La noche del jueves,
Emily entró a Belissima, el bistró Italiano en el Mall Devon Crest al otro lado
de la ciudad, donde iba a juntarse con Isaac para cenar. El piso del restaurant
estaba hecho de cerámicas de terra-cota color bronce, y los muros estaban
pintados para parecer como si fueran parte de una vieja, casa de campo
desmoronada. Un una brillante máquina metálica de espresso estaba tras el
mesón, habían botellas de vino alineadas en repisas alrededor de la gran
habitación, y el aire olía fuertemente a aceite de oliva y mozzarella. Emily no
había estado en este mall desde hace dos navidades atrás, cuando accedió a ser
la Santa del mall. Había venido a este restaurant con Cassie, una de las elfas
de Santa, y también habían forjado sus amistades con Ali.
Su
celular sonó, y cuando miró la pantalla, había una alerta de Google Alert por
Tabitha Clark. Un montón de noticias relacionadas con Tabitha que ella no leyó—era
muy doloroso—pero como estaba nerviosa y quería hacer algo con sus manos, miró
la pantalla.
La
alerta daba un link a un tablón de mensajes del sitio web en memoria de Tabitha
Clark. EL sitio consistía mayoritariamente en fotos de Tabitha y sus amigas. Un
video de la fiesta de graduación mostró a Tabitha en un vestido de satín
morado, su collar dorado destellaba con la luz estroboscópica mientras bailaba
con su novio, un lindo chico con cabello castaño un poco largo y claros ojos
verdes, una canción de Christina Aguilera. Había algunos posts de pena y quejas
sobre que el resort The Cliffs debería ser cerrado. Pero el post más reciente
llamó la atención de Emily. El padre de Tabitha debería dirigir una
autopsia. No creo que haya muerto por beber mucho.
Un escalofrío
enfermó a Emily. Con todo el drama sobre su bebé y Gayle, se había desenfocado
en la otra cosa horrible que A sabía. Cerró sus ojos y vio la foto que A le
envió al teléfono de Spencer de el cuerpo de Tabitha, retorcido y roto en la
arena luego de que ellas la empujaron por el techo.
“¡Emily! ¡Por aquí!”
Isaac estaba sentado en un banquete en el rincón, con un plato de calamar frito frente a él. Su pelo estaba fuera de su cara, y usaba una polera azul que resaltaba sus ojos zafiro. “¡Hola!” él llamó, haciendo un gesto para que ella se acerque.
El estómago de Emily se revolvió, y guardó el celular de vuelta en su cartera. Luego miró la falda de lana verde que había escogido de la parte de atrás de su closet. ¿En serio iba a decirle la verdad a Isaac? Toda la tarde, en vez de prestar atención en inglés, Cálculo, y Biología II, había investigado cómo sacaría el tema. Así que, ¿te acuerdas de esa vez que tuvimos sexo el año pasado? Bueno, tuvo un, em, efecto secundario.
Aun peor, Isaac se veía tan feliz ahora mismo, como que estaba muy emocionado de que ella haya llegado. Esto iba a matarlo. Pero tenía que decir algo. Se lo debía. Ciertamente no quería que A se lo dijera primero.
Sus
manos temblaron mientras pasó entre las mesas ocupadas y evitó una camarera con
una bandeja de tiramisú. Isaac se medio levantó cuando Emily se acercó. “Ordené
calamar. Espero que esté bien. Solía gustarte cuando nosotros... ya sabes.” sus
palabras salieron en un enredo de nervios.
“Aun amo el calamar.” Emily se deslizó en el blando asiento de cuero.
Isaac tocó el brazo de Emily, luego se alejó, quizás preocupado de que fuera muy rápido. “¿Aun nadas?”
Emily
asintió. “Tengo una beca para la UNC el próximo año.”
“¿UNC?” Isaac sonrió. “Eso es genial, Felicitaciones.”
“Gracias,” Emily dijo. “¿Ya sabes lo que harás tu?” Se inclinó y separó un trozo de calamar del plato. El rebozado estaba perfecto, y la salsa para untar estaba espesa y agria.
Isaac se encogió de hombros. “Me encantaría ir a Juilliard, pero probablemente terminaré en Hollis.”
“Nunca se sabe. Eres suficientemente talentoso para ir a Juilliard.” Emily pensó en las presentaciones de la banda de Isaac. Su voz era rica. Sonaba muy como el cantante principal de Coldplay. Muchas chicas se habían extasiado por él en su show; Emily había estado atónita cuando él la escogió a ella.
Isaac tomó un largo trago de agua gasificada. “Nah. Ni siquiera postulé. Tenía terror de audicionar. Probablemente me volvería loco en el escenario.”
“¿Desde cuándo te vuelves loco en el escenario?” Emily preguntó, sorprendida. “¿Tanto has cambiado desde la última vez que te vi?”
“Toneladas.” Isaac apoyó su mentón en sus manos y le sonrió.
“Bueno, quizás si has cambiado.” Emily apuntó el tatuaje en su cuello. “No recuerdo que hayas sido un chico de tatuajes.”
Isaac lo miró.
“Me lo hice cuando cumplí dieciocho. Todos en la banda iban a hacerse uno, pero
todos se arrepintieron a último minuto. Yo fui el único que se lo hizo.”
“¿Dolió?”
“Si. Pero fui fuerte.”
“¿Puedo verlo?”
“Claro.” Isaac
se bajó el cuello de la polera aun más abajo, revelando un diseño que parecía
como una polilla gigante y abstracta.
“¡Wow!” Emily dijo. “¡Es enorme!”
“Si.” Isaac se
levantó el cuello nuevamente para cubrirlo. “Quería algo con significado.”
Emily quería
tocar la parte que aun era visible, pero se contuvo. Quizás eso le daría la
idea equivocada a Isaac. “¿Significa algo especial?”
“Bueno, siempre
me han gustado mucho las polillas.” Isaac sacó otro calamar. “¿Sabias que
pueden ver luz ultravioleta? Y pueden oler a sus parejas desde siete millas de
distancia?
“¿En serio?” Emily hizo una cara.
Isaac asintió.
“Siempre he pensado que las polillas son muy bellas, pero nadie les presta
atención del mismo modo que a las mariposas. Son como...olvidadas.”
Era algo tan
como de Isaac, sensible y soñador, y un poco ridículo al mismo tiempo. Emily
había olvidado eso de él. Había olvidado lo lindo que era. Una inesperada ola
de deseo nació en ella. Luego una voz en su interior hizo boom, devolviéndola a
la realidad. Tuviste su bebé. Díselo. Presionó los dientes de su tenedor
ligeramente en su palma.
La camarera apareció. “¿Han tenido la oportunidad de mirar el menú?”
Emily miró
abajo, sintiéndose un poco aliviada de haber sido interrumpidos. Ordenó la
pasta especial, e Isaac pidió la ternera Parmesana. Para cuando la camarera
cerró su cuaderno de notas y se alejó, el sentimiento de desafío se había
pasado. Así que Emily le hizo unas cuantas preguntas más a Isaac sobre él
mismo—qué ocurría en la escuela, en cuantos shows había tocado su banda, sus
planes para las vacaciones del verano. Luego le contó más sobre UNC, sobre el
Eco Crucero al que iba a ir en unas cuantas semanas, y que pensaba trabajar
durante el verano. Por la mayor parte del tiempo, la conversación fue fluida y
sin esfuerzos, y antes de que Emily lo notara, solo quedaban unos cuantos
trozos de calamar en el plato. Había olvidado lo fácil que era hablar con
Isaac, cómo se reía en todas las partes apropiadas de una historia. Sus manos
se desempuñaron. Quizás todo estaría bien.
“¿Y como está
tu familia?” Isaac preguntó cuando la camarera les sirvió su comida.
“Oh, ya sabes.”
Emily se encogió de hombros con despreocupación. “Lo de siempre. Mi mamá aun es
muy activa en la iglesia. Es mejor amiga con el Padre Fleming. Me hizo ir a
verlo el otro día.”
“Oh ¿En serio?
¿Por qué?”
Emily puso un
poco de pasta en su boca para no tener que hablar. Cuéntale. Se lo debes.
Nuevamente, su boca no pudo formular las palabras.
Debe haber
tomado mucho tiempo para responder, porque Isaac aclaró su garganta. “¿Cómo
está tu hermana mayor? ¿Cómo se llamaba...Carolyn?”
Un olor fuerte
a salsa Alfredo entró por las fosas nasales de Emily, prendiendo su estómago.
“Está...bien.”
“¿A dónde fue a la universidad?”
“Stanford.”
“¿Le gusta?”
“Eso creo.”
No es como si
Emily realmente supiera. Luego de compartir dormitorios por casi dieciocho
años, Carolyn apenas le dijo una palabra a Emily desde el verano pasado. Emily
no sabía a quién acudir cuando supo que estaba embarazada, pero ya que Carolyn
iba a pasar el verano en Philly, parecía la mejor opción. Emily pensó que
Carolyn se pondría de pie y sería su hermana mayor, y mientras Carolyn si
aceptó que Emily se quede, Carolyn nunca la dejó olvidar lo decepcionada y
disgustada que estaba. Nunca le preguntó a Emily como se sentía. Nunca quiso
saber cómo había sido el último scanner de anatomía. Nunca quiso preguntar quién
era el padre. Cuando Emily supo que tendría que programar una cesárea porque el
bebé estaba de nalgas, llamó a Carolyn y le dijo de inmediato. Todo lo que
Carolyn dijo fue, “Oí que la recuperación de una cesárea es terrible.”
Emily no se
atrevió a contarle a Carolyn por el problema para escoger padres adoptivos. Ni
le dijo que Gayle le había ofrecido cincuenta mil dólares, o sobre el día en que
fue a la enorme casa de Gayle en Nueva Jersey para buscar el cheque. Gayle la había
mirado como si fuera un espécimen en un frasco, se sintió sucia y terrible.
Carolyn no
estuvo allí para ella, pero quizás Isaac habría estado, si solo le hubiera dado
la oportunidad.
Tomó aire.
“Isaac, hay algo sobre lo que tengo que hablar contigo.”
Él asintió.
“Si, lo dijiste en tu mensaje. ¿Qué ocurre?”
Emily corrió su
tenedor alrededor de su plato, su corazón martilleaba. Aquí va.
“Bien...”
“¿Qué haces
aquí?”
La cabeza de
Emily se levantó. De pie sobre ellos, vestida en un traje azul claro de la época
de los ochentas—y no de los geniales ochenta—estaba la mamá de Isaac. La
mirada de la Sra. Colbert iba de Isaac a Emily y de vuelta a Isaac otra vez, su
expresión cambió de molestia a rabia.
“Me dijiste que
ibas a salir a cenar con tus compañeros de banda,” la Sra. Colbert chilló, sus
cejas estaban juntas. “No...Ella.”
“Mamá, para,”
Isaac advirtió. “Sabía que te volverías loca e irracional si te dijera que iba
a juntarme con Emily. Ella es una buena persona—no sé por qué no puedes verlo.
Estamos teniendo una linda cena, poniéndonos al día.”
Las mejillas de
Emily se enrojecieron mientras sintió una mezcla de placer y culpa. No podía
recordar la última vez que alguien había luchado por ella de esa manera.
La Sra. Colbert
soltó un suspiro poco halagador. “Difícilmente creo que ella sea una buena
persona, Isaac.”
“¿Qué te hace
decir eso?” Isaac preguntó.
La Sra. Colbert
no respondió. En vez de eso miró a Emily con una mirada enfática. Era casi como
si supiera lo que Emily había hecho. Emily inhaló aire bruscamente. ¿A la
habría contactado?
Finalmente, la
Sra. Colbert alejó su mirada y se dirigió a Isaac. “Tu padre te está buscando.
Uno de los cateristas para el evento de esta noche lo abandonó, y necesita que
lo reemplaces.”
“¿Ahora?” Isaac
preguntó. Hizo un gesto a su plato. “Estoy en medio de una cena.”
“Pídelos para
llevar.” La Sra., Colbert se dio vuelta y se fue hacia el bar, claramente
esperando que Isaac la siga.
Isaac miró a
Emily, sus ojos abiertos y tristes. “Lo siento. ¿Podemos dejarlo para después?
¿Hacer algo durante la semana?”
“Eh, claro,”
Emily dijo aturdidamente, mirando a la Sra. Colbert mientras escribía algo en
su celular.
Llamaron a la
camarera, quien les trajo la cuenta y una caja de poliestileno. Luego Isaac
puso dinero en efectivo en el sobre de la cuenta y se lo paso de vuelta a la
camarera.
“Estabas
diciendo algo antes de que nos interrumpieran.” Tocó ligeramente la mano de Emily.
“¿Es importante?”
La boca de Emily se secó. “No importa,” dijo tranquilamente.
“¿Estás segura?”
Isaac se veía preocupado
Emily asintió.
“Absolutamente. Lo prometo.”
Isaac abrazó a
Emily. Mientras la apretó fuertemente, tantas emociones fluyeron en ella. Había
olvidadlo lo suave que era su pelo, la sensación de su ligeramente áspera cara
contra su cuello, y cómo olía a naranjas recién exprimidas. Sentimientos
antiguamente reprimidos despertaron en su interior, esos cosquilleos crecieron.
Se alejó muy
pronto. “Déjame compensártelo. Estoy libre el Sábado—podríamos ir a la
heladería en Hollis.” Sus suaves ojos azules le rogaban.
Luego de un
momento, Emily asintió, e Isaac la dejó para unirse a su mamá en el mesón. La
Sra. Colbert miró despreciablemente a Emily una vez más, luego salió del
restaurant.
Emily se hundió
en el asiento, el alivio se asentó en ella. Por una vez, estaba agradecida de
que la Sra. Colbert los haya interrumpido—y de no haberle dicho su secreto a
Isaac. Si la Sra. Colbert alguna vez se enteraba, llamaría inmediatamente a los
padres de Emily, y probablemente le diría a toda la iglesia que Emily era una
puta.
E Isaac no
querría ir a tomarse un helado contigo si supiera lo que hiciste, una pequeña, egoísta
voz susurró en su oído. Pero Emily no podía cambiar el pasado. Lo que estaba
hecho, estaba hecho, y lo que Isaac no sabía no podía herirlo.
¿Cierto?
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