martes, 29 de diciembre de 2015

Cross My Heart, Hope to Die - Capítulo 8 - ¿Quién eres?

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Emma agarró el marco de la puerta de la sala de hospital, sus ojos se fijaron en los de Becky, el sonido de la voz de su mamá diciendo su nombre hacía eco en su mente, una y otra vez. Emma. Emma. Emma.

Becky la reconoció. En una mirada había visto lo que los amigos y familiares de Sutton no pudieron ver—Que Emma no era Sutton. Emma quería creer que era porque Becky era su madre, la persona que la conocía mejor. Solo que Becky no la conocía mejor; Becky no la había conocido por trece años. Pero eso sólo podría significar…
Nuestros cerebros se hicieron la misma pregunta al mismo tiempo. ¿Becky sabía que Emma no podía ser Sutton porque ella me había hecho algo a mí?
Traté de exprimir un momento más del recuerdo que acababa de recuperar, trate de quedarme en él solo un poco más, pero nada ocurrió. Todo lo que pude ver era a Becky caminando hacia mí desde la oscuridad. No sabía qué significaba, pero la expresión en la cara de Becky en el cañón me dejó helada hasta el alma. ¿Pero qué tipo de mujer podría matar a su propia hija?
- Emma, - Becky susurró otra vez. A uno de sus dientes frontales le faltaba un trozo, dándole un aspecto de bruja a su sonrisa. Sus brazos daban espasmos a sus costados.
Emma se alejó y negó con la cabeza, recordando que no era Emma, no aquí. – N-no, - dijo. – No soy Emma.
El Sr. Mercer puso su mano en el hombre de Emma. – Cariño, es Sutton ¿Recuerdas? Te envié fotos. Es tu hija.
- Sí, mi hija. – De repente, los tics de Becky se convirtieron en retorcijones. Sus pies patearon las sábanas, echando abajo una pequeña bandeja junto a su cama metiendo mucho ruido.
La enfermera asintió y dos enormes camilleros tamaño jugador de la línea de defensa entraron en la habitación. Por primera vez, Emma notó las sucias ataduras de cuero que estaban amarradas a la baranda de la cama del hospital. Un camillero con una cola de caballo se inclinó sobre la cama y afirmó a Becky por los hombros, mientras el otro, cuyo cabello estaba cortado estilo militar, hábilmente apretó las correas de cuero en sus brazos y piernas. Trabajaban eficiente y tranquilamente, como si Becky fuera un mueble que estuvieran asegurando en una camioneta. Los ojos de Becky iban de un lado a otro, y su boca se abría y cerraba como la de un pez.
Emma tragó saliva, llena tanto de miedo como de lástima por la mujer que la había abandonado todos esos años atrás—y quien podría haber herido a su gemela.
- ¡Emma! – Becky gimió.
- Mi nombre no es Emma, - Emma insistió, con la voz fuerte y clara. – Soy Sutton.
- ¡Eres Emma! – La voz de Becky se hacía más y más fuerte. Sonaba casi como si estuviera rogando. - ¡Emma! Emma, Emma, Emma, Emma… - gruesas lágrimas cayeron por sus mejillas.
El Sr. Mercer se acercó. - ¿Quién es Emma, Becky? ¿Puedes decirnos?
Becky hizo un gesto de negación con su cara llena de lágrimas, violentamente. Todo su cuerpo temblaba y se tensaba con las ataduras.
Su expresión vacante recordó uno de los últimos recuerdos que Emma tenía de su madre. En su graduación preescolar, a la cual Becky no asistió, Emma se ganó un premio de buen ciudadano por mantener su mesa más limpia que la de los demás. Después se sumó a las familias de sus compañeros para ir a tomar helado y trató de pretender que no escuchaba a los otros padres susurrando “Irresponsable” y “ausente”. Ella había pedido menta con chips de chocolate, que era el sabor favorito de Becky, para ayudarse a pretender que su madre estaba con ella. Luego, cuando entró a su habitación de motel con la llave que tenía asegurada con un cordón de Hello Kitty en su mochila, Becky estaba acostada mirando el tejado. Emma cuidadosamente puso su mochila y zapatos en el armario. Se metió en la cama junto a su madre y se acomodó a su lado. Becky la miró como si nunca antes la hubiera visto
- ¿Cuál dijiste que eres? – preguntó.
Emma sonrió. Este era un juego que conocía—a veces su madre la molestaba pretendiendo que no sabía quién era.
- ¡Soy Emma! – dijo, tocando su propia frente. - ¿Cuál eres tú?
A eso, Becky comenzó a llorar. – Soy tu madre, - susurró, abrazando a Emma con fuerza en su torso.
Tres días después dejó a Emma en la pijamada.
- Emma, Emma, Emma, - gimoteaba Becky. Corrían lágrimas por su cara, dejando el rastro en la suciedad de sus mejillas. Emma—la pequeña Emma—quería dar un paso hacia adelante con un Kleenex para limpiar la cara de su madre. Pero en el mundo real parecía no poder moverse. No quería acercarse a la mujer trastornada que se sacudía en la camilla.
- Ya, Srta. Mercer, - dijo una amable voz con un acento Anglo-Indio. Un hombre en un delantal blanco pasó junto a la enfermera, con una jeringa en la mano. Cuando vio la aguja, Becky se quejó. Negaba con la cabeza como loca, con su cabello dando vueltas por su cara. – Sólo va a doler por un segundo, - dijo el doctor, rápidamente poniéndole la aguja en el brazo.
Segundos después, el cuerpo de Becky se relajó. Sus ojos no enfocaban y su cabeza se cayó mirando hacia la pared.
- Gracias, Dr. Banerjee, - dijo el Sr. Mercer cansado.
Emma miró al doctor con sorpresa—era el padre de Nisha, un hombre bajo con la cara redonda, gruesos lentes, y una expresión triste. Su esposa había muerto no hace mucho. Cada vez que Emma lo había visto, lucía tan perdido.
El Dr. Banerjee echó al Sr. Mercer y a Emma de la sala. – Vamos al pasillo para que pueda descansar.
- ¿Y le van a dejar las correas? – Emma dijo.
El Dr. Banerjee la miró quietamente. Sus ojos con bordes rojos se veían grandes a través de sus lentes. – Son para su propia protección, Sutton. Te prometo que haremos lo posible para que esté cómoda. Pero ahora mismo es un peligro para ella misma y para otros.
Lo siguieron hacia el pasillo. Había una banca contra la pared bajo la impresión de Monet, e hizo un gesto para que se sienten. El Sr. Mercer se sentó agradecidamente, pero Emma se negó. El Dr. Banerjee se volteó hacia ellos.
- En mucho tiempo no la había visto así de mal, - dijo, exhalando con fuerza. Abrió un gran archivador que estaba bajo su brazo y lo hojeó. El historial de Becky, Emma notó. Miró al Sr. Mercer con curiosidad.
El Dr. Banerjee ha tratado a Becky varias veces a lo largo de los años, cuando ha estado en la ciudad, - explicó.
Ella asintió lentamente. - ¿Cómo terminó aquí hoy? – preguntó al Dr. Banerjee.
- Fue arrestada, - explicó el padre de Nisha.
El Sr. Mercer se rascó la cara, como tratando de borrar esa información. Finalmente miró al Dr. Banerjee otra vez. - ¿Le hizo daño a alguien?
El otro hombre se sentó frente a él y tomó algo que Emma reconoció como un reporte policial. – No, agradecidamente. Le sacó un cuchillo a un hombre en el mall en el centro. Estaba confundida, agitada. Varios comerciantes reportaron que había estado en sus tiendas antes haciendo preguntas extrañas. Pero los de seguridad del mall lograron quitarle el cuchillo sin que nadie salga herido.
Recordé la tenebrosa mirada en la cara de mi madre en el cañón la noche que nos encontramos. Si podía mostrarle un cuchillo a alguien, quizás podría hacer cosas peores. Quizás había hecho cosas peores.
- ¿Cuándo fue la última vez que la viste? – preguntó el Dr. Banerjee.
El Sr. Mercer negó con la cabeza. – Como hace dos meses. Se retiró de su hotel, así que asumí que se había ido de la ciudad, como suele hacer. Pero luego me llamó de un motel hace una semana, así que no estoy segura de dónde ha estado.
El Dr. Banerjee se limpió los lentes en la manga de su delantal.  – Lamento decirlo, pero parece haber estado viviendo en su auto—la policía lo encontró en el estacionamiento. No está con sus medicamentos de nuevo. No sé desde hace cuánto, pero sabes lo mal que se pone.
El Sr. Mercer y el Dr. Banerjee continuaron hablando en voz baja sobre el pronóstico de Becky y el potencial plan de tratamiento, y el Sr. Mercer preguntó si debería hablar con un abogado en caso de que alguien del mall presentara cargos. Pero Emma solo estaba escuchando a medias. Miró de nuevo a la habitación que contenía a su madre, drogada y silenciosa. Luego sus ojos cayeron en la carpeta sobre el regazo del Dr. Banerjee, llena de informes médicos y reportes de arrestos.
Emma se imaginó sus dos mundos, lado a lado como las imágenes gemelas en un estereoscopio. ¿Era Becky su triste y bella madre, amorosa pero trágica? ¿O era una maniática que empuñaba cuchillos, una mujer que merecía ser amarrada a una cama? Sus manos se hicieron puños. Ella ya no era la adorable pequeña Emma, y no podía permitirse ser una Emma adolescente y amargada aceptando la repentina reaparición de su madre. Era una persona completamente distinta. Era la Emma que había estado canalizando a Sutton. Era una Emma dura y práctica, que tenía que luchar para sobrevivir, que tenía que hacer preguntas difíciles y aprender verdades que no estaba segura de querer saber. Ella era la Emma que iba a resolver un asesinato, y para hacer eso, sabía que tenía que averiguar qué había en ese archivo.
Yo tenía tantas ganas como ella de saber qué había en esa carpeta. Ahora sólo tenía que averiguar un modo de obtenerla.

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