domingo, 26 de mayo de 2013

Stunning - Capítulo 26: Sobredosis-No, no lo hizo

"Spencer. ¡Psst! ¡Spencer!"
Spencer abrió los ojos. Estaba acostada en un pequeño catre en medio de una habitación que olía a antiséptico. Sus extremidades se sentían soldados al colchón, y estaba segura de que alguien había metido una antorcha por su garganta. Mientras su visión se aclaró, vio a una muchacha bonita con el pelo rubio y los ojos grandes de pie a los pies de la cama. Ella llevaba un vestido amarillo y familiar tenía una sonrisa de complicidad en su rostro.

Spencer se levantó de golpe, reconociéndola al instante. "¿Tabitha?"

Tabitha extendió los brazos. "Es bueno verte de nuevo. ¿Cómo te sientes?
"Spencer se tocó la frente. Se sentía húmeda, como si estuviera cubierta de sudor—o de sangre. "No muy bien. ¿Dónde estoy?"
Tabitha Rió. "¿No te acuerdas de lo que pasó?"
Spencer trató de pensar, pero su mente era un profundo agujero negro. "No me acuerdo de nada."
Los Tacones de Tabitha se oyeron en el frío y duro suelo mientras se acercaba a Spencer. Su piel olía como el mismo jabón de vainilla que Ali solía utilizar. "Estás aquí por lo que hiciste", susurró, su aliento se sintió caliente en la cara de Spencer. "Lo que todas ustedes hicieron. Ella me dijo que pagarían por esto, y tenía razón."
"¿Qué quieres decir con ella? ¿Quién?"
Tabitha fingió cerrar con cierre sus labios y tiró la llave. "Juré que no lo diría."
"¿qué me pasó?" Spencer trató de mover sus piernas bajo las sábanas, pero estaban atados abajo con correas de cuero grueso. "¿Dónde estoy?"
Tabitha giró los ojos. "¿Tengo que explicártelo todo? Pensé que eras inteligente. Entraste en Princeton, después de todo. No es que te vas a ir allí ahora."
Los ojos de Spencer se abrieron. "¿P-por qué no?"
La sonrisa de Tabitha estaba torcida y extraña. "Porque estás muerta." Y entonces ella se inclinó y tocó los ojos de Spencer, como para cerrarlos. "¡Di adiós!"
Spencer gritó y luchó por mantener los ojos abiertos, dando patadas contra las ataduras de cuero. Cuando abrió los ojos de nuevo, estaba en una habitación diferente. Las paredes eran de color verde, no rosa. Un soporte de suero y un montón de máquinas estaban zumbando junto a su cama, midiendo su presión arterial y el pulso. Justo a su alcance había una mesa pequeña y una bandeja que contenía una jarra de plástico amarillo, su teléfono celular, y tres pastillas blancas y redondas. Cuando Spencer miró el vestido de algodón que llevaba, tenía impreso las palabras PROPIEDAD DEL HOSPITAL GENERAL DE PRINCETON.
La voz de Tabitha resonó en la mente de Spencer. Es por lo que hiciste. Lo que todos ustedes hicieron. Ella me dijo que pagarían por esto, y tenía razón. ¿Era Tabitha hablando sobre Gayle? Pero, ¿cómo ella y Gayle se conocían entre sí? ¿O se refería a la Verdadera Ali?
Más importante aún, ¿qué demonios estaba haciendo en un hospital? Lo único que recordaba era que estaba vagando en el Patio trasero de la casa Ivy y escucho algo en el bosque. Había habido pasos... alguien la había agarrado... ¿y luego qué?
Su monitor chirrió. Como si fuera una señal, una enfermera usando ropa quirúrgica y una cinta de toalla para la cabeza entró en la habitación. "Ah, te despertaste." La enfermera miró a las máquinas, a continuación, alumbró los ojos de Spencer con una linterna. "Tu nombre es Spencer Hastings, ¿verdad? Tu licencia de conducir dice que eres de Pennsylvania. ¿Sabes qué día es hoy?"
Spencer parpadeó. Todo estaba avanzando demasiado rápido. "Um, ¿Domingo?"
"Correcto." La enfermera escribió algo en la tabla sujetapapeles que sostenía.
"¿qué me pasó?" Chilló Spencer.
La enfermera coloco un brazalete de presión sanguínea en el brazo de Spencer. Tuviste una sobredosis de una peligrosa mezcla de drogas. Hemos tenido que lavarte tu estómago hace una hora.”
"¿Qué?" Spencer se sentó en la cama. "¡Eso es imposible!"
La enfermera suspiró. "Bueno, tu sangre dio positivo para marihuana, Ritalin, y LSD. El análisis toxicológico de los otros veintiséis niños en la misma fiesta también dio positivo por esas sustancias, pero me siguen diciendo que no consumieron drogas tampoco." Ella giró los ojos. "Deseo que uno de ustedes lo hubiera admitido cuando te trajimos, eso habría hecho nuestras vidas mucho más fácil."

Spencer se lamió los labios, que estaban tan secos que dolían. ¿Más gente de la fiesta estaba aquí? "¿Están todos bien?"
"Todo el mundo está bien, pero pasamos un gran susto." La enfermera escribió algo en su tabla sujetapapeles, y luego palmeó la pierna de Spencer. "Ahora descansa, ¿de acuerdo? Tu cuerpo ha pasado por mucho.”
La puerta se cerró, y Spencer estaba sola una vez más. Ella se dio vueltas en la cama, asegurándose de que sus piernas no estaban atadas a la cama como en su sueño. ¿Cómo entraron todas esas otras drogas en su sistema? No solo en el de ella, ¿sino en el de veintiséis otros niños también?
Spencer cerró los ojos y pensó en el extraño libertinaje que había tenido lugar en la olla común. Pensó en los muchos chicos que se habían emparejado y desaparecido escaleras arriba. Excelentes estudiantes se habían despojado de sus ropas y corrido desnudos por la casa. Harper había empezado a destrozar el lugar, y otros la habían seguido. Incluso Spencer había hecho cosas que normalmente no harían. Toda la experiencia fue tan... desquiciada. Bizarra.
"Oh Dios mío", exclamó Spencer, una grieta repentinamente crujió en su cerebro. ¿Podría haber sido a causa de sus brownies? Eran lo único que ella había comido. Se imaginó a Reefer ofreciéndole un enorme montón de marihuana, diciendo que era muy suave y perfecto para hornear. Le había sonreído, como si fuera completamente inocente y honesto, y luego dijo todo eso del club Ivy. Tal vez esta era su idea de la desobediencia civil. Se las agarraba con esas viejas instituciones por ser tan serias, aburridas y excluyentes.
Spencer se torció el cuerpo para alcanzar el teléfono celular en la mesita y marcó el número de teléfono de Reefer. Sonó un par de veces, y luego Reefer contesto, dejando escapar un cauteloso hola.
"Casi nos mataste," gruñó.
"Um, ¿perdón?", Dijo Reefer.
"¡Estamos todos en el hospital a causa tuya! ¿Realmente odias tanto al club Ivy?"
Hubo una pausa en la línea. "¿De qué estás hablando?" Reefer parecía confundido.
"Estoy hablando del LSD y Ritalin que estaban en tu hierba suave," dijo Spencer a través de sus dientes, notando que su pulso en la pantalla estaba elevándose. "La echaste para jodernos, ¿verdad?"
"¡Espera, espera, espera!" Interrumpió Reefer. "Yo no hago esas cosas. Y sin duda las mezclaría con mi marihuana. Te di la cosa más suave que tenía, Spencer. Lo juro."
Spencer frunció el ceño. Reefer parecía sorprendido por la acusación. ¿Estaba diciendo la verdad? ¿Podría alguien más haber manipulado los brownies? Sin embargo, la comida en la fiesta estaba a la vista— habría sido difícil que alguien espolvoreara sigilosamente diversos venenos en el plato de brownie. Y Spencer no había dejado la marihuana o los brownies fuera de su vista desde que los había horneado la noche anterior.
Ella abrió mucho los ojos. En realidad, ella los había dejado fuera de su vista—se había dormido mientras se estaban horneando. ¿Era posible que alguien se pudiera haber colado en el motel en ese mismo momento y saboteado su plato? También habían más sartenes en la fiesta de los que recordaba haber llevado, ¿Habrían ingresado más brownies a nombre de ella?
"¿Spencer?" Dijo la voz de Reefer través de la línea.
"Uh, te llamo después," Spencer dijo con voz ronca, y luego colgó. De repente, hacía tanto frío en la habitación que su piel se desató en piel de gallina.
Su teléfono celular, que aún tenía en la mano, hizo un sonido. Miró la pantalla. Sus signos vitales en el monitor se dispararon de nuevo. Nuevo mensaje de Anónimo.

Hablando de malos viajes, ¿eh? Eso es lo que te pasa por dejar tus golosinas de la olla común desatendidas. –A



Traducido por: Eve
Corregido por: Daniela

viernes, 24 de mayo de 2013

Stunning - Capítulo 25: Secretos, abierto y cerrado



El anochecer estaba cayendo, Aria se detuvo en el camino circular de entrada a la casa de Noel y apagó el motor. La casa estaba a oscuras, con sólo una de las luces del pórtico iluminado. Revisó el texto en su teléfono otra vez. Ven a las seis, Noel había dicho—y eran las seis en punto.

Salió del coche y se dirigió hacia la puerta, con cuidado de caer en sus tacones altos. Después de esto ella iría al baile de recaudación de fondos del Sr. Marin, un evento que ella y Noel se suponía asistirían juntos. Obviamente, eso fue cancelado. Aria no sabía si Noel estaba planeando ir de todas maneras. Una gran cantidad de chicos de Rosewood Day estarían allí, después de todo.

Sonaron pasos desde el interior después de que sonó la campana. Noel abrió la puerta tranquilamente, sin mirarla a los ojos. Aria se quedo casi sin aliento por su apariencia. Tenía la cara hinchada y roja, con los ojos inyectados en sangre. Su cabello parecía que no había sido lavado por la mañana, y él tenía la mirada agotada, los párpados pesados de alguien que no había dormido.

"Tengo todas tus cosas juntas", dijo Noel inexpresivo, volviéndose y dirigiéndose hacia el estudio. Aria lo siguió. La casa estaba inusualmente tranquila y quieta, sin los televisores a todo volumen o la música sonando o Patrice tarareando alegremente en la cocina.

"¿Dónde está todo el mundo?" Preguntó.

Noel olfateó, caminando rígidamente a una caja de cartón que estaba ubicada en el sofá. "Mi mamá fue a esa recaudación de fondos. Mi papá esta...en alguna parte." Él la miró. "¿Por qué te importa, de todos modos?"

Aria se estremeció. Era raro ver a Noel enojado, sobre todo con ella. "Sólo estaba intentando conversar," dijo tímidamente. Cogió la caja y la levantó en sus brazos. "Voy a irme, ¿de acuerdo?"

"Eso es probablemente una buena idea," gruñó Noel.

Pero luego el tocio torpemente. Aria se dio la vuelta y se encontró con su mirada. Ella lo miró fijamente durante un largo rato, tratando de transmitir que la ruptura era la única forma en que podía hacer las cosas bien.

Noel miró hacia otro lado. "Te acompaño afuera", dijo, dirigiéndose abajo. Mantuvo la puerta abierta para ella y Aria murmuró adiós y se escabulló. Cuando salió del porche, la caja se deslizó de sus manos y se derramó en el camino de ladrillos. Ella se apresuró a recoger los CDs derramados, libros y camisetas, y luego sintió una mano en su brazo.

"Aquí." Noel se inclinó, suavizando su voz. "Yo lo recojo."

Aria le permitió recoger sus cosas y cargarlas de nuevo en caja. Cuando se levantó, vio que algo se movía en la parte trasera de la propiedad de los Kahn. Alguien estaba merodeando por la casa de huéspedes. Al principio, ella temía que fuera A, pero luego un haz de luz calló en el alto peinado de la figura rubia, vestido de volantes y tacones.

La figura se volvió a la luz, revelando su rostro. Aria se puso tensa. No era la señora Kahn...era el padre de Noel. Disfrazado. En casa.

Aria abrió la boca antes de que pudiera detenerse y, como en cámara lenta, vio la cabeza de Noel girar en la dirección que ella miraba. "¡No!", Gritó, lanzándose delante de Noel para obstruir su visión.

"¿Qué estás haciendo?" Preguntó Noel.

"Um, yo estaba..." Aria miró por encima del hombro. El Sr. Kahn se había ido. "Yo, um, creí ver un murciélago por tu cabeza."

Noel la miró como si estuviera loca. Unos largos y tensos segundos pasaron. Encogiéndose de hombros, él ayudó a poner las cosas de Aria en la parte trasera de su coche y luego se volvió hacia la casa. Al mismo tiempo, la puerta se abrió. El Sr. Kahn había conseguido pasar a través de la casa y de la puerta principal, y ahora estaba en el pórtico con su lápiz labial y en vestido. Se quedó boquiabierto viendo a Noel, y luego a Aria. La sangre se drenó de su rostro.

"P-Papá," tartamudeó Noel.

"Oh," graznó, con una voz ronca y profunda. "Yo-Yo pensaba que no había nadie en casa."

El Sr. Kahn se dio media vuelta y se dirigió hacia la casa. Aria se cubrió la cara con las manos. Pero, sorprendentemente, Noel no hacía ningún ruido en absoluto. No había gritos de asombro, no se volvió loco violentamente, nada. Ella lo miró fijamente a través de sus dedos. En lugar de mirar a la puerta principal, que el Sr. Kahn acababa de pasar, estaba mirándola a ella.

"Tú me cerraste el camino", dijo. "Estabas tratando de impedirme ver a mi padre, ¿no es así?"

Aria cambió su peso. "Bueno, sí."

Noel la estudió por un largo tiempo. Sus ojos se abrieron. "Lo sabías, ¿no? quiero decir, antes de ahora... Tú sabías que mi papá se viste de...eso.  Y tú pensaste que yo no sabía. Tú lo ocultabas de mí. "

Aria sintió que el calor se metió en sus mejillas. "¡No fue así!" Exclamó. Luego dio un paso atrás. "Espera. ¿Lo sabías? "

"Bueno, sí. Yo he sabido por años." Los ojos de Noel ardieron. "¿Por cuánto tiempo lo has sabido ?"

El mentón de Aria tembló. "Sólo unos pocos días. Vi a tu padre en Fresh Fields la semana pasada. Tenía miedo de decírtelo”.

"¿Así que decidiste romper conmigo en su lugar?" la Boca de Noel se estrecho, y sus ojos se veían salvajes. "¿O hay otra razón misteriosa por la que lo hiciste?"

"¡Por supuesto que no!" Aria protestó. "¡Por favor, cálmate! Podemos hablar de esto, ¿no es así?"

De repente, ella se llenó de esperanza. Tal vez había algo positivo en esto. Si Noel ya sabía de su padre, si esto no era una gran revelación arruinadora, estremecedora, nada tenía A contra ella. Era sólo un engaño. "He cambiado de opinión. Estaba confundida. Quiero permanecer junto a ti”.

Noel soltó una carcajada siniestra, del tipo que Aria no había oído nunca. "Este tren ya ha salido de la estación. Sabía que tenías algo en mente, Aria. Te pregunté un millón de veces, y me dijiste que estabas bien. Hace apenas unos días te rogué que seas honesta conmigo acerca de todo, ¿y tu mentiste?"

"¡Tu mentiste, también!", Dijo Aria, agarrándose a un clavo ardiendo. "¡Nunca me dijiste que tu padre... tu sabes!"

Los ojos de Noel se estrecharon, como si no le gustara especialmente este cambio de rumbo. "Nunca me lo preguntaste. Y, para que conste, yo te lo iba a decir. Yo simplemente no quería hacerlo cuando estuviéramos en mi casa, y últimamente has parecido estar tan distraída, y..." Se detuvo, su boca se abrió de golpe. "¿Crees que es extraño? ¿Por eso es que rompiste conmigo? "

"¡Noel, no!" Aria gritó, agarrando sus manos.

Noel se alejó de ella, con una horrible expresión de ira en su cara. "Y yo que pensaba que eras de mente abierta." Se dio la vuelta y volvió a entrar, cerrando la puerta con tanta fuerza que la casa se sacudió. Luego siguió un silencio horrible.

Aria se miró las manos temblorosas, cuestionando si lo que acababa de ocurrir era real. Esperó que Noel vuelva, pero no lo hizo. ¿Cómo había sucedido esto? Pensó que había hecho lo correcto, cuando solo había hecho las cosas un millón de veces peores.

Y entonces cayó en la cuenta: Tal vez A había querido quelas cosas salgan de esta manera. Tal vez A había sabido que el travestismo del Sr. Kahn era un secreto a voces desde el principio, pero la llevó a creer que iba a destruir la familia de Noel. Después de todo, lo único peor que A arruinando una relación, era Aria saboteándola por cuenta propia.


Traducido por: Eve
Corregido por: Daniela

Stunning - Capítulo 24: Hanna hace su juego de A


          Hanna sabía que debería estar en la estrecha limosina con su padre, Isabel, y Kate, dirigiéndose al baile de recaudación de fondos, y no balanceándose en sus plataformas con tacones de cuatro pulgadas marca Louboutin afuera de la conocida casa Victoriana en Old Hollis que era hogar del estudio de fotos de Jeffrey Lebrecque. Pero allí estaba, te guste o no. Lista para pillar a Colleen de una vez por todas.

            La luz del pórtico estaba prendida, dando una luz dorada a la cara profesionalmente maquillada de Hanna. La ventana de la sala frontal estaba iluminada también, lo que significaba que el fotógrafo estaba en casa. Justo antes de que Hanna subiera por los escalones, su celular sonó. Era Richard, uno de los asistentes de campaña de su papá. Sólo quería hacerte saber que la base de datos del registro de los electores está respaldada, él escribió.

            Perfecto, Hanna respondió. Eso significaba que podía buscar a dónde se habían mudado los Bakers. El sitio estaba de baja, y había tenido que recurrir a preguntarle a Richard, pero no se atrevía a preguntarle que busque la familia él mismo.

            Luego, girando hacia atrás sus hombros, tocó el timbre. Hubo pasos, y luego la puerta se abrió y el mismo hombre canoso que había visto el día anterior respondió.

            “¿Hola?” Jeffrey Lebrecque miró a Hanna de arriba a abajo desde los grandes risos en su cabello hasta su vestido de raso azul marino hasta el tapado de visón falso que tenía sobre sus hombros que había escogido para el baile. Había un llamativo anillo de oro en el dedo meñique de Jeffrey, y tenía los dos primeros botones de su camisa desabrochados, exponiendo un poco de vello pectoral. Ick

            “¡Hola!” Hanna dijo animadamente. “¿Es usted el Sr. Lebrecque?”

            “Correcto.” El hombre arrugó sus cejas. “¿Tenemos una cita?”

            “De hecho, estoy aquí para retirar las fotos de Colleen Bebris,” Hanna dijo en su voz más inocente, abanicando sus pestañas. “Soy su mejor amiga, y me pidió que lo haga. Se tuvo que quedar para una clase de ejercicios. Es una bailarina del caño, ¿lo sabía?”

            El fotógrafo frunció el ceño. “No estoy seguro de que pueda hacer eso. La Srta. Bebris no dijo que alguien más iba a recogerlas. Quizás deba llamarla.” Llevó su mano al bolsillo de su camisa y sacó un celular.

            “¡No es necesario!” Hanna dijo rápidamente, sacando su propio celular y mostrándole un texto en la pantalla. “¿Ve?” El emisor era Colleen Bebris, y el texto le preguntaba a Hanna si podía ella recoger sus fotos. Por supuesto que no era realmente de Colleen—Hanna solo usó el celular de su mamá para enviar el mensaje, temporalmente cambiando la información de contacto de su mamá al nombre de Colleen.

            Jeffrey Lebrecque leyó el mensaje, y sus cejas que parecían cuncunas se juntaron. “También por un asunto de dinero.”

            “Oh, ella me dijo que lo pague y luego ella me pagaría de vuelta,” Hanna dijo, orgullosa de haber pensado en traer su caja de zapatos con dinero en efectivo de emergencia antes de salir.

            El fotógrafo miró a Hanna, y por un momento, ella tuvo miedo de que fuera a decirle mentirosa. ¿Acaso Mona-como-A y la Verdadera Ali-como-A se preocupaban de ser pilladas cuando ellas merodeaban, robaban, y mentían para sacar información top-secret de Hanna y las otras? ¿Era malo que estuviera haciendo esto? No era como si estuviera arruinando la vida de Colleen. Todo lo que quería era a su novio de vuelta.

            “Sígueme,” el Sr. Lebrecque dijo, dándose vuelta y dirigiéndose por el pasillo hasta su estudio. Había diapositivas e impresiones cubriendo un escritorio de trabajo, un monitor Apple de pantalla grande brillaba en un rincón. Un gato blanco y peludo paseaba flojamente por la habitación, y uno tricolor se acicalaba a sí mismo en la ventana. EL lugar olía a una mezcla de polvo y arena higiénica de gatos y parecía escaso de una forma que Hanna no podía evitar notar. Miró a su alrededor en búsqueda de señales delatadoras de que este tipo estuviera corriendo una operación de porno-internet encubierta, aunque no estaba segura de qué debería estar buscando. ¿Revistas Playboy? ¿Persianas que eviten que pase la luz por completo? ¿Botellas de cristal como las que beben en los videos de hip-hop?

            El Sr. Lebrecque fue a una mesa al fondo de la habitación, repasó por una pila de sobres, y sacó uno. “Recogí estas de la impresión hoy. Dile a Colleen que las imprimí todas, tal como ella quería, pero si quiere más copias le costará un extra.” Presionó unos números en una calculadora. “Así que...serían $450 Dólares.”

            Hanna apretó sus dientes. ¿No podía Colleen haber escogido un fotógrafo un poco más barato? Con mala gana, cambió el dinero por el sobre de fotos y le dijo adiós al fotógrafo, escurriéndose afuera del apartamento tan rápido como pudo. Sus ojos comenzaban a picar por todo ese pelo de gato.

            Su celular sonó cuando salió al pórtico, pero solo era su padre—él, Isabel y Kate estaban en el sitio del evento, y él se preguntaba dónde estaba Hanna. Llego pronto, Hanna escribió antes de guardar su celular en su cartera y emocionadamente abrió el sobre. Se pregunto si las variadas As alguna vez se habían sentido así también cuando ponían sus manos en valiosa evidencia. Había algo satisfactorio en esto.

            Miró el montón de fotos bajo la luz de la calle. La primera era de Colleen con la cara fresca y oh-muy-dulce, como una actriz en un show de Disney Channel. Las siguientes tomas eran más o menos lo mismo, solo que con expresiones faciales ligeramente diferentes y diferentes ángulos de cámara. Hanna pasó por las fotos, mirando a Colleen que parecía eufórica, luego pensativa, luego estudiosa. Antes de darse cuenta, Hanna estaba mirando la última foto, una toma de Colleen guiñándole a la cámara por sobre su hombro. Las hojeó una vez mas solo para asegurarse de que no haya faltado ninguna, pero no le había faltado.

            Eran exactamente las mismas tomas que había visto por la ventana el día anterior. Nada de una sesión de fotos previa, nada que se haya perdido. Todas eran perfectamente kosher y profesionales, y lo peor, Colleen se veía realmente bien en varias de ellas, mucho más fotogénica de lo que era Hanna. Hanna pateó el poste de la luz. ¿Por qué diablos A le había dicho que siga esta estúpida pista? ¿Sólo para molestarla? ¿Para qué pierda dinero? Debería haber sabido que A iba a arruinarla, no a ayudarla.

            Alguien tosió al otro lado de la calle, y Hanna miró rápidamente. Solo era una pareja de universitarios tomados de la mano caminando por la vereda, pero igual se sintió nerviosa. Caminó hacia su Prius, sus tobillos ya dolían, abrió la puerta del auto, y lanzó el sobre tan fuerte que rebotó en la puerta y cayó al piso. Gruñendo, se subió al asiento del conductor y alcanzó el sobre, pero lo tomó del borde equivocado y todas las fotos se esparcieron por la alfombra.

            “Maldición.” Hanna se inclinó y metió las fotos de vuelta al ligeramente-muy-pequeño sobre una vez más. Sus dedos rasparon algo tras la última foto. No se sentía brillante, como las fotos, sino que mas como una pieza de papel de computador.

            Sacó el papel del sobre y lo sostuvo a la luz. Colleen Evelina Bebris, decía en el título en una fuente sencilla, enlistando su dirección, e-mail, nombre de Twitter, y blog. Abajo de eso había algo que parecía una lista. Experiencia dramática, decía en negrita. Había descripciones de varias obras de escuela en la que Colleen había estado, culminando con su papel en Macbeth la semana pasada. Era un currículum, probablemente para cuando Colleen iba a audiciones. Aburrido.

            Entonces, algo al final captó su mirada. Experiencia comercial, decía un encabezado. Solo había una entrada debajo. Visiem Labak, Letonia, decía. Papel principal en comercial letón para un importante suplemento dietético. Según el curriculum, el comercial había salido el año pasado en la estación de TV más popular de Letonia.

            Rebuscando en su cartera, Hanna tomó su celular y escribió Visiem Labak en Google. Todo mejor, decía una traducción. Un montón de lo que ella asumía que eran sitios Letones también aparecieron en la pantalla, y unos cuantos mostraban una persona sonriendo comiendo yogurt. Un link a YouTube apareció al final de la primera página de búsqueda. Comercial de Visiem Labak, decía. Allí había una toma fija de la cara de Colleen.

            Hanna hizo click en el link. El comercial comenzaba con tres chicas sentadas alrededor de una mesa en un café, bebiendo café y riendo. Luego la cámara se enfocó en Colleen, quien dijo algo en un idioma que Hanna ni siquiera podía comenzar a descifrar, luego se aferró con fuerza de su estómago miserablemente. Las otras chicas le pasaron un vaso de yogurt, el cual Colleen comenzaba a comer con gusto. Luego Colleen entraba al baño del café bar, poniendo un letrero que seguramente decía OCUPADO en idioma Letón. Música alegre sonaba, había una voz en letón, y Colleen salía del baño con apariencia victoriosa. Levantó un vaso de yogurt y sonrió maniáticamente. El comercial terminaba con otra toma del yogurt.


            “Oh. Dios. Mío,” Hanna susurró. Esto era tal como esos estúpidos comerciales donde Jamie Lee Curtis les daba Activia a mujeres hinchadas y constipadas. Y allí estaba Colleen, haciendo de la chica Letona que necesitaba un yogurt laxante para que la regularice otra vez. Sin duda no había presumido al respecto. Hanna supuso que

no le había contado a nadie.

            Si,” susurró, poniendo el curriculum y el sobre en la guantera. Luego de todo esto, le cobraría a Colleen por las fotos, si ella aun las quería. No era como si Hanna todavía las necesitara. Esas fotos no contaban una historia. Pero cierto video sí.



domingo, 19 de mayo de 2013

Stunning - Capítulo 23: Señoritas que toman la merienda


Spencer tocó el timbre en la casa Ivy, luego se devolvió y examinó su reflejo en el vidrio junto a la puerta. Era la tarde del domingo, unos pocos minutos después de la hora que Harper le había dicho que llegue para la Olla común, y estaba lista. Se las había arreglado para secar su cabello con el secador de mala calidad en el motel y se maquilló en el espejo roto. La plancha había trabajado en quitar las arrugas del vestido que se compró y, lo más importante, estaba sosteniendo tres sartenes de empalagosos brownies de hierba chocolate en sus manos.

            La puerta se abrió, y Harper, usando un vestido punteado y tacones altos de cuero real, le sonrió con frescura. “Hola, Spencer. Lo conseguiste.”

            “Sip, y traje brownies.” Spencer ofreció las sartenes de aluminio. “Doble chocolate.” Con un toque de hierba, quería añadir.

            Harper parecía complacida. “Los brownies son perfectos. Ven adentro.”

            Spencer se imaginó que la olla común solo estaría llena con postres—brownies de marihuana, específicamente. Pero cuando Harper la guió hasta una enorme cocina con tecnología de punta, completa con una enorme cocina de ocho quemadores marca Wolf, un refrigerador masivo, y una isla más grande que la mesa del comedor de los Hastings, había toda clase de platos. Cacerolas de Quínoa, Quiche, Ziti horneados, con vapor saliendo de la bandeja. Había un gran bowl lleno de un liquido rojizo con trozos de manzana flotando. Una bandeja de queso con Brie, Manchego, y Stilton.

Suspiró ante la variedad. ¿Cómo se la habían arreglado todos para meter drogas en todo eso? Había sido una lucha para Spencer simplemente hornear los brownies; el horno en la cocina del motel había sido un regalo caído del cielo. Le rogó al tipo en el escritorio del turno de noche para que la deje usarlo, mezclando la masa en su balde de hielo y desmigajando la hierba a último minuto. Se quedó dormida en el sofá de cuero falso en el lobby mientras se estaban cocinando, despertándose solo cuando el timbre sonó. No tenía idea de si estarían buenos o no, pero no importaba—lo había conseguido.

Las palabras de reprimenda de Reefer se repetían en su cabeza ¿Realmente necesitas de un estúpido club para saber que eres genial? Pero probablemente el había dicho todas esas cosas menospreciativas sobre el Ivy porque el sabia que él nunca entraría a algo tan prestigioso. Perdedor.

            “Los platos y el servicio están por allí.” Harper le hizo señas a una mesa.

            Spencer rondó la comida, sorprendida de que cada cosa contuviera una substancia ilegal. No quería comer nada. Murmuró algo sobre no tener hambre y siguió a Harper hacia la sala.

            La sala estaba llena con chicos bien-vestidos con corbatas y kakis, y chicas en vestidos. Sonaba música clásica de fondo, y una mesera estaba paseando alrededor con copas de mimosa. Spencer escuchó conversaciones sobre un compositor de quien nunca había oído nada, lo innato versus lo adquirido, política extranjera en Afganistán, y vacaciones en San Barts. Esto era por qué quería pertenecer al Ivy—todos hablaban en unas voces adultas tan inteligentes e informadas sobre temas sofisticados. A la mierda Reefer y su actitud moralista.

         Harper se había incorporado a Quinn y a Jessie. Las chicas miraron sorprendidas a Spencer, pero luego le sonrieron con cautela y le dijeron hola cordialmente. Todas se sentaron en un sofá de cuero y continuaron su conversación sobre una chica llamada Patricia; aparentemente, su novio la había embarazado en el receso.

            “¿Va a quedarse con el bebé?” Harper preguntó, sacando un bocado de ensalada de macarrones.

            Jessie se encogió de hombros. “No lo sé. Pero está aterrorizada con decirles a sus padres. Sabe que se enojarán mucho.”

            Quinn negó con la cabeza en compasión. “Los míos también lo harían.”

            Era desconcertante que las chicas estuvieran hablando sobre un tema que era tan cercano al corazón de Spencer. Mirando objetivamente la situación de Emily, fue una locura que Emily haya escondido su embarazo de casi todos a quienes conocía. Fue aun más loco que había escabullido al bebé del hospital y lo haya dejado en la entrada de alguien. Aun peor, A—Gayle—había averiguado exactamente lo que había ocurrido. ¿Iba Gayle a contarlo? No solo sobre eso, ¿pero sobre todo lo demás que habían hecho?

            Miró a su plato vacío, deseando que tuviera algo que hacer con sus manos.

            “Spencer, quedaron muy ricos,” Harper dijo, apuntando un brownie que había cortado de una de las sartenes de Spencer. “Prueba.”

            Acercó el brownie a la boca de Spencer, pero Spencer retrocedió. “Estoy bien.”

            “¿Por qué? ¡Están increíbles!”

            Quinn entrecerró los ojos. “¿A menos que seas anti-azúcar también?”

            Las chicas la miraron tan curiosamente que Spencer comenzó a sentirse insegura. Se preguntó si era un requerimiento comerse la comida, como un rito de paso de Ivy. Quizás no tenía elección. “Gracias,” dijo, aceptando un bocado. Harper estaba en lo correcto: El brownie estaba empalagoso y delicioso, y Spencer ni siquiera podía sentir la marihuana. Su estomago rugió en respuesta; no había comido desde la noche anterior. Un pequeño brownie no haría daño, ¿o sí?

            “Está bien, me convenciste,” Spencer dijo, levantándose de su asiento para sacar un pedazo de brownie para ella.

            Cuando volvió, ya se había comido casi todo el brownie al momento en que se sentó, las chicas estaban hablando sobre que querían hacer una película para entrar al Concurso de Películas de los Estudiantes de Princeton. “Quiero hacer una sobre los trompos, tal como Charles y Ray Eames lo hicieron,” Quinn dijo.

            “Estaba pensando en hacer una película sobre Bethany. ¿Recuerdan que les conté sobre ella? La chica muy gorda que se sienta frente a mí en Introducción a la Psicología?” Jessie giró los ojos. “Se podría llamar Chica que Come Donuts.”

            Spencer tomó un mordisco de brownie y deseó ser suficientemente valiente para decirle a Jessie que ella no era exactamente una sílfide. Por alguna razón, la palabra Sílfide de repente le pareció divertida. Las grandes pecas en las mejillas de Jessie también eran algo divertidas. Jessie la miró de forma extraña. “¿Qué?”

            “Eh, no lo sé,” Spencer dijo, sacando otro pedazo del brownie. Unas cuantas migajas cayeron a su regazo, recordándole popó de jerbo. Comenzó a reírse otra vez.

            Harper se levantó, mirando a Spencer como diciendo Eres una rara sin esperanzas.  “Voy a buscar otro brownie. Chicas, ¿alguien quiere?”

            “Saca uno por mí,” Quinn dijo. Jessie asintió también.

            Los brownies.  Eso era por qué Spencer encontraba todo tan divertido. Solo había fumado marihuana dos veces antes, ambas en las fiestas de la casa de Noel Khan, pero las sensaciones familiares volvieron rápidamente. Su pulso bajó. Sus tendencias usualmente obsesivas pasaron a segundo plano. Se inclinó hacia atrás y sonrió a los bellos chicos a su alrededor, asombrándose ante sus vestidos de colores brillantes y corbatas de seda. Sus párpados se sintieron pesados, y sus extremidades se relajaron en el sofá.

            De repente, se despertó. Una pareja estaba besándose al otro lado de la habitación, las manso de cada uno estaban completamente encima del otro, sus lenguas se agitaban. Otra pareja se estaba besando junto al piano de cola. Estaban tan concentrados que se apoyaron en las teclas, un campaneo de sonidos se escuchó. Había una masa de chicos mirando un gabinete de vidrio de loza de porcelana en el rincón, remarcando lo impresionantes que eran los diseños de los platos. Quinn estaba de pie junto a la entrada, contando una historia de cuando su ama de llaves siempre decía acruzar en vez de cruzar con una voz arrogante de la-gente-del-aseo-es-tan-baja. Los ojos de Jessie estaban vidriosos y rojos, y estaba contorneando sus uñas frente a su cara como si fueran asombrosas.

            Spencer se rascó los ojos. ¿Cuánto tiempo había estado ida?

            “¡Nudista!” alguien gritó, y un chico con una boina de Princeton y nada más, corrió por la sala, con un brownie a medio comer en su mano. Un par de chicos se quitaron la ropa y lo siguieron por el pasillo.

            Harper apareció sobre Spencer y la levantó. “Únete, ¡Dormilona!”

            Spencer se sacó su vestido de algodón torpemente, se sentía desnuda en su ropa interior. Siguieron la fila de estudiantes por la biblioteca, el comedor, y luego la cocina, una bandeja de nachos estaba de cabeza en la mesa, y, por alguna razón, un rollo de papel higiénico estaba enredado en el candelabro sobre la isla. Su bandeja de brownies estaba casi vacía. Spencer sacó el último trozo y se lo metió a la boca.

            Cuando volvieron a la sala, aun mas chicos estaban besándose, y un grupo estaba jugando una versión de Twister nudista, usando la grande alfombre en el centro de la habitación como tablero. Spencer volvió a hundirse en el sofá. “¿Soy yo, o esta fiesta de repente se puso bien loca?” le preguntó a Harper.

            “¿No es genial?” Los ojos de Harper brillaban. “Todos se están volando, ¿cierto?”

            Uh, ¿no es esa la idea? Spencer quiso decir, pero Harper ya se había dado vuelta y estaba mirando la ventana. “Hey, ¿sabes que quiero hacer?” Dijo emocionadamente. “¡Hacerme un vestido de cortinas tal como Scarlett O’Hara lo hizo en Lo que el viento se llevó!”

            Brincó a la orilla de la ventana y arrancó las cortinas de los fierros antes de que alguien pudiera detenerla. Luego, sacando un abrecartas de un escritorio cercano, rompió la tela en largas tiras. Spencer se medio rió, medio apenó. Probablemente esas eran valiosas cortinas antiguas.

            Quinn sacó su celular. “Esto es genial. ¡Debería ser nuestra película para el festival!”

            “¡Y quiero que todas nostras seamos las estrellas!” Harper dijo efusivamente, tropezándose en las silabas. Miró a Spencer. “¿Puedes grabarnos con tu celular?”

            “Está bien,” Spencer dijo. Buscó la función de video en su iPhone y comenzó a grabar. Harper tiró aun más las cortinas y sacó el relleno de los cojines del sofá de cuero, parecía loca.

            “¡Sí!” Daniel, el chico que había dado la fiesta el viernes, tomó una franja de la tela de la cortina y la envolvió alrededor de su cuerpo desnudo—él había sido parte del desfile nudista—como una toga. Unos cuantos otros chicos los imitaron, y todos marcharon en un círculo gritando “¡To-ga! ¡To-ga! ¡To-ga!”

            Mientras pasaban desfilando, Spencer vio de reojo a un chico con cabello largo oscuro. ¿Era Phineas? No lo había visto desde antes de su encuentro con la ley en Penn el año pasado. Pero cuando parpadeó, se había desvanecido, como si nunca hubiera estado allí. Presionó sus dedos en su frente e hizo muchos círculos lentamente. Estaba tan volada.

            Spencer le dio la espalda a Harper. Aparentemente se había aburrido de arruinar las cortinas y ahora estaba tirada en la alfombra con las piernas en el aire. “Me siento tan...viva,” decía. Luego miró a Spencer. “Hey. Tengo algo que decirte. ¿Conoces a ese chico, Raif—Reefer? Está enamorado de ti.”

            Spencer gruñó. “Qué perdedor, ¿Cómo entró a Princeton, de todos modos? ¿Es tradición académica?”

            Los ojos de Harper se ampliaron. “¿No lo sabes?”

            “¿Saber qué?”

            Harper puso sus dedos en su boca y rió. “Spencer, Reefer es, como, un genio. Como Einstein.”

            Spencer se rió “Eh, no lo creo.”

            “No, hablo en serio.” De repente Harper se parecía completamente sobria. “Obtuvo una beca completa. Inventó un proceso químico que, como que, convierte plantas en energía renovable realmente barata. Recibió una subvención MacArthur Genius.”

            Spencer resopló. “Em, ¿estamos hablando de la misma persona?”

            La expresión de Harper aun estaba seria. Spencer se apoyó hacia atrás en sus codos y dejó que esto se procese. Reefer era... ¿inteligente? ¿Ridículamente inteligente? Pensó sobre l que le dijo ayer en su casa. No juzgues a un libro por su portada. Comenzó a reír. La risa se vino de golpe y comenzaron a salir lagrimas de sus ojos y apenas podía respirar.

            Harper comenzó a reír también. “¿Qué es tan divertido?”

            Spencer negó con la cabeza, ni siquiera segura. “Me he comido muchos brownies de hierba, creo. Soy fácil de embriagar.”

            Harper frunció el ceño. “¿Brownies de hierba? ¿Dónde?”

Los músculos en la boca de Spencer se sentían pegajosos y sueltos. Estudió muy cuidadosamente a Harper, preguntándose si esto también era una alucinación. “Cociné hierba en los brownies que traje,” dijo en una voz de ¿no-es-obvio?

            La boca de Harper formó una O. “No te creo,” susurró, dándole esos cinco a Spencer. “Esa es la mejor idea de todos los tiempos.” Comenzó a reírse de verdad. “¡Por eso me siento tan alegre! ¡Y yo pensé que alguien había aliñado el ponche con absenta!”

            Spencer se rió nerviosamente. “Bueno, no es necesariamente por mis brownies, ¿o sí?” Harper había comido todos los tipos de platos, después de todo. Quién sabía lo que los demás habían cocinado en los platos.

            Cuando notó la mirada confundida en la cara de Harper, todo se puso de cabeza. Quizás ninguno de esos otros platos tenía substancias ilegales en su interior. ¿Y si eran los brownies de Spencer los que estaban poniendo tan locos a todos?

            Miró a su alrededor. En un rincón había una chica alimentando a otra con un bocado de algo empalagoso que parecía brownie. Dos chicos junto a la ventana comían brownies como si fueran su última comida. Los brownies estaban por todas partes. En platos dejados en mesas. En las manos de la gente mientras tragaban ponche. EN las mejillas y bajo las uñas y entre las fibras de la alfombra. Una bandeja a medio comer sobre la mesa. Otra se balanceaba en el radiador. Spencer miró a la cocina. Sus tres bandejas de brownies aun estaban allí, con el fondo un poco arañado. ¿Alguien más había traído brownies o ella había traído cinco en vez de tres? Su mente se sentía tan dispersa ahora que no podía pensar claramente.

            Su piel cosquilleaba. Harper parecía emocionada por la broma del brownie-de-hierba. Pero era una cosa si sus brownies eran una de muchas comidas ilegales en la fiesta, y otra si eran la única poción secreta que hizo que todos actúen como locos.

            Las paredes se sentían como si se estuvieran acercando. “Ya vuelvo,” le murmuró a Harper, parándose. Esquivó un grupo de chicos haciendo ángeles de nieve en la alfombra y a un par de chicos en duelo con espadas antiguas sacadas de ganchos en la pared y tomó su abrigo de una pila cerca de la cocina. Frente a ella había una puerta pesada que guiaba al patio; pasó por ella y se quedó de pie en el fresco aire de final de invierno. Para su sorpresa, solo una delgada línea de luz solar brillaba entre los árboles. Debían haber pasado horas desde que llegó.

            Spencer salió del patio, tomando profundas bocanadas de frio aire. Los edificios de la Universidad brillaban en el horizonte. Una cartelera se veía en cielo, sosteniendo una foto de un bebé recién nacido y las palabras ESCOJA EL HOSPITAL DE PRINCETON PARA SUS MOMENTOS MÁS VALIOSOS.

            Hizo que Spencer piense en el día que se reunió con Emily en el hospital para su cesárea. Para cuando llegó ahí, aun desconcertada por la noticia de Emily, Aria y Hanna estaban de pie a su lado. La mandíbula de Spencer se abrió de golpe cuando divisó la barriga hinchada de Emily. Su corazón subió de ritmo cuando vio la borrosa imagen del bebe en el monitor junto a la cama de Emily. Era real.

            “¿Emily?” Una enfermera había dicho, asomando la cabeza por la puerta. “Están listos para que vayas. Es tiempo de que tengas tu bebé.”

            No había duda de que Spencer y las otras estarían allí para la cirugía de Emily. Se vistieron con batas azules y siguieron la camilla hacia una sala de operaciones. Emily estaba aterrorizada, pero las tres le sostuvieron sus manos todo el tiempo, diciéndole que ella era fuerte e impresionante. Spencer no tuvo las agallas para mirar sobre la cortina para ver a la obstetricia cortar el abdomen de Emily, pero en minutos, gritó feliz. “¡Una saludable niñita!”

            El doctor levantó una criatura pequeña, perfecta, sobre la cortina. Tenía piel roja y arrugada, enanos ojos cerrados, y una gran boca gritando. Los ojos de todas se llenaron de lagrimas. Era impresionante y triste, todo a la vez. Apretaron con fuerza las manos de Emily, agradecidas de haber podido compartir esto con ella.

            Afortunadamente, el bebé no necesitó ir a la Unidad de cuidados intensivos neonatal, lo que significaba que las chicas pudieron seguir con su plan de escabullir a la mamá y al bebé afuera del hospital esa misma noche. A media noche, cuando había cambio de turno de enfermeras, las chicas ayudaron a Emily a bajarse de la cama y a ponerse su ropa. Vistieron a la bebé tan tranquilamente como pudieron y salieron de puntillas de la sala de Emily. La sala de maternidad estaba silenciosa y tranquila. Había enfermeras cuidando recién nacidos en la sala de bebés. Cuando una doctora dio vuelta a la esquina, Spencer la distrajo preguntándole como llegar a la cafetería. Las otras llevaron a Emily y a la bebe al ascensor. Una vez que todas estaban en el primer piso, nadie las miró dos veces.

            Se desplazaron hasta el estacionamiento, las luces de Philadelphia centelleaba a su alrededor. Pero mientras se subieron al auto de Aria, un revuelo de actividad tras una de las vigas de concreto captó la mirada de Spencer. Los nervios invadieron su estómago. ¿Era ilegal sacar un bebé del hospital antes de que sea dado de alta? Se quedó de pie por un momento, esperando que quien sea que sea se revele, pero nadie lo hizo. Se imaginó que solo estaba cansada, aunque ahora no estaba tan segura. Quizás A había estado allí. Quizás A lo había visto todo.

Snap.
           
Spencer volvió al presente con un sobresalto. Arboles oscuros la rodeaban. Las ramas rasgaban su piel. La corteza de los arboles daba vueltas psicodélicamente; las estrellas estaban gigantes y brillantes en el cielo, como una pintura de Van Gogh. ¿Qué rayos tenía esa marihuana?
           
Había un sonido de alguien caminando entre las hojas. Spencer se rascó los ojos. “¿Hola? ¿Quién está allí?”
           
No hubo respuesta. El crujido se hacía más y más fuerte. Spencer parpadeaba, buscando el camino de vuelta a la casa Ivy, pero su visión estaba distorsionada y borrosa. “¿Hola?” gritó otra vez.

            Una mano tocó su hombro, y gritó. Agitó sus brazos, tratando de ver quién era, pero sus sentidos estaban muy confusos, la noche muy oscura. Sus piernas cedieron, y se sintió cayendo, cayendo, cayendo. Lo último que recordaba haber visto fue una silueta oscura de pie junto a ella, mirándola. Quizás quería herirla. Quizás quería deshacerse de ella para siempre.

            Y entonces todo se puso negro.