era corta y agitada.
A
lo largo de nuestras sesiones, Ethan confesó que él consideraba a la fallecida
como su “mejor amiga”, pero que ella había estado jugando con otro chico del
vecindario justo antes de su muerte. Una y otra vez, él me dijo que “no se supone
que uno tenga más de un mejor amigo.” Finalmente, Ethan me confesó que había
asesinado a Elizabeth Pascal a propósito, y luego mintió a las autoridades.
Debido a la cláusula que impide ser juzgado dos veces por el mismo motivo, no
puedo hacerle esta observación a la corte, debido a que Ethan ya ha sido
absuelto.
Su mente daba vueltas, Emma sacudía
su cabeza como si alguien estuviera leyéndole el texto en voz alta. El psiquiatra
tenía que estar equivocado. Tenía que haber entendido mal lo que Ethan le había
dicho. La muerte de la pequeña tenía que haber sido un accidente, un error, e
Ethan había estado aguantando esta culpa por toda su vida. No había dudas de
por qué no le había querido decir la verdad. Él debía haberse sentido
atormentado por el recuerdo. Siguió leyendo, esta vez más rápido, buscando las
palabras que representaran a su
Ethan, el cariñoso y atento chico de quien se había enamorado.
Ethan
tiene una increíble habilidad de actuar frente a una audiencia. Lo he pillado
mintiendo docenas de veces los últimos seis meses, todas ingeniadas para
manipular mi opinión sobre él. En nuestras primeras sesiones, él parecía
confundido y triste por lo que había hecho; sin embargo, una vez que se aseguró
de que yo no podía hacer nada para imputarlo, aparentemente no pudo resistir el
decirme los detalles de lo que ahora debe ser llamado un asesinato. Él tiene la
necesidad de presumir y revelar las profundidades de su inteligencia, la cual,
en este caso, ha llevado a la confesión de un crimen por el que ya no lo
procesarán. Creo que Ethan tiene un desorden de personalidad antisocial con
tendencias obsesivas, posiblemente al borde de la psicopatía. Es posible que
vuelva a mostrar comportamiento violento.
Pasó rápidamente las páginas,
buscando algún mensaje que dijera que obviamente esto había sido un gran error,
que Ethan Landry no podría haber herido a una mosca. Intentó encontrar la
palabra CURADO, estampada en tinta verde sobre una página. Pero las
transcripciones adjuntas al reporte no parecían objetar la opinión del doctor. “Si ella no iba a ser amiga mía, entonces ya
no era importante. Se merecía lo que le pasó,” dijo Ethan en una sesión. En
otra, él presumía: “Los oficiales de
policía de San Diego son estúpidos. Fueron súper fáciles de engañar. Usted también
es bastante estúpido, Dr. White, pero no importa. Me gusta hablar con usted de
todas formas.
Emma sintió como que iba a vomitar.
Incluso mientras su cerebro daba vueltas haciendo excusas y explicaciones
frenéticamente—este no era su Ethan,
el psiquiatra estaba equivocado, los reportes eran falsos—en algún oscuro
rincón de su cerebro, sus pensamientos se caían en cascada, unos sobre otros
como dominós.
Sólo Ethan sabía que ella no era
Sutton. Ninguno de los amigos o familiares de Sutton lo había notado. Pero
Ethan, un chico a quien Sutton a penas conocía, había confrontado a Emma en su
primera semana en Tucson. Tú no eres
quien dices ser, él le había dicho. No
eres Sutton. Eres alguien más. Recordó,
con un frío temor, que ella lo había acusado inmediatamente de haber asesinado
a su hermana— ¿Cómo más podría haber sabido que Sutton ya no estaba? Él
retrocedió como si ella lo hubiera abofeteado, su cara gris. ¿Sutton está muerta? Él había repetido,
claramente impactado. Y Emma—la confiada e inocente Emma—no lo volvió a
cuestionar. Ella simplemente se desmoronó y le contó toda la historia,
desesperada por un aliado.
Otro dominó se cayó. Ethan vivía
cruzando la calle del cañón. Ethan tenía un telescopio que siempre apuntaba en
esa dirección. Ethan había estado perfectamente posicionado para ver a Sutton
en su última noche con vida—y para ver a Emma llegar y dejar su bolso de viaje
en una banca.
El tiempo se detuvo mientras Emma
rápidamente rebobinaba los últimos cuatro meses, volviendo a reproducir cada
momento, cada conversación con Ethan. Cómo él le daba información y la alentaba
a investigar a distintos sospechosos. Cómo él había intentado mantenerla lejos
de Thayer, y luego Garrett. Lo desesperado que había estado por mantenerla
lejos de la casa de Nisha cuando ella quería buscar evidencia. Que Ethan había
llegado tarde a la cena en la casa de los Mercer la noche en que Nisha murió—que
no había ido a la escuela ese día. Y ella sabía que él era un hacker experto.
Su corazón se congeló en su pecho,
quedando duro y metálico, pesado con la certeza. Ethan había matado a Nisha.
Ethan había matado a su hermana.
Y ahora ella estaba sola con él en
una casa a oscuras.
Se sintió el eco de unos pasos en la
cocina, y se congeló.
- Venga, gatito, gatito, - sonó la voz
de Ethan. Sonaba extrañamente distorsionada, como si perteneciera a un extraño.
Emma escuchó con atención, y luego buscó su celular prepago en su bolso.
Sus manos temblaban tanto que tuvo
que intentar varias veces antes de lograr marcar el número correcto. Cuando la
línea empezó a marcar, se metió la mano a la boca para evitar sollozar.
- ¿Hola? – sonó la voz de Laurel a
través del denso silencio. Emma se estremeció, cubriendo el parlante con una
mano. Por el pasillo sintió algo caerse al suelo de cerámica. - ¿Hola? ¿Quién
es?
- Soy yo, - chilló. Puso su mano alrededor de su boca,
sus nudillos estaban blancos por afirmar el teléfono. – Emma.
- ¿Emma? – La voz de Laurel subió
una octava. - ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?
- Laurel, - Emma suspiró cortadamente,
tragándose un sollozo. – Fue Ethan. Él lo hizo, hay unos archivos en la casa de
Nisha, y parece que ha matado antes.
- Emma, espera, anda más lento, -
Laurel comandó.
Pero Emma no podía parar, las
palabras se escapaban de su boca. – No sé que hacer. Estoy sola con él en casa
de Nisha…
Emma se quedó en silencio cuando
sintió el eco de unos pasos. Su mandíbula comenzó a tiritar. Movió el teléfono,
y luego presionó su dedo contra el botón de apagado y lo metió a las
profundidades de su bolso. El archivo seguía en sus manos. Miró con locura
alrededor de la habitación, buscando un sitio para ponerlo. Al otro lado de la
puerta, una tabla del suelo crujió.
Rápidamente, metió el archivo bajo
el lavaplatos, más atrás de la caja de Tampax. Al volver a pararse y abrir la
puerta del baño, estuvo cara a cara con Ethan.
- ¿Estabas hablando con alguien
aquí? – preguntó.
- Sólo… conmigo. Me ayuda a pensar,
- dijo, juntando sus dedos tras su espalda para que él no los vea temblando. Lo
único en lo que podía pensar era en ese archivo, a pulgadas de distancia de
ellos dos. Se forzaba a sí misma a no mirar hacia el lavamanos. - ¿Encontraste
algo?
Sacudió su cabeza. – Nada. ¿Y tú?
- No, nada. – En cuanto lo dijo,
supo que había respondido demasiado rápido. Su voz se sentía chillona en sus
orejas. Él parpadeó, mirándola extrañamente. – Luego exhaló fuertemente.
- Sea lo que sea que Nisha tenía
sobre Garrett, supongo que lo escondió muy bien. – Él miró alrededor del
cuarto. Por un momento, juró que su mirada se detuvo en el gabinete. Luego la
volvió a mirar. – Sólo tenemos que
esperar que lo que está en la unidad del depósito sea suficiente para encerrar
a Garrett.
Ella asintió silenciosamente. Su
interior se sentía a carne viva. Ethan estaba parado frente a ella, el mismo
Ethan de hace diez minutos. El mismo Ethan quien le decía que la amaba, quien
le cubría la cara con tiernos besos. El mismo Ethan a quien le había entregado
su virginidad. Pero él nunca había sido ese Ethan, no realmente.
Él pasó sus dedos entre los de ella,
tal como lo había hecho miles de veces antes. Pero ahora, el tacto le hizo
sentir un aullido de pánico por su cuerpo. Esa mano había matado a su hermana.
Ella luchó para controlar el temblor de miedo que corría para arriba y para
abajo por su cuerpo. No podía permitir que él lo sienta.
- Vamos, - susurró Ethan. – No hay
nada aquí para nosotros.
- Tienes razón, - dijo, y lo dejó
guiarlos por el pasillo.
Agassi estaba agachado sobre su
bowl, comiéndose su comida con un crujido que parecía muy fuerte en el silencio
de la cocina. Ethan abrió la puerta hacia la terraza, y luego se volteó para
mirarla. Por un momento sus piernas se negaron a desplazarse. Se quedó
congelada en medio de la habitación, sus ojos bien abiertos, su corazón dando
fuertes golpes en su pecho. Por medio segundo pensó ver que la expresión de
Ethan cambiaba, un ceño fruncido con inseguridad pasando rápidamente por su
cara. Tragó saliva, y luego lo siguió hacia afuera por la puerta.
Su única esperanza era actuar como
si nada hubiera cambiado y llegar a la estación policial. Una vez que esté
allí, una vez que esté a salvo, entonces podría comenzar a pensar en un mejor
plan. Forzó una sonrisa al pasar por la reja de metal forjado hacia donde Ethan
había estacionado su auto. – No puedo creer que esto esté casi terminado, -
susurró.
- Yo tampoco. – Ethan pasó
suavemente sus dedos por el brazo de Emma. Ella temblaba al sentir su toque, su
garganta se constreñía con una ola de repugnancia.
Ethan abrió la puerta del copiloto
de su Honda. El pánico me arrasó al darme cuenta de que mi hermana iba a entrar
al auto con él. Deseaba poder tomarla por la remera y tirarla hacia atrás.
Emma parecía tener el mismo
pensamiento—se detuvo con una zapatilla en el suelo del auto. El miedo se
aferraba a su estómago, pero allí había algo más allí que se removía, una
emoción más suave, más triste. Ethan estaba parado junto a ella, esperando para
cerrarle la puerta como siempre lo hacía. Él la miró con curiosidad. Ella se
estiró para poner su mano en la mejilla de Ethan.
- Gracias, Ethan, - dijo. Y
lentamente, se paró de puntillas y le dio un suave beso en los labios.
No sabía si lo había besado para
apaciguarlo en una falsa sensación de seguridad—o para despedirse.
Ethan la miró por largo rato con
ternura, su mano le tocó los labios. Luego cerró la puerta cuidadosamente tras
ella, caminando alrededor del auto para subirse por el lado del conductor. Emma
se afirmó de los costados del asiento mientras se alejaban de la casa, sus
nudillos estaban blancos y dolían.
Las escasas casas que pasaron
estaban envueltas en luces rojas y verdes, con renos de plástico sobre los
techos o en los terrenos de bajo consumo de agua. Una familia tenía un bastón
de dulce gigante de neón sobre su garaje con espacio para cuatro autos. Los
caminos eran serpenteantes en esta parte, y ella se sentía desorientada en la
oscuridad. El estómago de Emma dolía con cada curva, su respiración era
ahuecada y rápida. Veía a Ethan con el rabillo del ojo. Él conducía con ambas
manos al volante, su cara bañada en la pálida luz azul del tablero. Le daba una
apariencia tenebrosa como de alienígena. No muy humano.
Sólo notó lentamente que algo no
estaba bien—deberían haber llegado a la calle principal para entonces. Miró por
la ventana, intentando averiguar dónde estaban. Cuando vio el bastón de neón
una segunda vez, se volteó para mirarlo.
- Creo que te pasaste de la salida,
- dijo, su voz sonaba tensa con la ansiedad.
Una alarma empezó a sonar en mi
mente. Miré silenciosamente a Ethan. Él no quitaba sus ojos del camino.
- Sé que encontraste los registros,
Emma, - Su voz sonaba tan baja que por un momento ella casi pensó que lo había
imaginado. – Sabes tan bien como yo que no vamos a ir a donde la policía.
El auto hacía un sonido de zumbido
cuando él presionó el acelerador.
Por un momento los ojos de Emma
perdieron el foco, el mundo se volvía borroso a su alrededor. Pudo sentir el
auto acelerando. Frente al auto vio la casa de Nisha, y la de Ethan a su lado—pero
no estaban disminuyendo la velocidad. Él se dirigía derecho hacia el desierto.
No pensó. Palpó la puerta del auto,
sus dedos finalmente cayeron en el pestillo, y abrió la puerta antes de que él
pudiera reaccionar. Preparándose, apoyando su cabeza en el mentón y doblándose,
saltó por la puerta del auto en movimiento.
El impacto hizo que sus dientes se
golpeen entre sí, las vibraciones resonando a través de su cabeza. La gravilla
y el asfalto rompieron su piel cuando ella rodaba hacia una zanja. Por un
momento no podía respirar, sus pulmones se sentían planos en su pecho. Escuchó
las ruedas del auto chillando al parar abruptamente, a metros de distancia. No
había tiempo. Luchó para pararse, tomando bocanadas de aire. Luego comenzó a
correr, a ciegas, desesperada.
Ethan había dado la vuelta a la
cuadra—lo habría sentido si no hubiera estado tan aterrorizada. Ahora su casa
se asomaba frente a ella. Al lado de esta, la casa de los Banerjee estaba
oscura y tranquila—pero más allá por esa cuadra había luces en las ventanas.
Extraños—pero eran su única esperanza. Se lanzó a correr rápidamente, gritando
a todo dar. - ¡Ayuda! ¡Ayuda!
Con el rugido del motor, el auto de
Ethan se atravesó en su camino, entre ella y las casas hacia las que estaba
corriendo. Se tropezó, chocando contra la puerta del copiloto antes de
recuperar el equilibrio. El auto estaba quieto frente a ella, y podía divisar
su cara, tensa y concentrada. Él estaba a centímetros de distancia—si quisiera,
podría saltar y tomarla en un segundo.
No tenía opción.
Salió corriendo lejos de él—derecho
hacia el Cañón Sabino, con Ethan pisándole los talones.
Tal como yo en la noche en que me
mató.
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