lunes, 29 de abril de 2013

Stunning - Capítulo 18: La casa de sus sueños


“¡Bienvenidas al puertas abiertas!” una animada agente inmobiliaria con una melena negra y tiesa dijo mientras acompañaba a Aria y a Emily por la puerta abierta de la casa 204 en Ship Lane. Le pasó en la mano a cada una una tarjeta de presentación. “Mi nombre es Sandra. ¡Pase a mirar!”

Emily dio vuelta la tarjeta. Permítame encontrarle la casa de sus sueños, decía el slogan de Sandra. “De hecho, me preguntaba si—” comenzó a decir, pero Sandra ya estaba atendiendo a una nueva pareja que había entrado tras ellas.

Sacudiendo su paraguas y sacándose el gorro de su abrigo para la lluvia, Emily entró al recibidor de la casa por la que había estado obsesionada los últimos siete meses. Estaba vacío, y solo quedaba poco rastro de los Bakers. El aire olía a vela de menta y a Windex. Las murallas estaban pintadas de un azul alegre, y en el closet abierto había un envoltorio plástico azul del Centinela de Philadelphia.

Había pequeños rasguños en el piso de madera dorada, de garras de perro, y alguien había dejado un adorno de ojo de dios colgando en la puerta.

Emily miró la línea de metal que separaba el recibidor con piso de cerámica del living con piso de madera, asustada de entrar aun más en la casa. ¿Realmente estaba lista para ver este lugar?

            Aria se dio vuelta hacia Emily, como si sintiera su recelo. “¿Estás bien?”

            “Ajá,” Emily dijo aturdida. “Gracias por juntarte conmigo.”

            “No es problema.” Aria tenía una mirada preocupada, pero cuando notó que Emily la estaba mirando, rápidamente sonrió otra vez.

            “¿ estás bien?” Emily preguntó.

            La mandíbula de Aria tembló. “No quiero molestarte con eso. Ya tienes suficientes problemas.”

            Emily giró sus ojos. “Vamos. ¿Qué?”

            Luego de un momento de duda, Aria se acercó, sus aros de plumas rozaban las mejillas de Emily. “Está bien. Me llegó una nota de A hace como una hora.”

            La boca de Emily se abrió de golpe. “¿Qué decía?”

            Aria juntó sus brillantes labios. “No importa. Algo estúpido. Pero yo estaba en la casa de Noel, y A tomo una foto de algo al final de la entrada de Noel. A estuvo tan cerca, y no pude ver quién era.”

            Un escalofrío subió por la espina dorsal de Emily. “¿Recuerdas la nota que yo recibí en mi auto en el puente cubierto? ¿Esa de mí con Tabitha? A también estaba muy cerca.”

            Aria se salió del camino de dos personas más que habían entrado por la puerta frontal. “¿Cómo es que seguimos perdiéndonos a A? ¿Y cómo lo hace A para saber siempre dónde estamos?”

            “Ali siempre sabía donde estábamos,” Emily dijo calmadamente.

            Los hombros de Aria se cayeron. “Em, A no es Ali. No hay modo.”

            Emily cerró los ojos. Estaba tan cansada de tener la misma discusión una y otra vez. Pero ella no podía explicar por qué estaba convencida de que Ali no estaba muerta—tendría que confesar que había dejado la puerta abierta en la casa incendiada en Poconos.

            Aria entró al living. La alfombra azul tenía profundas marcas de donde habían estado los muebles. “A es Gayle definitivamente, Em. ¿Recuerdas lo extraña que actuaba ese día en la cafetería? Es completamente capaz de perseguirnos.”

            “Pero no tiene sentido.” Emily miró por sobre su hombro para asegurarse de que una pareja de ancianos que usaban sweaters con rombos no estaba escuchando. “Gayle no tiene conexión con Jamaica. ¿Cómo podría saber lo que hicimos?”

            “¿Estás segura de que no le dijo nada a nadie?” Aria preguntó. “¿Qué hay de ese amigo tuyo, Derrick? El trabajaba para Gayle, ¿cierto? ¿Estás segura de que no se te salió nada sobre Tabitha?”

            Emily se dio vuelta y miró a Aria. “¡Por supuesto que no! ¿Cómo puedes siquiera pensar eso?”

            Aria levantó las manos en rendición. “Lo siento. Solo trato de cubrir todas las bases.”

            La voz de Sandra se escuchó en la otra habitación, diciéndole a un potencial comprador los metros cuadrados y las renovaciones de la cocina. Emily trató de tragarse su molestia, sabía que Aria no estaba tratando de acusarla de nada. Caminó hasta el living y subió las escaleras al segundo piso. El dormitorio principal era la primera habitación a la derecha.

            La habitación estaba pintada color gris y tenía cortinas de madera en las ventanas. Emily se podía imaginar una cama en una pared, una cómoda en otra. Pero no se podía imaginar a los Bakers viviendo entre esos muros. ¿Serían noctámbulos o mañaneros? ¿Comían galletas y papas fritas en la cama, dejando migas en las sabanas? ¿Cuántas lágrimas habrían acobijado por no poder tener un hijo?

            Fue una de las primeras cosas que los Bakers le dijeron a Emily cuando ella los conoció—habían tratado por cuatro años sin resultados. “Ambos trabajamos con niños todo el día, y nos encantaría tener unos nuestros,” la Sra. Baker dijo seriamente. “Siempre hemos querido ser padres.” Los dedos del Sr. Baker apretaban la mano de su esposa fuertemente.

            Ahora, Emily caminaba en el perímetro de la habitación, tocando el interruptor de la luz, siguiendo una pequeña trizadura en la pared, y asomando su cabeza en el closet vacío. Se podía imaginar lo encantados que los Bakers habían estado cuando supieron que ella los había escogido como los padres adoptivos de su bebe. Probablemente se habían tendido en la cama esa noche, soñando con su hijo, fantaseando sobre clases de natación, vacaciones, y el primer día de escuela. Luego se imaginó el shock de los Bakers cuando supieron que Emily había cambiado de opinión. Le preguntó a Rebecca, la coordinadora de adopción, que les pase el mensaje—había sido muy gallina como para decírselo ella misma a los Bakers.

            Rebecca había estado confundida. “Entonces... ¿Te quedas con el bebé?” preguntó.

            “Eh, solo me salió otra alternativa,” Emily dijo evasivamente, no quería admitir que había encontrado otros padres adoptivo—o que Gayle le había ofrecido un montón de dinero.

            La coordinadora llamó de vuelta un poco más tarde y le dijo a Emily que los Bakers habían sido muy corteses con su decisión. “Quieren que tu bebe tenga el mejor hogar posible, y si tú crees que eso es en otro lugar, lo entienden,” Rebecca dijo. De cierto modo, eso decepcionó a Emily: Hubiera preferido que se hubieran puesto furiosos con ella. Se lo merecía.

            Emily pensó un montón en los Bakers luego de que tomó la decisión de darle el bebé a Gayle, especialmente luego de que Gayle comenzó a llamar a Emily todo el tiempo. Cada vez que el teléfono de Emily sonaba, era Gayle, viendo cómo estaba. Al comienzo, Emily lo dejó pasar, racionalizando el hablar rápido de Gayle, su risa temblorosa, sus preguntas nerviosas. Solo estaba emocionada, ¿cierto? Trató de justificar por qué no había conocido al marido de Gayle, el potencial padre, aun—Gayle dijo que él estaba muy ocupado, pero estaba cien por ciento abordo. Cuando su teléfono comenzó a sonar cada hora, Emily dejó pasar las llamadas a buzón de voz, la ansiedad crecía más aguda y más amarga en su interior. Algo no estaba bien. Comenzó a buscar medios para salirse de eso. Le temía al día en que tuviera que entregar al bebé.

La gota que derramó el vaso fue dos semanas antes de la cesárea programada de Emily. Derrick le había pedido a Emily que lo recoja en la casa de Gayle luego del trabajo un sábado; iban a ir al acuario de Camden. Emily no le había dicho a Gayle que iba a ir; estaba muy cansada como para lidiar con ella. Luego de estacionar el auto en la gran entrada, caminó hacia la puerta principal y miró por la ventana. Gayle estaba de pie en el recibidor con su espalda hacia Emily, hablando por teléfono. “Si, es cierto,” estaba diciendo. “Tendré un bebé. Lo sé, lo sé, apenas he ganado peso, pero supongo que soy una de esas embarazadas afortunadas.”

            Emily casi se cayó del pórtico. ¿Qué clase de loca persona pretendía que estaba embarazada cuando no lo estaba? ¿Iba a tratar de pasar a la bebé de Emily como si fuera suya? Le dejó un sabor terrible en la boca. Los Bakers le habían dicho a Emily que la bebé sabría que había sido adoptada. Incluso le contarían sobre Emily. ¿Sobre qué más sobre el bebé mentiría Gayle?

            Ella huyó de vuelta a su auto, prendió rápido el motor, y condujo lejos, muy enojada para siquiera dejarle un mensaje a Derrick. Todo estaba tan claro en ese momento. No había modo de que Gayle recibiera su bebé. El dinero no importaba. La vida privilegiada que el bebé podría tener bajo el cuidado de Gayle no importaba. Así que, el día siguiente, llamó a Gayle y le dijo que el doctor le había reprogramado la cesárea para dos días después de lo originalmente planeado. Luego llamó a Aria, Hanna, y Spencer, pidiéndoles su ayuda.

            “¿Emily?” Aria dijo ahora. “¡Em, tienes que venir a ver esto!”

            Emily siguió la voz de Aria hacia un pequeño dormitorio por el pasillo. “¡Mira!” Aria dijo, abriendo los brazos.

            Emily dio una vuelta. Los muros estaban pintados con líneas verdes y amarillas. En el muro lejano había un mural de un tren de circo, un leo, tigre, elefante, y un mono mirando por los vagones. Arriba del mural había una calcomanía que decía Violet, la o era una carita feliz, y la t tenía una flor en la parte de arriba.

            “Era su habitación,” Aria susurró.

            Los ojos de Emily se llenaron de lágrimas. Recordó a los Bakers diciéndole que habían diseñado un cuarto para el bebé en colores neutrales, dejando un espacio en el muro para un nombre de chico o chica. Pero no le habían dicho sus opciones a Emily, diciendo que querían ver cómo se veía el bebé antes de hacer la decisión final. El nombre Violet, pensó, era perfecto.

            “Es tan bello,” Emily susurró, caminando hacia el pequeño asiento de la ventana y acomodándose en almohadón. Aun había marcas de donde habían estado la cuna y el mudador. Cuando los Bakers encontraron al bebé en la entrada, ¿La habrían traído aquí a dormir? No, Emily concluyó. No esa primera noche. Probablemente habían sostenido a la bebé hasta que el sol salió, sorprendidos de que fuera suya. Asustados también. Probablemente hicieron planes para mudarse esa misma noche para evitar preguntas y asegurarse de que no les quitaran al bebé.

            De repente, Emily estaba segura de algo: Los Bakers hicieron todo lo que pudieron por el bebé. Habían desarraigado sus vidas solo para asegurarse de que podrían quedársela, su felicidad significaba más que su comunidad, su casa. Eso valía más que cualquier cantidad de dinero. Había tomado la decisión correcta al entregarle su hija—Violet—a ellos.

            “Hey,” Aria dijo tiernamente, notando la cara con marcas de lágrimas de Emily. Puso sus brazos alrededor de Emily y la apretó fuertemente. Emily también la abrazó, y se quedaron de esa forma por muchos minutos. Se sentía feliz y triste al mismo tiempo. Era maravilloso saber que el bebé tenía una casa con tanto amor, pero odiaba no saber a dónde habían ido los Bakers.

            Emily se alejó de los brazos de Aria y miró por las escaleras para encontrar a la corredora de propiedades, de repente llena con un propósito. Sandra estaba en la cocina, reordenando papeles en una carpeta.

            “Disculpe,” dijo. Sandra se dio vuelta, con una sonrisa plástica congelada en su cara. “La familia que vivía aquí antes. ¿Sabe lo que les pasó?”

            “Si mal no recuerdo, se fueron en Septiembre, creo.” Sandra pasó por una carpeta de archivos con información sobre la casa. “Sus nombres eran Charles y Lizzie Baker.”

            “¿Tiene alguna dirección?” Emily preguntó.

            Sandra negó con la cabeza. “¿Eras tú quien me envió un email sobre esto?”

            “¿Email?” Emily levantó una ceja, “No...”

            Sandra sacó su BlackBerry y miró la pantalla. “Qué divertido. Me llegó un email con la misma pregunta. Alguien que también quería saber a dónde habían ido los Baker.”

            Aria, quien acababa de llegar a la cocina, tosió. “¿Recuerda quién envió el email?”

            Sandra miró su BlackBerry. “Juraba tenerlo aquí, pero quizás lo borré. Era el nombre de una mujer, definitivamente. ¿Quizás comenzaba con G?”

            “¿Gayle Riggs?” Aria dijo.

            La cara de Sandra se iluminó. “Si, ¡Creo que ese es! ¿La conocen?”

            Emily y Aria intercambiaron miradas. Emily nunca le había dicho a Gayle a quien había escogido inicialmente para entregarle el bebé. La agencia de adopciones nunca habría entregado esa información tampoco. ¿Y si de algún modo se había enterado? ¿Y si A le había dicho? ¿Y si—el corazón de Emily comenzó a latir fuertemente—Gayle estaba tratando de encontrar al bebé?

            De repente, un ping sonó desde el interior de la cartera de Aria. Lo sacó y miró su celular. “Hanna dice que ha estado tratando de contactarte, Em.”

            Emily buscó en su bolsillo su celular y miró la pantalla oscura. “La batería está muerta.”

            Los ojos de Aria aun estaban en su celular. Presionó un botón y suspiró. “Mira esto.” Se lo pasó a Emily. Dile a Em que es urgente, un mensaje de Hanna decía. Creo que Gayle está tras el bebé. Llámame tan pronto como sea posible.

            “Oh Dios mío,” Emily susurró.

            Otro ping sonó cuando un nuevo mensaje llegó al celular de Aria. El remitente era un enredo de letras y números. Aria llevó su mano a su boca. El corazón de Emily latía rápidamente mientras leyó las palabras.

            Supongo que Emily no es la única buscando ese paquete de alegría. ¿Quién llegará primero?—A

domingo, 28 de abril de 2013

[PDF] [EPUB] Pretty Little Liars en español e inglés - Sara Shepard

La saga de Pretty Little Liars completa en inglés y también en español (Traducción no oficial). Los créditos por trabajo de traducción están en cada pdf. Los comentarios de esta entrada no se cargan más, así que los deshabilité. Cualquier cosa está mi correo y las otras entradas para dejar comentarios :)

Si algún link se cae, por favor díganmelo por medio de un comentario o enviándome un email a dani.traducciones@gmail.com

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viernes, 26 de abril de 2013

Stunning - Capítulo 17: ¡Sonrie! ¡Te estamos grabando!


           La tarde del Sábado, Aria estaba en la sala de juegos de los Kahn, una gran parte del sótano, seccionada, finalizada con una mesa de pool, muchas maquinas de pinball, y una gran mesa de póker cubierta con fieltro. Noel, los padres de Noel, y su hermano mayor, Eric, estaban de pie alrededor de la mesa de pool con ella, mirando las bolas en juego. La Sra.Khan  entizó su taco y metió la bola seis en la buchaca de la esquina
Si,” La Sra. Khan dijo remilgadamente, volviendo a enderezarse y soplando la punta del taco como si estuviera echando humo.
“Buena esa, querida.” El Sr. Kahn codeó a Noel y a Eric. “Creo que las damas nos están ganando.”
Noel hizo un puchero. “Eso es porque es cinco contra tres.”
Aria consideró reclamar, mirando a Klaudia, Naomi Zeigler, y Riley Wolfe, las tercera, cuarta, y quinta miembros del equipo de pool femenino. No habían dado ni un lanzamiento. Aria sabía que solo estaban allí para hacerla sentir incomoda.
“¿Klaudia?” La Sra. Kahn dijo dulcemente. “¿Quieres jugar?”
“Es bien.” Klaudia miró a Aria. “Estoy esperando una llamada de mi nuevo novio. El escritor quien vive en New York.”
“Creo que lo conoces, Aria,” Naomi dijo, y Riley se puso a reír.
Aria sujetó fuertemente el taco de pool, resistiendo la necesidad de lanzarlo contra ellas.
Noel se acercó a Aria, puso su brazo alrededor de ella, y le dio un largo, y apasionado beso. Sintió a las chicas moviéndose incómodas tras ellas, y cuando abrió sus ojos, Klaudia estaba mirando a otro lado a propósito. Aria puso su mano en la de Noel, agradecida. “¿Qué hice para merecerte?” susurró.
“Lamento que te estén rechazando.” Noel giró sus ojos en dirección a ellas.
Aria se encogió de hombros. “Estoy acostumbrada.”
Era el turno del Sr. Kahn, y él se enrolló las mangas de su camisa azul de Brooks Brothers, se acercó a la mesa, y golpeó la bola blanca con precisión laser. Esta se fue a la orilla y chocó contra la número seis, enviando dos bolas más a la buchaca.
La Sra. Kahn aplaudió. “¡Un lanzamiento brillante, querido! Aun tienes el toque mágico.”
El Sr. Kahn miró a sus hijos. “¿Mamá alguna vez les contó que yo jugué pool por dinero una vez en Monte Carlo?”
“Te veías tan sexy,” la Sra. Kahn se le acercó, besando la mejilla del Sr. Kahn.
“Oigan, asqueroso.” Noel se cubrió los ojos.
El Sr. Kahn tomó las manos de su mujer y comenzó a bailar vals con ella por la habitación. “Tenemos que practicar para la Gala de Disfraces del Museo de Artes el próximo mes.”
“No puedo esperar,” dijo la Sra. Kahn. “Es tan adorable disfrazarse, ¿no lo es, querido?” miró a los demás. “Iremos como Marie Antoinette y Louis XVI.”
“Seremos una pareja adorable.” el Sr. Kahn bajó a su mujer tanto que su cabeza casi tocó la alfombra. “Disfruto un buen disfraz.”
Aria estaba tan sorprendida que casi se tragó su goma de mascar. Pero cuando vio a los Kahn dando vueltas por la sala de juegos, se sintió relajada. Sin importar qué hacía el Sr. Kahn en su tiempo libre, esta era una pareja que se amaba. Probablemente había una explicación lógica de por qué el Sr. Kahn se había disfrazado como una mujer en Fresh Fields. Quizás estaba metiéndose en el personaje para su disfraz de la Gala del Museo de Artes—la gente gastaba miles de dólares en ostentosos disfraces para ese evento. O quizás había perdido una apuesta con un compañero de negocios.
Aria tomó la mano de Noel y la apretó fuerte, sintiéndose victoriosa. No había recibido ni un mensaje sobre esto, lo cual significaba que había ganado a A en el juego de A. Por una vez, ella estaba al control de la información, no al revés.
El Sr. y la Sra. Kahn siguieron bailando, y el juego de pool continuó. Los chicos metieron el resto de las bolas, dirigiéndose a la victoria. Después, Noel abrazó a Aria. “¿Quieres salir de aquí? ¿Escaparnos a ver una película en el Ritz, quizás?” Sus cejas se levantaron sugestivamente. Ir al Ritz era el código de sentarse en la fila de atrás y besarse.
Justo entonces, el Sr. Kahn aplaudió. “¿Que dicen de ir a una heladería? Hay un lugar nuevo en Yarmouth que me he estado muriendo por probar.”
“Ooh, oí que ese lugar era divino.” La Sra. Kahn deslizó los tacos de pool de vuelta a su lugar. “Yo voy.”
“Podría ir,” Eric dijo.
Naomi hizo una cara. “Los helados son, como, pura grasa.”
“Yo no gusta cosas que son frías—solo caliente,” Klaudia dijo, poniendo ojos sexys a Eric, quien la ignoró. Aparentemente también había captado el mensaje de que Klaudia era loca.
Noel miró como disculpándose a Aria, probablemente pensando que ella quería salir de allí, pero Aria solo se encogió de hombros. No tenía tiempo para ir al cine con Noel de todos modos—tenía que juntarse con Emily en el puertas abiertas de Bakers en una hora y media.
“Creo que helado sería genial,” dijo al Sr. Kahn
“Fantástico.” el Sr. Kahn ya estaba a medio camino por las escaleras. “Iré a recogerlo.”
“Pero el clima está tan triste.” la Sra. Kahn miró por la puerta del sótano que daba al patio vio la lluvia apozándose en el patio de ladrillos. “Odiaría que condujeras todo el camino hasta Yarmouth.”
“No me importa,” El Sr. Kahn dijo por sobre su hombro. “¿Por qué no me dan todos sus ordenes?”
Noel, Aria, Eric, y la Sra. Kahn subieron las escaleras tras el Sr. Kahn y esperaron mientras él sacó el menú de una carpeta de cuero de un cajón del gabinete. Eligieron sus sabores, y el Sr. Kahn hizo la llamada. Cuando se estaba poniendo su chaqueta para la lluvia, la Sra. Kahn tocó su brazo. “¿Quieres que vaya contigo?”
El Sr. Kahn la besó suavemente en los labios. “No tiene sentido que los dos nos empapemos. No tardaré.”
Cerró la puerta frontal, y el motor de su auto partió. La Sra. Kahn y Eric desaparecieron en el estudio, y Noel fue al baño, dejando a Aria sola en la cavernosa cocina. La gran casa de repente estaba muy quieta y abrumadora, el único sonido era de la lluvia contra el techo. De repente un trueno sonó, y la habitación se oscureció. Aria gritó. “¿Noel?” llamó, sintiendo las murallas.
En algún lugar a la distancia, alguien—quizás Naomi—se rio. Otro trueno sonó, haciendo temblar las ollas y sartenes colgando sobre la isla, Iluminando la habitación. Por medio segundo, Aria estaba segura de que vio un par de ojos mirándola desde afuera de la ventana trasera. Gritó otra vez.
Luego las luces volvieron con un destello. El refrigerador zumbaba calmadamente, las luces recién vueltas, lanzaron un pacífico brillo amarillo por la habitación, y los ojos de la ventana se habían ido. Cuando Aria miró abajo, vio que su celular, el cual estaba en su bolsillo, estaba parpadeando. Lo tomó y tragó saliva. Un nuevo mensaje de texto de anónimo.
Presionó LEER, temiendo por lo que podría ver.
Era una foto de una mujer de cabello rubio aplicándose lápiz labial color rojo cereza en el asiento de enfrente de su auto. La mujer usaba una camisa azul y un caro reloj de oro—los mismos que el Sr. Kahn había usado durante el juego de pool. Añade el detalle revelador las cejas frondosas y boca recta, y cualquiera sabría que era él. El reloj en el tablero de su auto decía 1:35—hace tres minutos. La alta águila de metal en el poste en el rincón de la foto era el águila de la reja frontal de los Kahn. Se había puesto la peluca antes de siquiera haber dejado la propiedad.
Aria corrió a la ventana, segura de que había visto a alguien acechando al final de la entrada de autos, pero no había nadie allí. Se formó sudor en su frente. No.
“¿Aria?” Noel llamó desde el pasillo. “¿Estás bien?”
Aria dejó caer la cortina y se dio vuelta. Noel estaba caminando hacia ella. Buscó torpemente el botón BORRAR en su teléfono, no queriendo que Noel vea la foto, pero en vez de eso su dedo presionó la flecha derecha, sacando una nota que venía con la foto. Mientras Aria la leía, su corazón se detuvo.
Los secretos son todo un desprestigio. Rompe con tu adorado novio, o esta foto será pública. —A


sábado, 20 de abril de 2013

Stunning - Capítulo 16: Corriendo por su vida



“¡Todos se ven bien!” Hanna dijo a la estruendosa multitud por la avenida principal en la carrera anual de 10k del hospital de Rosewood. Era la mañana del sábado, y una tranquila lluvia caía. El pelo de Hanna se veía como basura y su maquillaje estaba corrido, pero había prometido a su papá que entregaría chapas de Tom Marin y regalos.

            “¡Tenga una banana!” le dijo a un flaco anciano que corría jadeando en un impermeable trasparente, pasándole una banana con un sticker que decía VOTE POR TOM MARIN en la cáscara. “¡Vote por Tom Marin!” les pasó vasos con agua impresos con la frase TOM MARIN a dos mujeres gorditas de mediana edad que estaban caminando la carrera, sosteniendo juntas un paraguas. “¡Vamos, vamos, vamos!”

            Kate, quien estaba junto a ella con la capucha de su anorak apretada tensamente, se rio. “No creo que tus animaciones vaya a hacer que ellas se muevan más rápido.”

            “Probablemente no,” Hanna se rio mientras los gruesos traseros de las mujeres de mediana edad desaparecieron por la curva.

            “¿Por qué no estás corriendo?” Kate le pasó una banana a medio pelar a una mujer flaca como un galgo inglés con audífonos del iPod en sus oídos. “Recuerdo que mi mamá me hizo animarte el año pasado.”

Hanna se encogió de hombros. El año pasado, corrió la carrera con Mike—y lo venció por un par de segundos. Después lo celebraron con un gran bowl de pasta en Spaghetti Heaven y estaban tan inspirados por sus tiempos que se registraron para unas cuantas otras carreras, a las cuales irían este verano. Pero Hanna no había ido a correr ni una vez desde que rompió con Mike.

            Miró de reojo a Kate. “De hecho, la mejor pregunta es por qué no estás corriendo.” Kate había sido campeona en el equipo de Cross-country en su vieja escuela en Annapolis. Isabel nunca dejaba de hablar de eso.

            Kate pasó sus dedos por su cola de caballo castaño. “Porque Naomi y Riley se registraron primero. La carrera no es suficientemente grande para las tres.”

            Hanna puso más agua en los vasos, solo para hacer algo con sus manos. “¿Todavía están peleadas?”

            “Si.” Kate aplaudió fuertemente a los corredores que pasaban. “La pelea es solo con Naomi. No Riley.”

            Hanna miró extrañada a Kate, esperando que fuera a explicar mejor. ¿La pelea seguía siendo sobre ella? ¿Kate era pro-Hanna, o anti-Hanna? Pero entonces el teléfono de Kate sonó, y se refugió bajo el toldo de la tienda de café tras ellas para responder la llamada. Hanna vio mas gente pasando. Había chicos de la Universidad de Hollis, sus poleras apegadas a sus cuerpos. Habían personas del tipo entusiastas súper-atletas usando camisetas deportivas y zapatillas de atletismo. De repente, dos siluetas familiares aparecieron por la curva. El cabello negro-azulado de Mike estaba apelmazado contra su cabeza, y usaba una polera blanca manga larga, shorts deportivos sueltos y negros, y Nikes amarillo neón. Su mano derecha estaba firmemente tomada de la de Colleen. Estaban usando atuendos que combinaban—solo que la polera blanca de Colleen ahora se traslucía por la lluvia. Dolía ver que el hobby de Mike-y-Hanna era ahora el hobby de Mike-y-Colleen.

            Hanna trató de agacharse tras la mesa de agua, pero Colleen la vio y puso una gran sonrisa. Mierda. Trotaron hacia ella respirando con dificultad. “¡Ohmidios, Hanna, que dulce que estés regalando agua!” Colleen dijo efusivamente, aceptando un vaso, tragándoselo, y tomando otro. “¡Gracias!”

            “¡Bébete todo el galón si quieres!” Hanna dijo entre dientes, queriendo meterle el vaso de papel por la garganta. Luego se volvió hacia Mike y le ofreció un vaso de agua también. “¿Pasándola bien?” dijo en la voz más dulce que pudo forzar, como si no hubieran sentimientos.

            “Si.” Mike se tragó de una vez el agua, luego sacó una banana de la bandeja. “Esa carrera es lo máximo. Amo ver tantos traseros de chicas en spandex húmedo.”

            “Mike,” Colleen lo regañó, sus cejas estaban arrugadas. Mike bajó la cabeza pidiendo perdón, y Colleen giró los ojos antes de trotar hacia un basurero cercano para botar su vaso vacío. Hanna levantó una ceja. ¿Colleen no soportaba las bromas sexuales de Mike? ¿Cómo tenían siquiera una conversación?

            Mike miró a Hanna con curiosidad. “Me sorprende que no estés corriendo este año.”

            Hanna se encogió de hombros. “Nop, el deber de papá llama.” le mostró la chapa de VOTE POR TOM MARIN que había puesto en su chaqueta. “Pero recuerdo la del año pasado. Luego de que terminamos nos metimos entre los arbustos y nos besamos, aun usando nuestras medallas.”

            Los labios de Mike temblaban. “Eh, si...”

            Hanna miró a Colleen. Estaba hablándole a uno de los otros voluntarios de Tom Marin junto al basurero. “Y luego fue la carrera de 10k en el Marwyn Trail este verano, cuando hacía tanto calor que nos metimos desnudos a ese estanque a medio camino. ¿Recuerdas esa anciana que casi nos pilló?”

            Las mejillas de Mike se pusieron rojas. “Hanna, no estoy seguro—”

            “Deberíamos haberlo hecho ese día, ¿No crees?” Hanna interrumpió.

            La manzana de Adam de Mike se movía de arriba a abajo. Abrió su boca, pero no salieron palabras. Podrá haber estado incómodo, pero definitivamente no parecía disgustado. Quizás el quería tener sexo con ella, después de todo.

            Hanna secó una gota de agua de la mejilla de Mike. “Sabes, mi papá tendrá una fiesta de campaña mañana por la noche,” murmuró a su oído. “Deberías venir.”

            Los labios de Mike se abrieron otra vez. Había un brillo intrigado en sus ojos, y Hanna podía asegurar que él estaba considerando decir que sí. Luego una mano agarró su brazo. “¡Hey, mis dos personas favoritas! ¿De qué hablamos?” Colleen preguntó.

            Mike pestañeó fuertemente, luego se enderezó. “La fiesta de campaña del Sr. Marin,” murmuró.

            Los ojos de Colleen se iluminaron. “¡Ohmidios! ¡Mike y yo estamos tan emocionados por eso!”

            Hanna miró a Mike, pero él estaba evadiendo su mirada a propósito. “Colleen se compró un vestido muy bonito,” dijo.

            “Sí,” Colleen se embelesó. “Es de la tienda de bebe en King James. ¿La conoces, Hanna?”

            Hanna se rió. “Si. Solo las putas compran allí.”

            La cara de Colleen se arrugó. Las cejas de Mike se levantaron, y luego él tomó la mano de su novia y se la llevó a la multitud de corredores. “Eso no fue muy simpático,” dijo sobre su hombro. Y luego se fue.

            ¿Qué. Rayos? Cuando Hanna contempló tirarles bananas cortadas a la parte de atrás de sus cabezas, una risa burlona se entonó en el aire, y el vello en la parte de atrás de su cuello se paró.

            Ping. Miró su teléfono, el cual estaba en el bolsillo de su chaqueta. Un nuevo mensaje de texto. Inquietantemente, era de un enredo de letras y números sin sentido.

            ¿Crees que Colleen es tan inocente como parece? Piénsalo de nuevo. Todos tienen secretos... incluso ella. —A

            Hanna miró el texto por mucho tiempo. ¿De qué rayos hablaba A?

            “¡Hanna! ¡Allí estás!”

            Su papá estaba de pie tras ella, afirmando un enorme paraguas a rayas. De pie junto a él había una alta y esbelta mujer vestida con un gorro impermeable, una polera de North Face, jeans de pierna recta, y botas peludas. De su brazo colgaba casualmente una cartera de Louis Vuitton, y un celular en su mano, y estaba mirando a Hanna con una expresión de sonrisa de superioridad. El estómago de Hanna cayó hasta el suelo por segunda vez en menos de un minuto cuando se dio cuenta de quién era.

            Gayle.

            “Oh.” sonó como un graznido. “H-hola.” Hanna miró el celular en la mano de Gayle. La pantalla estaba encendida, como si el teléfono hubiera sido usado recién. ¿Ella le había enviado ese mensaje a Hanna?

            “Hanna, la Sra. Riggs va a ayudarnos a hacer campaña,” dijo el Sr. Marin. “¿No es agradable de su parte?”

            Gayle movió su mano inapreciativamente. “Por favor. Cualquier cosa para ayudar con la causa de Tom Marin.” Guardó su teléfono en el bolsillo de su abrigo. “Lo siento por haber llegado tan tarde, Tom. Mi marido y yo estuvimos en Princeton por una cena anoche para celebrar el nuevo laboratorio para el cáncer que él fundó, y acabamos de volver.”

            “No es problema para nada.” el Sr. Marin miró la multitud de corredores. “Odio hacerte estar de pie en este clima. Si realmente insistes en ayudar, ¿quizás preferirías hacer llamadas en la tienda de café?”

            “Realmente no es problema,” Gayle dijo animadamente. “No me molesta un poco de llovizna. Y además, ¡puedo conocer a tu adorable hija!” Se volvió a Hanna, con una sonrisa de mal agüero. “Realmente quería hablar contigo en el encuentro del ayuntamiento, pero desapareciste, Hanna,” dijo dulcemente. “Supongo que querías estar con tus amigas, ¿huh?”

            “Si, muchos de los amigos de Hanna vinieron al encuentro del ayuntamiento,” dijo el Sr. Marin. “Todos han sido de gran apoyo para la campaña.”

            “Que lindo,” Gayle sonrió. “¿Quién era la chica pelirroja con la que te vi?”

            Hanna se puso rígida. “Ah, debes hablar de Emily Fields,” el Sr. Marin saltó antes de que ella pudiera detenerlo. “Ha sido amiga de Hanna por largo tiempo.”

            “Emily Fields.” Gayle pretendió contemplarlo. El Sr. Marin se dio vuelta para recibir una llamada, y Gayle se acercó. “Qué divertido, ella me dijo que se llamaba Heather,” añadió susurrando.

            Hanna se mordió con fuerza el interior de sus labios, sintiendo la caliente e impaciente mirada de Gayle. “No sé de qué habla,” murmuró.

            “Oh, yo creo que si sabes.” Gayle miró a la multitud que pasaba. “Creo que sabes exactamente de que hablo. No creas que no sé lo que está ocurriendo. No creas que no lo sé todo.”

            Hanna trató de mantener una expresión neutral, pero se sentía como si pelotas de ping-pong estuvieran rebotando en su estomago. ¿Gayle estaba admitiendo que ella era A?

            Pensó en el final del verano. Justo antes de que Emily tuviera su cesárea, reunió a Hanna y a las otras chicas en el hospital y les explicó que necesitaba que la ayuden a sacar a la bebé antes de que Gayle pudiera venir y llevársela.

            Le puso un pesado envoltorio en las manos a Hanna. “Necesito que tu lleves esto a New Jersey y lo pongas en el buzón de Gayle,” explicó. “Es el efectivo del cheque que me dio, junto con una carta de disculpas. Solo ponlas en el buzón y vete. No dejes que te vea. Si se da cuenta de que le devolví el dinero, vendrá temprano al hospital, y nuestro plan será arruinado.”

            Hanna no podía decir que no. Esa tarde, luego de que el bebé nació, condujo quince minutos por el puente de Ben Franklin hacia la enorme casa de Gayle. Se dirigió a la calzada, sintiéndose temblorosa y enferma. No quería estar cara-a-cara con una mujer loca. No luego de lo que pasó con la Verdadera Ali.

            Se doblaba del dolor cuando bajó la ventana y tiró la manija para abrir el buzón. Sus manos temblaban cuando puso el sobre adentro. Un sonido de silbido se sintió en sus oídos. Algo se movió en los arboles junto a la casa. Hanna presionó rápidamente el acelerador, sin bajar la velocidad para abrochar su cinturón hasta estar seguramente fuera del vecindario. ¿Acababa de arruinar la identidad falsa de Emily? ¿Alguien la había visto? ¿La propiedad tendría cámaras de seguridad?

            Un grupo de gente junto a Hanna hacía animaciones ruidosamente, devolviendo a Hanna al presente. Su papá aun estaba hablando por teléfono, y Gayle aun estaba tan cerca de Hanna que sus caderas se tocaban. Puso una mano fría como el hielo en el brazo de Hanna. “Escucha, y escucha bien,” susurró con los dientes apretados. “Todo lo que quiero es lo que me pertenece. No creo que eso sea mucho pedir. Y si no me es dado, puedo—y lo haré—ir a grandes distancias para asegurarme de obtenerlo. Puedo jugar sucio—muy sucio. Pásale el mensaje a tu amiga. ¿Entendido?”

            Sus labios se torcieron en una cruel sonrisa, y sus uñas se enterraron en la piel de Hanna. La mandíbula de Hanna temblaba.

            “¿Gayle?” el Sr. Marin colgó y apareció junto a ellas.

            Gayle inmediatamente soltó el brazo de Hanna. Giró y sonrió brillantemente al padre de Hanna. “El manager de mi campaña está aquí,” el Sr. Marin dijo. “Me encantaría que lo conocieras.”

            “¡Maravilloso!” Gayle dijo efusivamente. Y así tal cual, se fue.

            Hanna fue a una banca cercana, se sentó, y cubrió su cara con sus manos. Su pulso estaba vibrando tan vigorosamente que podía sentirlo en sus palmas. Las palabras de Gayle se repetían en sus oídos. Todo lo que quiero es lo que me pertenece. Puedo jugar sucio—muy sucio. Había tanto que Gayle podía hacer. Exponerlas a todas. Arruinarlas. Enviarlas a la cárcel. Destruir sus vidas. Arruinar la vida de su papá también.

            Buscó en su bolsillo para buscar su teléfono y presionó el botón de marcado rápido para Emily. “Contesta, contesta,” susurraba, pero el teléfono sonaba y sonaba. Colgó sin esperar el beep, en vez de eso le escribió un texto a Emily para que la llame tan pronto como sea posible. Fue entonces cuando notó un pequeño icono de buzón de entrada en la esquina superior de la pantalla. Otro mensaje había llegado cuando estaba escribiendo.

            Hanna miró a su alrededor inquietamente. Su padre, Gayle, y el manager de campaña del Sr. Marin estaban de pie cerca de la cafetería, hablando. Gayle pretendía prestar atención, pero sus ojos estaban en su celular. Por medio segundo, miró a Hanna, con una espeluznante sonrisa.

            Temblando, Hanna presionó LEER

            ¡Mejor hace lo que te dicen! No querrás que la campaña de papi se haga humo. —A