domingo, 31 de marzo de 2013

Stunning - Capítulo 11: Trabájalo



Más tarde esa noche, Hanna pasó por la empañada puerta doble de The Pump, un gimnasio fisicoculturista en el Mall King James. El gimnasio olía a sudor, Gatorade derramada, y olor in-identificable pero completamente masculino a testosterona en crecimiento que siempre hacía atorarse a Hanna. Un chico de pelo al cero directamente del casting central de Jersey Shore estaba sentado tras el recibidor, bebiendo una malteada proteínica y leyendo una revista de fisicoculturismo. Frente a él había un mural gigante de un gorila levantando pesas, sus músculos abdominales estaban bien definidos, sus bíceps abultados. Se suponía que tenía que inspirar a la gente a trabajar más, pero ¿Quién quería verse como un gorila?
Hanna pagó por un pase diario y entró a la sala de ejercicios principal la cual consistía en hileras de pesas, líneas de maquinas de empuje de pecho, y una gran banca de espejos. Estaba el clang partidor-de-oídos de las pesas de metal golpeando barras de acero. Junto a ellas, vestido en una polera vieja de los Phillies con las mangas cortadas, mirando de forma soñadora algo al otro lado de la habitación, estaba Mike.
Hanna se dio vuelta y siguió la mirada de Mike hacia un gran salón de clases de ejercicios. Frente a la puerta había un letrero que decía BAILE DEL CAÑO, 6:30. Un montón de postes de metal habían sido puestos parejamente frente a los espejos. Unas cuantas mujeres de mediana edad vestidas en mallas ajustadas, coquetas minifaldas, e inseguros tacones altos, estaban de pie alrededor de la sala. Posicionada justo en el centro, balanceándose perfectamente en puntiagudos tacones de stripper, estaba Colleen.
La nueva novia de Mike rastrilló sus dedos por su cabello. No se veía tan castaño claro hoy, y su cuerpo se veía al mismo tiempo curvo y flexible en apretados shorts de spandex y un corpiño amarillo. Cuando Colleen notó el reflejo de Mike, se dio vuelta, lo saludo, y le sopló un beso. Mike le sopló uno de vuelta.
Hanna empuñó sus manos, pensando en ellos dos juntos en la cama.
Entró tormentosamente en el vestidor, dejó su bolso en el piso, y se metió en un peto estampado de tigre, estilo stripper, que encontró en el mall más temprano esa tarde. Luego de ponérsela—compró una talla más pequeña de lo normal para máximo escote—se chequeó en el espejo. Su pelo era abundante y alocado, gracias a toneladas de spray. Tenía el triple de maquillaje del que usaba normalmente, aunque se detuvo antes de ponerse pestañas falsas. Y entonces estaba la pièce de résistance: un par de increíblemente altas, increíblemente puntiagudas sandalias plateadas de Jimmy Choo. Solo las había usado una vez antes, para la fiesta de graduación del año pasado; Mike había pensado que eran tan sexys que incluso la hizo usarlas para la after-party con sus jeans. Hanna se paró en ellas y dio una vuelta. Se veían perfectas. Solo esperaba poder bailar en el caño con ellas.
Su celular vibró, y lo miró nerviosamente. Un nuevo mensaje de texto. Afortunadamente, solo era de Kate, preguntándole si le gustaría ayudarla a repartir flyers en una corrida de 10 kilómetros alrededor de Rosewood la mañana del sábado. Claro, Hanna respondió, tratando de ignorar sus manos temblorosas mientras escribía. Ahora que Spencer y Emily habían recibido nuevos mensajes de A, había estado esperando todo el día por el de ella.


¿Podía Gayle ser A? Hanna no había conocido a la mujer en el verano—Solo escuchó sobre ella cuando Emily la contactó poco después de su cesárea—pero los mensajes que Gayle había dejado la noche que sacaron a Emily y la bebé del hospital se habían quedado con ella. No eran los mensajes de voz desesperados, sollozantes que la mayoría de la gente dejaría si pensaran que podrían no recibir el bebé por el que habían esperado y rezado—eran duros y enfurecidos. Gayle no era el tipo de persona con la que te cruzabas, y ahora ella estaba hasta las rodillas en la campaña del señor Marin.


Esa mañana en el desayuno, Hanna se sentó junto a su papá en la mesa. “¿Cómo conoces a Gayle? ¿Son viejos amigos?”


El Sr. Marin continuó enmantequillando su tostada. “De hecho no la conocía hasta hace como una semana atrás. Ella me llamó para decir que recientemente se había mudado a Pennsylvania y que realmente le había gustado mi plataforma. La cantidad de dinero que prometió es asombrosa.”


“¿No hiciste un chequeo de antecedentes? ¿Qué pasa si ella es, no sé, una devota de Satán?” La cara de Hanna se sentía caliente. ¿O una persona loca que está acosando a tu hija?


Su padre la miró con curiosidad. “El marido de Gayle acaba de hacer una donación considerable a Princeton para construir un laboratorio de investigación del cáncer. No conozco muchos devotos de Satán que harían eso.”


Desanimada, Hanna subió las escaleras y googleó el nombre de Gayle, pero no apareció nada incriminatorio. Era una influencia en incontables organizaciones benéficas en New Jersey, y había participado en una competición de adiestramiento en el Show de Caballos Devon diez años atrás. Pensándolo bien, ¿qué podría salir? No era como si Gayle mantuviera un blog sobre cómo estaba torturando sistemáticamente a cuatro chicas de secundaria haciéndose llamar A.


La puerta de la sala de lockers se abrió y una musculosa y sudada mujer entró. Hanna puso su bolso en un locker, giró la combinación de la cerradura, y se dirigió al salón de fitness. Mason y James detuvieron sus dominadas cuando ella pasó. Codearon a Mike. Hanna pretendió no notar cuando él se dio vuelta y miró, moviendo sus caderas de un lado a otro y rezando que su trasero se viera estupendo,


“¡Bienvenida!” Una mujer en unas cortísimas mallas negras y calzas, y flequillo alto de los ochenta saludo a Hanna cuando entró por la puerta. “Eres nueva, ¿cierto? Soy Trixie.” La instructora hizo un gesto hacia un poste libre en el centro de la sala, justo al lado de Colleen. “Ese caño tiene tu nombre en él.”


Hanna caminó hacia él y le sonrió a Colleen. “¡Oh, hola!” pió con una voz simulada de sorpresa, como si su encuentro fuera completamente accidental y Hanna no hubiera planeado esto estratégicamente desde el momento en que oyó a los chicos hablando sobre esto en los vestidores del colegio.


“¿Hanna?” Colleen miró a Hanna de arriba a abajo. “¡Ohmidios! ¡Qué divertido! No sabía que bailabas en el caño.”


“No es como si fuera difícil,” Hanna suspiró, invocando a su Ali interior. Chequeó su reflejo en el espejo. Sus caderas eran más delgadas que las de Colleen, pero Colleen tenía pechos más grandes.


“Bueno, amarás esta clase,” Colleen dijo. “Por supuesto, si bailas en el caño todo el tiempo, probablemente lo encontrarás realmente fácil. Apuesto a que eres muy buena.” Se acercó. “Y estamos bien con Mike, ¿cierto?”


Hanna no estaba segura de si Colleen estaba siendo dulce de verdad o por diplomacia, así que inclinó su nariz en el aire. “Claro,” dijo frescamente. “Mike era demasiado trabajo para mí. Había mucha presión de verme como una anfitriona de Hooters. Y siempre está mirando otras chicas en las fiestas—me volvía loca.” Sonrió con lástima a Colleen. “Pero estoy segura de que no te hace eso a ti.”


Colleen abrió la boca para hablar, se veía tan preocupada que Hanna se preguntó si se había pasado un poquito de la raya. Justo entonces la canción “Hot Stuff” sonó en los parlantes. Trixie caminó al frente de la clase, puso su pierna alrededor del poste, levantó su trasero en el aire, e hizo un giro medio-obsceno, medio-del-Cirque de Soleil. “¡Muy bien, todas!” habló en un manos libres. “¡Comencemos con los agaches bajos!”


Doblé sus rodillas hacia los lados y bajó hasta el piso. La clase siguió, moviéndose al ritmo de la música. Hanna echó un vistazo a Colleen, sus agaches eran bajos, balanceados, y perfectos. Colleen la miró y le sonrió. ¡Lo estás haciendo genial! articuló. Hanna luchó con la necesidad de girar sus ojos. ¿Podría ser más nauseabundamente positiva?”


Trixie las guió en una serie de giros de cuello, levantamientos de hombros, y provocativos movimientos de caderas. Luego, probó una serie de movimientos de baile que incluían girar alrededor del caño como Gene Kelly en Singin’ in the Rain. Hanna se mantuvo bien, su corazón latía fuertemente y la más pequeña cantidad de sudor se acumulaba en su frente. Sudor sexy, por supuesto.


La siguiente vez que Hanna miró por su hombro, los chicos estaban sentados en las alfombras fuera del salón, mirando a las chicas como perros famélicos. Impulsada por su presencia, se soltó el cabello y lo dejó tras su espalda, contoneando su trasero ante ellos. James Freed se estremeció visiblemente. Mason silbó. Colleen notó a los chicos e hizo un sexy movimiento. Los chicos se codearon entre sí apreciativamente.


Colleen guiñó conspirativamente a Hanna. “No pueden tener demasiado de nosotras, ¿hah?”


Hanna quería golpearla. ¿No se daba cuenta de que estaban compitiendo?


“Solo las estudiantes avanzadas en este próximo movimiento,” Trixie anunció mientras el soundtrack pasó a una seductora canción de Adele. Caminó hacia el poste, envolvió sus brazos y piernas al rededor de él, y lo escaló como un mono. “¡Usen sus muslos para sujetarse del caño, chicas!”


Colleen procedió a contonearse en el poste. Soltó una mano, arqueó su espalda, y se colgó de cabeza por un momento. Los chicos aplaudieron.


Hanna apretó sus dientes. ¿Qué tan difícil podría ser ese paso? Tomó el poste y comenzó a escalar. Pudo mantenerse por un momento, pero luego sus muslos cedieron, y comenzó a deslizarse hasta el piso. Se hundió más y más hasta que su trasero besó el piso. Su reflejo en el espejo se veía ridículo.


“Buen intento, Hanna,” Colleen dijo. “Ese paso es muy difícil.”


Hanna se sacudió el polvo del trasero, luego miró a las otras chicas en la sala todas en amor con sus postes. De repente dejaron de verse como strippers, solo rechonchas mujeres de mediana edad haciéndose las tontas. Esta era la más idiota clase de fitness que alguna vez había tomado. Había un modo mucho más fácil de tener la atención de los chicos.


Se giró hacia la ventana y miró a los chicos. Cuando estuvo segura de que la estaban mirando a ella, casualmente se tiró su pequeña polera con estampado de leopardo, exponiendo la parte más alta de su sostén rojo con tirantes de blonda.


Por las miradas en las caras de los chicos, ella sabía que lo vieron. Sus mandíbulas caídas. James sonreía. Mason pretendía que iba a desmayarse, Mike ni siquiera sonreía, pero no podía quitar sus ojos de ellas. Era suficiente para Hanna, salió de la clase, agitando sus caderas al ritmo del strip-club.


“¿No te quedarás?” James dijo, con voz de decepción.

“Tengo que dejar algo para su imaginación, ¿no?” Hanna dijo coquetamente. Podía asegurar sin darse vuelta que Mike aun la miraba. También sabía que Colleen la estaba mirando en el espejo, probablemente un poco confundida. Pero como sea. Sabía lo que Su Ali diría si aun estuviera viva: Todo es justo en el amor y en el baile del caño.


Capítulo 10 | Capítulo 12

lunes, 25 de marzo de 2013

Stunning - Capítulo 10: Comida para pensar



La tarde del miércoles, Aria y Noel estaban en un mesón en el sótano de la Escuela Culinaria de Rosewood, donde ellos tomaban Introducción a la Cocina. Brillantes ollas y sartenes los rodeaban. Especias en polvo esperaban en pequeños, y limpios bowls, y un apio medio molido descansaba en su tabla de picar. La habitación olía a caldo de pollo hervido, gas de los quemadores, y el picante Trident de canela que Marge, la chica tras ellos, masticaba sin parar.

Todas las miradas estaban sobre Madame Richeau, su instructora. A pesar de que ella solo fue una cocinera en un crucero Carnaval por seis meses en los ochenta, actuaba como si fuera una celebridad chef en el canal de cocina, usando un alto gorro y hablando con un dudoso acento francés.

“La llave para un buen risotto es revolver constantemente,” Madame Richeau dijo, insertando una cuchara de madera en una olla y rodándola lentamente alrededor. Pronunciaba los te como ze “nunca dejen de revolver hasta que el arroz esté cremoso. ¡Es una técnica difícil de dominar! Ahora ¡Revuelvan, revuelvan, revuelvan!”

Noel codeó a Aria. “No estás revolviendo suficientemente rápido.”

Hanna le prestó atención y miró a su olla, la cual estaba llena de arroz Arborio y caldo burbujeando. “Ups,” dijo distraídamente, dándole unas buenas revueltas al brebaje.

“¿Prefieres moler?” Noel levantó el cuchillo Japonés que trajo de la cocina de sus padres. Él estaba trabajando cortando una cebolla roja para ensalada. “No quiero que nuestro risotto esté arruinado. Madame podría mandarnos a la guillotina” dijo con una astuta sonrisa.

“Estoy bien” Aria dijo, mirando a su espacio de trabajo. “Además, jamás podría cortar esa cebolla tan bien como tú.” Sorpresivamente, Noel se había puesto muy bueno con la clase—especialmente la parte de moler. Aria siempre se aburría a medio camino y dejaba sus vegetales en grandes trozos poco manejables.

Podía sentir a Noel estudiándola, pero pretendió no notarle, revolviendo vigorosamente el risotto. Agradecidamente, Noel se había perdido el encuentro del ayuntamiento la noche anterior porque él y sus amigos de lacrosse tenían una cena de equipo. Y sus horarios no se intersectaron en la escuela los últimos dos días, lo que significaba que no lo vio en los pasillos. Ella consideró no venir a la clase de cocina también, pero entonces Noel preguntaría por qué. ¿Y qué se suponía que iba a decir? — ¿Que había visto a su padre apretando tomates en un vestido en Fresh Fields?

Se estremeció, la imagen volvía a su mente. El momento en que notó que la hermana perdida del Sr. Kahn podría ser el mismo Sr. Kahn, se fue de la sección de producción tan rápido como pudo y se escondió tras un rack de pan Francés. Miró al hombre de lejos, rezando para estar equivocada. Quizás era otro tipo en vestido. Quizás era una mujer muy fea. Pero entonces el celular de la persona sonó. “¿Hola?” una voz de hombre dijo—una voz de hombre que sonaba tal como el Sr. Kahn. Game over.

Aria no estaba segura de quien se sentía más avergonzada—del Sr. Kahn o de ella misma. No podía sacarse la sensación de que todo el asunto era su culpa, lo cual era como se sintió cuando descubrió a Byron besando a Meredith en séptimo grado. Si no hubiera bajado por ese callejón, si no se hubiera dado vuelta en ese momento, nunca habría estado cargando el secreto de su papá—o la agonizante duda de su decirle a Ella o no. Igualmente, si solo hubiera ido a Fresh Fields unos momentos después, o se hubiera detenido en el mesón del queso, no sabría algo tan dañino sobre el papá de Noel.

Pero ahora que sabía, se moría por saber más. ¿Era algo que el Sr. Kahn hacía seguido? El si era un poco raro—se vistió como un vikingo de las cavernas para la fiesta de Bienvenida-a-USA de Klaudia hace un mes, y el siempre estaba cantando a todo pulmón canciones de ópera y de shows medio borracho en fiestas de recaudación de fondos del comité escolar de Rosewood Day. Pero vestirse como una mujer— ¿en público? ¿No se daba cuenta lo que parecería si alguien lo pillara? Y seguramente el matrimonio del Sr. y la Sra. Kahn no era tan sólido como Aria había pensado. ¿Eran una de esas parejas que mostraban apariencias pero secretamente no se amaban para nada? Eso solo hacía que su corazón se rompa por Noel aun más. Él idolatraba la fuerte unión de sus padres.

Aria había prometido no más secretos, pero esto era definitivamente algo que Noel no necesitaba saber—o quería saber. Y solo podía esperar que A nunca se enterara.

Desde el momento en que se despertó ayer, Aria siguió esperando que llegue un burlesco mensaje de A sobre el Sr. Kahn. Pero milagrosamente, ningún mensaje fue pasado por debajo de su limpiaparabrisas, ni dejado en su locker, ni llegado a su celular. Lo cual significaba una de dos cosas: A estaba esperando el momento perfecto… o A no sabía.

Si Gayle era A, quizás Gayle había estado muy ocupada acechando a Spencer y a Emily para hacer tiempo también para Aria. No era como que Gayle pudiera estar en todos lados al mismo tiempo. Y si A no sabía, lo mejor que Aria podría hacer era pretender que nunca había visto al Sr. Kahn. Ni siquiera pensaría en eso.

“¡Todos, saquen su beurre y midan media taza!” Madame Richeau cacareó desde el frente.

“¿Qué era beurre?” Noel se quejó. “Odio cuando dice cosas en Francés.”

“Mantequilla.” Aria buscó en el mini refrigerador bajo el mesón y sacó una barra de Land O’Lakes. Mientras la desenvolvía, su mente deambuló otra vez. ¿Por qué estaba Gayle, una rica, y exitosa mujer, perdiendo su tiempo y dinero acechando a cuatro escolares? Nuevamente, ella estaba loca. Aria solo había visto a Gayle una vez antes, e inmediatamente pudo decir que había algo malo en ella.

Había sido poco después de que Emily le admitió a Aria que estaba embarazada. Aria estaba encontrándose con Emily en la ciudad. Planearon visitar minuciosamente el mercado Italiano, pero luego Emily preguntó si podían parar para tomar café con Gayle, una extraña, rica mujer que había conocido una semana atrás.

“Se contactó conmigo a través de Derrick,” Emily explicó, refiriéndose a su amigo del restaurant. “Él trabaja para ella los fines de semana. Él le pidió más horas de trabajo y me puso a mí como persona de referencia.” Sonrió arrepentidamente. “Solo tomará un par de minutos, lo prometo. Y oh, debo advertirte. Ella es un poco…llorona. Pero parece ser buena.”

Aria aceptó, y Emily le pidió que use una peluca y lentes de sol para que Gayle no pueda reconocerla y conectar que ambas eran las famosas Pequeñas Lindas Mentirosas. La única peluca que Aria tenía era una rosada de hace unos cuantos Halloweens, pero la usó de todos modos.

El café estaba junto a un estudio de yoga y una tienda que hacía piercings de lengua. Era el tipo de lugar que tenía mesas de madera recuperadas de granjas, veletas clavadas a los muros, y un menú escrito a mano en una pizarra de tiza que decía que el desayuno era servido todo el día. Gayle estaba esperándolas en una mesa, una gran pila de panqueques de mora ya estaba sobre la mesa. Tan pronto como vio a Emily por el pasillo, empujó el plato en la mesa. “Come. Las moras son buenas para el desarrollo del cerebro del bebé.”

“Oh.” Emily se veía atónita. “Qué bueno de tu parte.”

“Solo estoy haciendo lo que es mejor para el bebé,” Gayle dijo, su mirada estaba fija en Emily, y había una dulce sonrisa en su cara.

“Lo aprecio.” Emily tomó un bocado de los panqueques y sonrió. “Son realmente buenos.”

Gayle aclaró su garganta de forma extraña. “Perdóname si crees que es un poco apresurado, pero asumo que estás poniendo a tu bebé en adopción. ¿Puedo preguntar si ya has encontrado una familia?”

Un musculo en la mejilla de Emily tiritaba. Aria buscó bajo la mesa la mano de Emily y la tomó, como diciendo, Si quieres correr de aquí ahora mismo, estoy junto a ti. “Uh, si. Encontré una linda pareja que vive en los suburbios, no es tan lejos de mi.”

Gayle parecía hecha polvo. “Me lo imaginé. Recientemente perdí a un hijo, y fue devastador. Mi marido y yo queremos un bebé, y he pasado por incontables tratamientos de fertilidad, gastado decenas de miles de dólares, pero no hemos tenido suerte.”

“Debe haber sido muy duro para ti,” Emily dijo, mientras sus facciones se suavizaban.

Los ojos de Gayle se humedecieron con lágrimas. “Quiero tanto un bebé mío. Pareces una chica bella, inteligente, integral. Me sería un honor criar a tu bebé, pero supongo que no puede ser.” Bajó la cabeza.

“Dios, si hubiera sabido,” Emily murmuró, jugueteando con su tenedor. “Lo lamento mucho.”

“¿Estás segura de que no puedes cambiar de opinión?” La voz de Gayle se elevó. “Podría hacer que lo valga. Mi marido y yo estamos muy bien, y podríamos recompensarte muy bien.”

Tropecientas mil alarmas estrepitaron en la cabeza de Aria. ¿Esta mujer en serio decía que iba a pagarle a Emily por su bebé?

Pero Emily no parecía perturbada. Buscó su vaso de agua y tomó un largo trago, asintiendo para que Gayle continúe.

“El bebé tendría todos los privilegios en el mundo,” Gayle dijo. “Escuelas privadas. Lecciones de todos los tipos. Increíbles viajes alrededor del mundo. De todo.”

Aria miró alrededor a los otros clientes habituales en el café sorprendida de que nadie haya escuchado lo que acababa de ocurrir. ¿No era ilegal? Entonces Gayle puso un billete de veinte dólares en la mesa y se paró. “Piénsalo, Heather. Te llamaré en unos días, o llámame.” Le pasó una tarjeta de negocios a Emily. Un segundo después, estaba saliendo del café, despidiéndose del dueño calvo, que usaba suspensores, detrás del contador como si no acabara de ofrecerle a una extraña comprarle su bebé.

Tan pronto como Gayle desapareció por la vereda, Aria suspiró. “¿Quieres llamar a la policía, o lo hago yo?”

Emily parecía sorprendida. “¿Qué?”

Aria la miró fijamente. “¿Estás drogada? Acaba de ofrecerte dinero por tu bebé.”

Emily miró los panqueques. “Me siento terrible por ella. Es obvio que realmente quiere un bebé. Se ve tan triste.”

“¿Te compraste esa historia?” Aria negó con la cabeza. Emily siempre fue la más sensible del grupo, la que salvaba a los pichones cuando la madre los empujaba fuera del nido, o la que trataba de detener a Ali cuando ella molestaba a alguien muy cruelmente. “Em, la gente normal no entra a los cafés y ofrece comprar los hijos nonatos de adolescentes. Incluso la gente que está desesperada por tener hijos. Hay algo seriamente malo en ella.”

Pero Emily estaba mirando melancólicamente su estomago, aparentemente no oía ni una palabra de lo que Aria dijo. “¿No sería lindo tener todo lo que quieras en el mundo? ¿Viajes exóticos? ¿Fantásticos campamentos de verano? La vida del bebé sería increíble.”

“El dinero no lo es todo, sabes,” Aria dijo. “Mira a Spencer. Ella tiene cada privilegio del mundo, y su familia es un desastre. ¿Honestamente podrías decirme que esa mujer sería una madre cuidadosa y buena criando?”

“Es posible,” Emily dijo, con una mirada empática. “Ni siquiera la conocemos.”

“¡Exacto!” Aria golpeó su tenedor en la mesa para enfatizar. “Amé como sonaba la primera familia que escogiste, Em. Tienes que conocerlos. Los escogiste por una razón.”

“Pero ambos son maestros,” Emily protestó. “Ninguno de ellos hace mucho dinero.”

“¿Desde cuándo te importa eso?”

“¡Desde que me embaracé!” Las mejillas de Emily se sonrojaron. Lo dijo tan fuerte que un par de clientes miraron, sorprendidos, y luego tímidamente volvieron a sus comidas.

Aria hablaba y hablaba, enlistando razón tras razón de por qué Emily no debería prestarle atención a Gayle, pero Emily aun tenía esa rota y lejana mirada en su cara. No fue sorpresa cuando Emily le dijo unos pocos días después que había aceptado la oferta de Gayle. Tampoco fue sorpresa que solo unas pocas semanas después, Emily llamó a Aria en pánico, diciendo que había cambiado de opinión y que Aria tenía que ayudarla a salir del enredo de Gayle.

“¡Tu risotto se ha puesto gelatinoso!”

Madame Richeau estaba sobre Aria, mirando a la olla con una mirada de aborrecimiento en la cara. Como era de esperar, el arroz se había vuelto una espesa pasta. Trató de pasar la cuchara por la masa, pero la porquería no se movió.

Madame Richeau movió la cabeza como negando y se fue, murmurando. Toda la clase miraba Aria con pequeñas sonrisas en sus caras. Noel miraba a Aria curioso. “¿Estás segura de que todo está bien?” preguntó.

Una gran presión se sintió tras los ojos de Aria. Consideró decirle a Noel lo que ocurría con el embarazo de Emily… quizás incluso lo de A. Las parejas se lo contaban todo, después de todo. Se suponía que confiaban el uno en el otro, ¿cierto?

Pero luego la imagen del Sr. Kahn en ese vestido salió a flote en su mente otra vez. Se enderezó y le sonrió auto-menospreciativa. “Lo siento. Estaba pensando en lo que iba a usar en la beneficencia del papá de Hanna el domingo. ¿Crees que debería ir vintage o comprar algo nuevo?”

Noel la estudió por un momento, parecía complicado, luego se encogió de hombros y la abrazó por el hombro. “Te verás fantástica en lo que sea que uses.”

Aria lo abrazó, sus interiores se sentían tan fangosos y poco apetitosos como el risotto que acababa de arruinar. Era demasiado para el pacto de honestidad. De reojo, vio un pestañeo blanco en la ventana. ¿Era eso…un flash de cabello rubio? Pero cuando se separó de Noel y miró de cerca, el pestañeo ya se había desvanecido.


sábado, 23 de marzo de 2013

Stunning - Capítulo 9: No hay furia del infierno como la de una mujer rica desdeñada


Cuando el Sr. Marin se tomó el escenario en el encuentro del ayuntamiento, sonriendo ante su multitud de adoración, Spencer pasó por la puerta trasera de la sala del banquete hacia un pequeño estacionamiento. Solo unos cuantos lugares estaban ocupados, tomados por camionetas de último modelo y autos compactos. En la parte de atrás del lugar, junto a un Dumpster verde lleno de cajas de cartón vacías, Emily saltaba de pie a pie como si su vestido estuviera en llamas.

La puerta se abrió otra vez, y Aria y Hanna salieron. Ambas estaban sosteniendo sus celulares y parecían confundidas. Momentos atrás, Emily les envió a todas un enigmático mensaje diciendo que necesitaban hablar y juntarse ahí. Spencer le respondió preguntando si podían hablar adentro—afuera hacía frío—pero Emily respondió ¡NO!

“¿Em?” Aria llamó, caminando por raquíticos escalones de metal. “¿Estás bien?”

“Mi papá se va a preguntar dónde estoy.” Hanna se afirmaba fuertemente de la baranda, con cuidado en sus tacones altos. “¿Qué sucede?”

Emily les mostró su teléfono cuando estaban cerca. “Acabo de recibir esto.”

Las chicas leyeron la nota en la pantalla. El estómago de Spencer se dio vuelta cuando le entraron las palabras. “Espera. ¿A sabe sobre el bebé?”

Emily asintió, parecía terrificada.

“¿Pero cómo es posible? ¿Y por qué A no lo mencionó antes?” Spencer preguntó. Aun no podía creer que Emily había tenido un bebé. Antes de que se acabe la escuela el año pasado, Emily se veía—y parecía—tan normal, como si nada la molestara. Pero a mediados de Julio, poco después del encuentro de Spencer con la policía por posesión de A Fácil, Emily llamó a Spencer en pánico, diciéndole que estaba embarazada. Al comienzo, Spencer pensó que era una broma. Una no muy divertida.

“No lo sé,” Emily respondió con lágrimas en los ojos. “Quizás porque A lo sabe todo. ¿Alguien más ha recibido un mensaje?”

Spencer levantó temblorosamente su mano. “De hecho, yo sí. Anoche. Iba a contarles esta noche.”

¿Crees que tus amigos universitarios te aceptarían en su Eating Club si supieran sobre tu apetito por asesinato?


Solo leerlo otra vez hizo galopar el corazón de Spencer. Apenas había dormido un poco la noche anterior, repasando las posibilidades de quién podría ser A.

“¿Cómo podría A saber sobre Tabitha y el bebé?” Emily susurró.

Hanna exhaló, su respiración era visible en el frío aire. “Dell mismo modo que A lo sabe todo.”

“Mucha gente te vio.” Spencer temblaba en el delgado blazer que escogió para usar. “Estuviste en Philly todo el verano. A podría haber estado allí también. Quizás así es como A supo sobre mi y Kelsey.”

Emily caminaba de arriba abajo por una línea amarilla medio borrosa que demarcaba un espacio de estacionamiento. “Tu sabes lo gorda que me puse. No me veía como la chica en la portada de People. Pero supongo que alguien puede haberlo averiguado.” Arqueó su espalda y miró las retorcidas ramas de árboles sobre sus cabezas.

“Esto no es solo alguien cualquiera,” Aria denotó. “Es una persona que está para atraparnos. Alguien de quien nos equivocamos. Alguien que quiere venganza.”

“¿Pero quién?” Hanna dijo.

Emily dejó de caminar. “Ustedes ya saben quien yo creo que es A.”

Spencer gruñó. “No lo digas, Em.”

“¿Por qué no?” La voz de Emily se quebró. “Ella y Tabitha estuvieron en la Preserva juntas. Ali podría haber averiguado que matamos a Tabitha. Quizás quiere venganza por eso, además de todo lo otro que le hicimos.”

Spencer suspiró. No podía creer que Emily aun estuviera en esa misión de Ali-está-viva. “Ali y Tabitha si estuvieron en la Preserva al mismo tiempo. Eso no prueba nada. Y por última vez, los huesos de Ali no fueron encontrados en los escombros, pero todas la vimos en la casa justo antes de que se prenda.”

Una sombra pasó por la cara de Emily. “Es solo que, ¿Quién además de Ali podría seguirnos a todas partes, rastrear cada movimiento?” dijo, mirando a sus pies. “Y chicas, no van a creer quién está aquíGayle. ¿Y si A está planeando decirle lo que hice con el bebé? ¿Y si Gayle le cuenta a todos sobre mi?”

“Espera un minuto.” Hanna frunció el ceño. “¿Gayle, la mujer que quería el bebé, está adentro?”

Emily asintió. “Es esa mujer que me presentó tu papá. Srta. Riggs.”

“Así que por eso es que te llamó Heather.” Hanna cerró los ojos. “Gayle le prometió a mi papá un montón de dinero para su campaña.”

“Bien, ¿no es una hermosa coincidencia?” Spencer dijo sarcásticamente.

Aria aclaró la garganta. “Quizás no sea coincidencia.”

Todas la miraron. Aria miró a Emily. “Déjame aclararlo, Em. Acabas de ver a la mujer a la que le prometiste un bebé, la mujer a la que arruinaste al final. ¿Cierto?”

“Tuve que arruinarla” Emily interrumpió con una mirada atormentada en la cara. “¡Tuve que hacer lo que era bueno para el bebé!”

“Lo sé, lo sé.” Aria agitó las manos impacientemente. “Sólo sígueme, ¿está bien? Estabas enfermamente preocupada de que Gayle te persiguiera. Y dijiste que Gayle estaba loca. ¿No es por eso que no querías darle el bebé a ella?”

Emily arrugó la nariz. “No veo a lo que quieres llegar.”

“¿No es obvio?” Aria exclamó. “Viste a Gayle al interior. Y entonces, diez segundos después, te llegó un mensaje de A sobre el bebé. ¡Gayle es A! Quizás averiguó lo que hiciste— ¡Lo que hicimos! ¡Y ahora quiere vengarse de todas nosotras por ayudarte a quitarle su bebé!”

Emily se puso bizca. “Eso no tiene sentido. ¿Cómo podría Gayle saber sobre el problema de Spencer con la droga? ¿Cómo podría saber sobre lo que pasó en Jamaica?”

“Quizás tiene alguna conexión de Penn a Jamaica,” Aria dijo. “Ella es muy rica. Quizás contrató a un investigador privado. Nunca se sabe.”

“¿Pero qué quiere de nosotras?” Hanna preguntó.

Todas pensaron por un momento. “Quizás quiere saber dónde está el bebé,” Aria sugirió.

“O quizás Gayle solo quiere herirte como tú la heriste,” dijo Spencer temblando. “¿Recuerdas esos mensajes que te dejó en el buzón de voz, Em? Sonaba loca.” Cerró sus ojos y recordó la voz chillona de la mujer saliendo del pequeño auricular del celular. Voy a encontrarte, decía el último. Voy perseguirlos a ti y al bebé y luego lo lamentaras.

Adentro, la voz de Tom Marin sonaba por el micrófono. Hanna miró a la puerta. “¿A qué te referías cuando dijiste que el hecho de que Gayle sea la mayor donante de mi papá no sea una coincidencia, Aria?”

“Piénsalo.” Aria jugaba con uno de sus aretes de plumas. “Si Gayle es A, quizás se involucró en la campaña de tu papá para acercarse a ti. Quizás es parte de su plan maestro.”

Hanna cerró los ojos. “Mi papá dijo que sus fondos son cruciales para la campaña. Si ella por algún motivo los quitara, él no tendría el dinero para poner al aire sus comerciales por todo el estado.”

“Quizás eso también sea parte del plan maestro,” dijo sombríamente Spencer.

“Chicas, ¿Se están escuchando?” Emily parecía molesta. “No hay modo de que Gayle sea A. Si, es horrible que me haya encontrado con ella. Y sí, no sé que voy a hacer ahora que me ha visto. Pero tenemos que pensar en A llegando a Gayle, no en A siendo Gayle.”

“Yo creo que necesitamos más hechos,” Spencer dijo, “Quizás hay algún modo de que podamos probar si Gayle es A o no. Si ella es la mayor donante de tu papá Hanna, ¿quizás podrías husmear un poco?”

“¿Yo?” Hanna puso su mano en su estómago. “¿Por qué tengo que hacerlo yo?”

De repente fueron interrumpidas por un fuerte crujido. La puerta trasera se abrió, y Kate sacó su cabeza. “Allí estas,” dijo, sonaba más aliviada que enojada. “He estado buscándote por todas partes. Papá nos quiere en el escenario con él.”

“Entiendo.” Hanna se fue hacia la puerta. Miró sobre sus hombros a las otras, indicando que deberían seguirla. Aria y Spencer siguieron en línea, pero Emily se quedó donde estaba. No voy a volver a entrar, su terca expresión decía. No con Gayle allí.

Spencer miró arrepentidamente a Emily antes de volver a entrar al pasillo. La sala estaba aun mas llena que antes—todos los asientos estaban ocupados. El Sr. Marin estaba en el escenario respondiendo preguntas y fotografiando su sonrisa de político. Spencer tomó el brazo de Hanna antes de que vaya donde su padre. “¿Cuál es Gayle?”

Hanna apuntó a una mujer en un traje de tela rojo en la fila frontal, “Ella.”

Spencer miró a la mujer, evaluando su rubio cabello, delgada cara, y los enormes diamantes en sus dedos. De repente, algo hizo click. La degustación de pasteles. Gayle había estado unas cuantas mesas más allá, usando un traje de Chanel. Spencer sintió la mirada de la mujer en su espalda, pero sacó la expresión extraña y engreída de Gayle de su mente, diciéndose que solo estaba siendo paranoica.

Pero quizás no lo era. Quizás Gayle había estado mirándola. Porque quizás, solo quizás, Gayle era A.

viernes, 15 de marzo de 2013

Stunning - Capítulo 8: Hola, Mi nombre es Heather


Esa noche, Emily entró al Rosewood Arms, un hotel cercano a Hollis que era medio b&b pintoresco, medio resort elegante. La vieja mansión alguna vez fue propiedad de un barón de vía férrea, y cada habitación estaba decorada con ebanistería antigua de valor incalculable y unas cuantas cabezas de ciervos, bisontes, y leones. El viejo garaje del barón, el cual solía albergar docenas de carruajes de primera línea y antiguos autos de carrera, ahora era el hall de banquete.

Esta noche en particular, el espacio había sido rentado para la charla del ayuntamiento del Sr. Marin. Había largas hileras de sillas frente a un escenario. Un único micrófono estaba en el centro del escenario, y había bandas proclamando mensajes como TOM MARIN POR EL CAMBIO y PENNSYLVANIA NECESITA A MARIN. Era raro ver la cara del papá de Hanna en posters de campaña. Emily aun pensaba en él como el hombre que retó a Ali por tirar un Bubble Yum por la ventana de su auto. Luego, Ali las hizo formarse en círculo, y llamar al papá de Hanna el Sr. zonzo—incluso a Hanna, quien lo hizo con lágrimas en los ojos.

Emily escaneó la multitud. Había gente que no había visto en años—La Sra. Lowe, su antigua profesora de piano, cuya cara angular siempre hacía a Emily recordar a un galgo, estaba bebiendo de un mug térmico de Starbucks en el rincón. El Sr. Polley, quien solía presentar los banquetes del equipo de natación de Emily, estaba mirando su BlackBerry cerca de una de las ventanas. El Sr. y la Sra. Roland, quienes se mudaron a la vieja casa de los Cavanaugh, estaban sentados en sillas que habían sido instaladas cerca del escenario, Chloe, sentada junto a ellos. Emily se sintió mal. El Sr. Roland le había conseguido la beca para UNC, pero su comportamiento lascivo le costó a Emily su amistad con Chloe.

Las únicas personas que Emily no veía eran sus amigas. Cuando se dio vuelta para buscarlas en otra habitación, chocó con alguien de catering quien llevaba una bandeja plateada llena con aperitivos. El caterista se fue hacia adelante, pero milagrosamente atrapó la bandeja antes de caer al piso. “¡Lo siento!” Emily dijo.

“No importa,” respondió airoso. “Afortunadamente tengo reflejos rápidos como un rayo.” Luego se dio vuelta y volvió a mirar. “¿Emily?”

Emily parpadeó. Mirándola, vestido en un esmoquin de caterista, estaba Isaac Colbert, su ex-novio—y el padre de su hija. Ella no lo había visto desde que terminaron hace más de un año.

“H-hola.” El corazón de Emily latía. Isaac se veía más alto de lo que ella recordaba—más ancho también. Su cabello castaño estaba largo hasta su mentón, y se asomaba un tatuaje desde debajo del cuello. Miró la espiral negra en su piel. ¿Qué habría dicho su sobreprotectora madre por eso? Dado que la Sra. Colbert había cortado la cabeza de Emily de las fotos de ella e Isaac juntos y la llamó una puta, Emily no pudo imaginarse lo emocionada que estaría de que su hijo se haya tatuado.

“¿Qué haces aquí?” ella dijo.

Isaac hizo un gesto hacia el logo en el bolsillo de su camisa. COLBERT CATERING. “La compañía de mi papá es proveedora de refrescos. Él es un fan de Tom Marin.” Luego se quedó quieto y miró a Emily de arriba abajo. “Te ves… diferente. ¿Bajaste de peso?”

“Lo dudo. Siento que estoy manteniendo unos kilos desde haber—“ se detuvo a su misma antes de decir estado embarazada y casi se tragó la lengua. ¿Qué estaba malo con ella?

Casi llamó a Isaac para confesar unas cuantas veces mientras estaba embarazada—Isaac había sido maravilloso con ella antes de que pasaron esas cosas con su mamá. Solían hablar por horas, y él había sido tan comprensivo cuando le dijo que había salido con chicas en el pasado. Entonces una tarde de invierno, se desvistieron lentamente en el dormitorio de él. Él fue tan dulce por querer que su primera vez fuera significativa.

Pero cada vez que levantaba el teléfono para llamarlo, no sabía cómo dar la noticia. “¡Hola! ¡Te tengo una historia!” o, “Oye, ¿recuerdas esa única vez que nos acostamos?” ¿Y qué habría dicho Isaac? ¿Habría querido dar el bebé en adopción también, o habría querido criarlo juntos? Emily no se podía imaginar haciendo algo así—amaba a los niños, pero no estaba lista para uno propio. Pensándolo bien, Isaac podría no haberle creído. O se habría puesto muy, muy enojado porque no le dijo antes. Era algo, ella lo decidió, ella tenía que hacerse cargo sola. Así que revisó perfiles online de parejas adoptivas ella misma. Cuando llegó a la cuenta de dos personas felices y sonrientes que decía Amorosa pareja casada por ocho años con muchas ganas de ser mami y papi, se detuvo. Charles y Lizzie Baker decían ser almas gemelas, iban a viajes en kayak los fines de semana, leían el mismo libro al mismo tiempo para poder comentarlo durante el postre, y estaban arreglando su vieja casa en Wessex. Siempre le diremos a tu hijo que él o ella fue puesto en adopción por amor, decía el perfil. Algo en eso tocó el corazón de Emily.

Ahora, Isaac puso la bandeja en una mesa cercana y puso su mano en el brazo de ella. “Quise llamar tantas veces. Oí sobre las cosas terribles por las que pasaste.”

“¿Qué?” Emily sintió como su cara se decoloraba.

“Alison DiLaurentis de vuelta,” Isaac dijo. “Recuerdo que hablaste sobre Ali, cuánto significó para ti. ¿Estás bien?”

El corazón de Emily volvió lentamente a su ritmo normal. Por supuesto—Alison. “Supongo,” respondió temblorosamente. “Y, um, ¿Cómo estás? ¿La banda sigue junta? ¿Y qué es eso?” Apuntó a su tatuaje. Lo que sea para cambiar de tema.

Isaac abrió su boca para hablar, pero un tipo alto y mayor en uniforme de caterista lo tocó en el hombro y le dijo que lo necesitaban en la labor de preparación. “Debo irme,” le dijo a Emily, mirando hacia la puerta. Luego se detuvo y la volvió a mirar a ella. “¿No querrías que nos juntemos luego de la charla y nos pongamos al día, o si?”

Por un momento, Emily consideró aceptar. Pero luego pensó en lo tensa que estaría todo el tiempo, el secreto abultado en su interior como un globo muy lleno de agua. “Emm, en realidad ya tengo planes,” mintió. “Lo siento.”

La cara de Isaac se entristeció. “Oh. Bueno, quizás en otro momento.”

Siguió al otro caterista entre la multitud. Emily se dio vuelta y fue en dirección opuesta, sintiéndose como si acabara de escaparse apenas de algo terrible, pero también triste y arrepentida de haber rechazado a Isaac.

“¿Emily?”

Emily se dio vuelta a la izquierda. Hanna estaba junto a ella, vestida con un vestido ajustado y a rayas y fornidos tacones. El Sr. Marin estaba a su lado, se veía como un senador en su roja corbata. “Hola,” dijo ella, abrazándolos.

“Gracias por venir.” Hanna se oía agradecida.

“Estamos felices de tenerte, Emily,” el Sr. Marin dijo.

“Estoy feliz de estar aquí,” Emily respondió, a pesar de que luego de su encuentro con Isaac, lo único que quería hacer era irse a casa.

Luego el Sr. Marin se giró hacia una mujer que acababa de unirse al grupo. Tenía el pelo rubio-ceniza, postura perfecta, y usaba un impecable traje que se veía como que había costado una pequeña fortuna. Emily la miró, su cuerpo de repente se sintió en llamas. No. No podía ser. Emily tenía que estar viendo cosas.

La mujer la notó también, y dejó de hablar en mitad de una oración. “¡Oh!” dijo, mientras su cara se ponía blanca.

Bilis subió por la garganta de Emily. Era Gayle.

El Sr. Marin notó la extraña mirada entre ellas y aclaró su garganta. “Eh, Emily, esta es la Srta. Riggs, una de mis mayores donantes. Ella y su marido recientemente se mudaron a la región desde New Jersey. Srta. Riggs, esta es la amiga de mi hija, Emily.”

Gayle sacó un mechón de su rubio cabello de sus ojos. “Pensé que tu nombre era Heather,” dijo en una controlada voz fría.

Todas las miradas estaban en ella. Hanna se dio vuelta y miró a Emily. Se sintió como si diez años pasaron antes de que Emily hablara nuevamente. “Uh debes haberme confundido con alguien más,” dijo. Y luego, sin poder estar allí por un minuto más, se dio vuelta y corrió tan rápido como pudo hacia la puerta más cercana, la cual guiaba a la bodega. Se encerró adentro y se apoyó en el muro, su corazón latía hasta sus oídos.

Como si fuera planeado, su celular sonó. Emily lo buscó, su estómago saltaba por todo el lugar. Un nuevo mensaje de texto, decía la pantalla.

Hola, baby mama. ¡Supongo que llegó el fin! —A

martes, 12 de marzo de 2013

PLS - Hanna - Capítulo 6: Las Mayores Perdedoras

Traducido por: Daniela
Corregido por: Catalina F, Pilar

Ese día después de clases, Hanna estaba sentada en los escalones afuera de Body Tonic y sostenía su celular entre su hombro y su oído. - Lo siento, papá. Juré haberte dicho que tenía planes esta noche.
- Pero te vas a perder El Pueblo de Santa en Longwood Gardens. - El Sr. Marin sonaba muy decepcionado. - Va a ser una pasada.
Hanna resistió la urgencia de reír. En séptimo grado, ella, Ali y las otras chicas habían ido a Longwood Gardens, que era esencialmente, sólo eso—un gran y aburrido jardín. Hacía calor, estaba lleno de gente y el interior era totalmente miserable, así que habían pasado la mayor parte del tiempo en el estacionamiento, chismeando sobre qué chico de Rosewood Day querían besar y a qué celebridades invitarían a sus fiestas de cumpleaños de fantasía.
- Lo siento mucho, - repitió Hanna. - Pero hice estos planes antes de saber de lo de los Doce Días de Navidad.
El Sr. Marin suspiró. - Esto no es porque estás incómoda con Isabel y Kate, ¿no? Kate dice que quiere conocerte, pero que tú mantienes distancia. También mencionó que la dejaste plantada para ir al centro comercial con ella el día que nos mudamos.
Hanna abrió la boca, y luego la cerró. Kate era una descarada. - Esto no tiene nada que ver con ellas, - mintió.
Al colgar, dejó su celular sobre su regazo, deseando que sonara una vez más y que fuera la voz de Lucas la que estuviera del otro lado. Pero permaneció en silencio. Miró a los autos yendo y viniendo en el remoto camino de campo. Caía nieve suavemente, haciendo que el pavimento brillara. Hanna escuchó un sonido a su izquierda y se enderezó. Sonaba como que si alguien estuviera a la vuelta de la esquina.
Hanna no le hizo caso—ya nadie la estaba acechando—y se paró. Entró al gimnasio, sintió una ráfaga de emoción. Puede que al principio se hubiera resistido a la idea del tratamiento grupal, pero ahora estaba motivada. Probablemente todas serían lindas chicas de la Main Line—quizás hasta haría una o dos amigas. Y Vince había dicho que la clase incorporaba fitness, nutrición y bienestar; quizás eso significaba masajes regulares al final de cada sesión, hechos por Vince, por supuesto. Algo totalmente profesional, para que Lucas no se pusiera demasiado celoso.
Un letrero impreso que decía RETIRO DE FITNESS NAVIDEÑO estaba pegado en la puerta de una de las salas de ejercicios. Hanna había esperado que la clase fuera en una sala secreta de Body Tonic—algo que fuera sólo para los VIPs—pero qué más daba. Tomó aire y atravesó la puerta, con una gran sonrisa en la cara, medio esperando que todas las bellas participantes se dieran vuelta y le dieran la bienvenida con los brazos abiertos, casi como si fuera una sesión de terapia grupal excepto que más glamorosa.
Pero las luces, que eran muy brillantes, casi fluorescentes, revelaron una escena completamente diferente. Diez personas sentadas en el suelo con varias alfombrillas, bolas, bandas, aparatos de balance y bloques de yoga frente a ellos. Sí que todos se dieron vuelta a mirarla, pero no la recibieron con los brazos abiertos para un abrazo grupal. Tampoco era como si ella quisiera tocarlos. Estaban lo más lejos posible a ser glamorosos seguidores de fitness.
Había una mujer con un triple mentón. Un hombre cuya panza colgaba de su cintura. Madres suburbanas desaliñadas. Padres suburbanos regordetes. Adolescentes del tipo de las que se inscriben en el club de teatro o en la banda, o de las que pasan su hora de almuerzo en la sala de arte, sin importarles para nada cómo se veían sus cuerpos. Una chica que tenía los pechos más grandes que había visto. Era de la edad de Hanna y lucía sexymente rellenita, con grandes caderas y un gran trasero, como una pinup[1] de los cincuenta. Tenía un estilo medio punk—alta, lustroso cabello negro, mucho delineador en sus ojos con forma de almendra, un montón de labial rojo sobre sus labios de muñeca y un tatuaje con forma de una daga ondeada en su hombro. Normalmente a Hanna no le gustaba ese tipo de atuendos, pero a ella le quedaba bien. Claro que no iba a decirlo en voz alta.
Definitivamente no era un retiro de fitness glamoroso. Era más como una versión de bajos ingresos de The Biggest Loser[2] Hanna jamás había visto a ninguno de ellos en el piso de Body Tonic—era como si el gimnasio hubiera escondido a estas personas como para no ahuyentar a los clientes regulares. Y cada uno de ellos usaba una remera roja gigante que decía ¡PON TU TRASERO EN MARCHA! en grandes letras blancas en la parte delantera, y CAMPAMENTO NAVIDEÑO DE FITNESS en la parte de atrás.
- ¡Hanna! - Vince apareció desde atrás del equipo de estéreo del rincón y le dedicó una gran sonrisa. Él también usaba una camisa roja de ¡PON TU TRASERO EN MARCHA!—no obstante, una mucho más ajustada. - ¡Qué bueno que pudiste venir! ¡Aquí, toma una remera!
Le lanzó una, pero Hanna no hizo ni un esfuerzo para atraparla, dejándola rebotar en su pecho y caer al suelo. Tras ella, escuchó una débil risilla aguda y se congeló. Una silueta dio la vuelta  a la esquina, su largo cabello rubio se movió. ¿Alguien la había visto? ¿Acaso alguien creería que ella era parte de… esto?
- Comencemos presentándonos y diciendo por qué estamos aquí - Comenzó Vince. Apuntó a la chica pinup.
Movió los pechos en dirección a él y ronroneó, - Soy Dinah Morrisey. No me importa perder peso, pero sí quiero lograr un compromiso de ser más sana. - Ondeó sus pestañas a Vince, quien le sonrió de vuelta.
- Encantado de conocerte, Dinah. Hanna, ¿qué tal si sigues tú? - Vince dijo.
La boca de Hanna estaba sellada. Volvió a mirar a los burdos inadaptados en el suelo, soltando un pequeño chillido, y se dio vuelta. Corrió tan rápido como pudo hacia el gimnasio principal, de vuelta a donde todos eran lindos y delgados y normales.
- Hanna, - Llamó Vince mientras ella iba disparada por entre las máquinas de pesas y corredoras. La alcanzó en el pasillo entre el estudio de yoga y el bar de snacks macrobióticos. - ¿Qué ocurre?
Hanna se encogió de hombros incómoda, notando que Vince la había seguido con la polera de ¡PON TU TRASERO EN MARCHA! que Hanna había rechazado. - No creo que esta clase sea para mí.
- ¿El retiro? ¿Por qué?
¿Estaba drogado? Primero que nada, era un campamento, no un retiro de fitness. Segundo, ¿cómo pudo Vince pensar que Hanna pertenecía a una clase como esa? ¿La había notado en la elíptica hoy y pensado que era alguien fuera de forma, alguien ordinario? ¿Alguien de quien las vendedoras se reían, padres negaban, y mejores amigas menospreciaban?
- ¡Porque es una clase llena de gente gorda! - Hanna finalmente dijo.
Vince retrocedió un poco, su boca formaba una pequeña O. - Estás bromeando, ¿cierto?
Una versión tecno de una canción de Rihanna sonaba de fondo. Cuando Hanna no respondió, Vince negó con la cabeza.  - Los otros miembros no están gordos. Está bien, quizás algunos están un poco por encima de su peso ideal, pero ¿no crees que sea genial que quieran volver a estar en forma? Siento que realmente puedo ayudarlos.
Eres como una Madre Teresa musculosa, Hanna quería decir. - Bueno, creo que paso.
- ¿Vas a pasar de una clase de fitness que va a patear tu trasero? ¿Por qué? ¿Porque todos los demás no lucen como si hubieran salido de Vogue?
Estaba hablando horriblemente muy fuerte. Hanna miró a su alrededor con cautela. La chica del mesón de recepción, que era tan flaca como un látigo, escaneó las tarjetas de dos miembros, la máquina hizo dos pequeños beeps. Un chico de edad universitaria corría aceleradamente en la trotadora, su lacio cabello rubio rebotaba. ¿Y si alguien estaba escuchando? ¿Alguien de Rosewood Day? Si alguien se enteraba de esto, sería la mayor perdedora de la escuela—en más de un sentido.
Vince miró astutamente a Hanna. - Creo que entiendo lo que ocurre. No eres capaz de hacerlo. No se llama campamento porque sea fácil. Tú no tienes la fuerza mental para pasar un programa tan riguroso.
   Hanna resopló indignadamente. - No tiene nada que ver con mi fuerza mental.
- Nah, olvídalo. - Vince movió su mano despectivamente. - Debí haber visto las señales. No todos están hechos para esta clase—tienes que realmente querer el bienestar, estar realmente lista para conseguirlo. No te preocupes, Hanna. Pensé que eras suficientemente dura para esto—pero está bien.
- Soy bastante dura, - Hanna dijo tan fuerte que una veinteañera con una sudadera de Hollis junto a las alfombrillas miró alarmada. - Estoy segura de que soy más dura que todas esas...personas allí.
Vince enderezó su barbilla. - Muy bien. Entonces demuéstramelo. Muéstrame que estás en serio.
Su voz sonaba brusca y severa, pero sus ojos eran suaves, casi deseosos. Una vez más, Hanna tuvo la corazonada de que él podría estar interesado en ella. Y el solo saber que le gustaba a alguien calmaba la soledad que sentía cada vez que pensaba en cómo Lucas había desaparecido en combate. Si se iba de aquí, condenando el retiro de fitness y sus participantes con sobrepeso, probablemente Vince no le volvería a hablar. Y odiaba  que él pensara que ella era alguien que abandonaba las cosas. Era prácticamente sinónimo de perdedora—Y no había modo de que ella volviera a ser una perdedora otra vez.
- Está bien, - gruñó. - Supongo que le daré otra oportunidad. Pero tengo una condición. No voy a usar uno de esos muumuus[3] - apuntó a la remera que Vince sostenía.
Vince se encogió de hombros y puso su mano en el brazo de Hanna. - Es un trato.


[1] Pinup: Modelo de revista
[2] The Biggest Loser: (el mayor perdedor) Reality show de personas que quieren bajar de peso
[3] Muumuu: Vestido Hawaiiano holgado