miércoles, 30 de enero de 2013

Stunning - Capítulo 1: Reunidos, y se siente tan bien


En una fría tarde de sábado a comienzos de Marzo, Aria Montgomery estaba sentada en la mesa de caoba en la casa de su novio Noel Kahn. Ella sonrió cuando Patrice, el chef privado de la familia, le sirvió un plato de ravioli con aceite de trufa. Noel estaba sentado junto a ella, y el Sr. y la Sra. Kahn estaban frente a ellos, defendiéndose de los tres poodles estándar ganadores-de-premios de los Kahn, Reginald, Buster, y Oprah. Noel le puso su nombre a Oprah cuando él era pequeño porque él estaba obsesionado con el programa de entrevistas.

“Qué bueno verte, Aria.” La Sra. Kahn, una imponente mujer con amistosas arrugas alrededor de sus ojos azules y diamantes en sus dedos con el valor de centenas de miles de dólares, le hizo a Aria una genuina sonrisa. Ambos padres de Noel habían entrado a la casa momentos antes de que la cena estuviera servida. “te has convertido en una extraña.”

“Bien, agradezco estar de vuelta,” Aria dijo.

Noel apretó la mano de Aria. “Yo también agradezco que estés de vuelta.” La besó en la mejilla.

Un cosquilleo subió por la columna de Aria. A pesar de que el jugador de lacrosse, conductor de Range Rovers, Típico Rosewood Noel Kahn no era exactamente el tipo de Aria él se la había ganado lentamente. Aparte de una breve ruptura unas cuantas semanas atrás, habían estado saliendo por casi un año.

Desde que volvieron, habían estado compensando el tiempo perdido. La noche del Lunes, fueron al juego de los Philadelphia Flyers, y Aria realmente se interesó, celebrando mientras el equipo anotaba gol tras gol. El Martes, fueron a una película indie Francesa que Noel dijo que era para dejar pensando, a pesar de que Aria estaba segura de que solo lo decía para ser simpático. El Miércoles, Jueves y Viernes, estuvieron en la casa de Noel, merendando en el sofá y viendo Lost en DVD, y más temprano ese día habían ido a caminar con raquetas para nieve luego de una extraña tormenta de nieve.

Patrice apareció otra vez con ensaladas, y los Kahn levantaron sus copas. “Por mi guapo marido,” dijo la Sra. Kahn.

“Por la más bella mujer en el mundo,” el Sr. Kahn replicó.

Noel pretendió vomitar, pero Aria dijo “Awww” apreciativamente. Había podido conocido a los Kahn durante el año en que salió con Noel, y parecían ser una pareja que se comunicaba muy bien y aun planeaban sorpresas románticas para el Día de San Valentín. Los padres de Aria nunca fueron así, lo cual probablemente era por qué estaban divorciados. Aria le había dicho justamente ayer lo suertudo que era de tener padres que aun se amaban, y el dijo que también lo creía. Los chicos pueden ser muy densos a veces, pero Aria estaba feliz de que su novio reconociera una buena relación cuando veía una.

La Sra. Kahn bebió un sorbo de su vino. “¿Qué hay de nuevo, Aria? ¿Estás emocionada por la candidatura a senador del padre de Hanna?”

“Definitivamente.” Aria enterró el tenedor en un ravioli. “Y es divertido ver a Hanna en todos esos comerciales de TV.” Sinceramente, era un alivio ver cualquier comercial que no fuera el de Pequeña Linda Asesina, la película hecha para TV sobre Aria, Hanna, Emily, y Spencer, y su dura experiencia con la Verdadera Ali. Parece que la estaban retransmitiendo el otro día.

“Hay una gran fiesta de recaudación de fondos para el Sr. Marin el próximo fin de semana,” Noel dijo masticando.

“Oh, sí, nosotros iremos también,” la Sra. Kahn dijo.

El Sr. Kahn se limpio la boca. “De hecho, yo no puedo. Tendrás que ir sola.”

Su mujer parecía sorprendida. “¿Por qué no?”

“Tengo una cena de trabajo en la ciudad.” El Sr. Kahn de repente se puso muy interesado en su BlackBerry, el cual estaba junto a su plato. “Apuesto que ustedes chicos están emocionados por el Crucero Ecológico que viene,” añadió, cambiando el tema. “Tu madre me contó sobre eso, Noel.”

“No puedo esperar,” Noel dijo entusiasmado. En unas pocas semanas, la mayoría de los de último grado en Rosewood Day iban en un crucero a un montón de islas tropicales. Era parte viaje de ultimo año, parte excursión científica, y Aria estaba emocionada de que ella y Noel estarían juntos para cuando llegue el viaje. Pasar horas bañándose al sol junto a él sonaba como el paraíso.

La puerta frontal se abrió, y hubo pasos en el pasillo. “¿Hallo?” una voz de acento familiar sonó.

“¡Klaudia!” La Sra. Kahn se levantó a medias de su asiento. “¡Estamos aquí!”

Klaudia, la estudiante de intercambio de Finlandia quien había estado quedándose con los Kahn por poco más de un mes, entró al comedor. Como era usual, usaba un pulóver ultra corto y apretado al cuerpo que mostraba sus enormes pechos y minúscula cadera. Botas-más-arriba-de-las-rodillas acentuaban sus delgadas y largas piernas. Su cabello rubio-blanco caía sobre sus hombros, y sus voluptuosos labios delineados-color-frambuesa estaban cerrados.

“¡Hallo, Noel!” meneó sus dedos. Luego su mirada fue hacia Aria, y la sonrisa se puso agria. “Oh. .”

“Hola, Klaudia,” Aria dijo en una voz entrecortada.

“¿Quieres cenar, Klaudia?” La Sra. Kahn preguntó ansiosamente. “¡Está deliciosa!”

Klaudia entrometió su nariz en el aire. “Yo bien,” dijo en su forzado inglés pidgin. Aria sabia por hecho que ella hablaba el inglés perfectamente, pero ponía acto de inocente-pequeña-niña-extranjera porque la ayudaba a salirse con la suya en todo tipo de cosas. “Yo ya comer con Naomi y Riley.” Luego dio una vuelta y subió las escaleras.

Tan pronto como se cerró la puerta, Noel le hizo una mirada exasperada a sus padres. “¿Por qué sigue aquí? ¡Dijeron que iban a llamar al programa de intercambio y enviarla a casa!”

La Sra. Kahn hizo un sonido con su lengua. “¿Aun estas molesto porque tomó prestada tu chaqueta?”

“No la tomó prestada.” La voz de Noel se elevó. “La robó.”

Shh.” La Sra. Kahn miró al tejado. “Te oirá.”

Aria fijó su vista en su plato, sintiendo una secreta avalancha de triunfo. No hace mucho, Aria había estado segura de que Noel quería acostarse con Klaudia— ¿Quién no? Ella se veía como una chica de comercial de cerveza, y para colmo era diabólica y manipuladora. Aun peor, Noel no le creyó a Aria cuando ella le dijo que Klaudia estaba loca—él solo pensaba que ella era una dulce, desafortunada estudiante de intercambio quien necesitaba mimos y protección de la Grande y Malvada América. Fue tan satisfactorio cuando Noel vino a donde Aria la semana pasada y dijo que Klaudia no era para él definitivamente. Ella estaba loca, y el estaba haciendo todo en su poder para enviarla de vuelta a Finlandia.

Las cejas de la Sra. Kahn se arrugaron. “Klaudia es una invitada en nuestra casa, Noel. No podemos simplemente echarla.”

Los hombros de Noel se desmoronaron. “¿Estás poniéndote de su parte en vez de la mía?”

“Solo trata de llevarte bien con ella, cariño. Es una excelente experiencia cultural el tener a Klaudia en la casa.”

“Como sea.” Noel dejó su tenedor. “¿Sabes qué? No tengo hambre.”

“Noel,” La Sra. Kahn protestó, pero Noel ya estaba a medio camino de la puerta. Aria también se levantó. “Gracias por la cena,” dijo incómodamente. Trató de llevar su plato a la cocina, pero Patrice, quien estaba esperando obedientemente en la esquina, lo tomó de sus manos y le indicó que salga.

Aria siguió a Noel arriba de las escaleras y en la sala de estar del segundo piso, la cual tenía una enorme TV de pantalla plana y cinco consolas de videojuegos diferentes. Noel tomó dos Sprites del mini refrigerador del rincón, se echó encima del sillón y miró enojado la TV cambiando los canales.

“¿Estás bien?” Aria preguntó.

“Simplemente no puedo creer que no me escuchan sobre ella.”Noel apuntó un dedo pulgar en dirección del cuarto de Klaudia al otro lado del pasillo.

Aria quería decir que no hace mucho, Noel no le creyó a ella sobre Klaudia, pero ahora probablemente no era el momento correcto. “Solo quedan pocos meses antes de que se vaya a Finlandia, ¿Cierto? Quizás puedas simplemente ignorarla. Y, de todos modos, ahora que le gusta alguien más, quizás te deje solo.”

“¿Te refieres al Sr. Fitz?” Noel levantó una ceja. “¿Estás bien con eso?”

Aria se hundió en el sofá y miró por la ventana a la casa de invitados en el patio trasero de los Kahn. La semana pasada, mientras ella y Noel habían terminado, Ezra Fitz, el profesor-slash-novio de Aria, había vuelto a Rosewood con la esperanza de recuperarla. Todo había salido como la fantasía que corría por la mente de Aria constantemente desde que Ezra se fue de la ciudad, hasta que, inesperadamente, el sueño se puso agrio. Ezra no era el chico que ella recordaba, sino que alguien que estaba necesitado e inseguro. Cuando Aria no pudo darle el potenciador de ego a Ezra que él necesitaba, él se fue con Klaudia. La semana pasada, Aria los pilló besándose en una sala de abrigos en una fiesta del elenco de la escuela para la producción de Macbeth. Desde ahí, Klaudia había presumido fuertemente de que ella y Ezra habían salido en sexys citas por Rosewood y que estaban mirando apartamentos en New York, donde Ezra vivía.

“No me importa que Klaudia y Ezra estén juntos,” ella dijo, sinceramente. “Estoy contigo.”

Noel bajó el control remoto y acercó a Aria. Sus labios se encontraron en un beso. Noel presionó sus manos por los lados de su cara, luego tocó su cuello y hombros. Sus dedos rozaron el tirante de su sostén, y ella pudo saber que él quería más. Ella se separó suavemente. “No podemos. No con tus padres abajo.”

Noel protestó. “¿Y?”

“Pervertido.” Lo golpeó juguetonamente, pero también sintió una angustia de deseo. Esa era otra cosa que había cambiado: desde que volvieron, se acostaron por primera vez. Ocurrió solo unos pocos días atrás en el dormitorio de Noel en una tarde lluviosa, y fue todo lo que Aria pudo haber esperado—tierno, lento, impresionante. Se susurraron cuánto se importaban el uno al otro, y después, Noel le dijo que había sido muy especial. Aria estaba agradecida de haber esperado. Lo hicieron por el motivo correcto—amor.

Noel se apoyó atrás en sus codos, y la examinó. “No dejemos que nadie se meta entre nosotros otra vez. Ni Klaudia, ni Ezra, ni Nadie.”

“Trato.” Aria masajeaba el antebrazo de Noel.

“Lo digo en serio.” Noel se enderezó y la miró a los ojos. “Quiero que seamos completamente honestos el uno con el otro. No más secretos. Por eso es que mis padres siguen juntos—no se ocultan nada. No quiero que nosotros nos ocultemos tampoco.”

Aria parpadeó fuertemente. ¿Qué diría si le dijera lo que hizo en Islandia el verano pasado? ¿Qué diría si le dijera que ella y sus viejas amigas empujaron a la persona que pensaron que era la Verdadera Ali por el techo en Jamaica, solo para después enterarse que de hecho era una chica inocente llamada Tabitha Clark? ¿Qué diría sobre el Nuevo A, el mensajero anónimo quién había comenzado a atormentar a Aria y sus amigas con sus peores secretos?

¿Y quién era el nuevo A? La ex-amiga de Spencer, Kelsey Pierce, había tenido mucho sentido—había estado en Jamaica en el receso de primavera, y Spencer la inculpó por posesión de drogas el verano pasado. Pero cuando confrontaron a Kelsey en La Reserva en el hospital mental Addison-Stevens, ella parecía realmente no saber sobre Tabitha o A.

Y luego estaba la inscripción en la banca que vieron afuera del hospital. TABITHA CLARK, QEPD, decía, con una lista de las fechas en que Tabitha fue paciente en la Reserva. Coincidían con las fechas en que la Verdadera Ali estuvo allí también—claramente Tabitha y la verdadera Ali se conocían.

“¿Hola? ¿Aria?”

Noel la estaba mirando curiosamente. “Te desapareciste. ¿Todo está bien?”

“Por supuesto,” Aria mintió. “Yo… yo solo estaba pensando en lo increíble que eres. En cuán completamente de acuerdo estoy con ser honesta contigo todo el tiempo.”

La cara de Noel se relajó en una sonrisa. Levantó su Sprite. “Genial. ¿Así que no mas secretos?”

“No más secretos.” Aria levantó su Sprite también, y tocaron las latas tal como los Kahn hicieron el brindis en la cena. “A partir de ahora.”

Bueno, así qué “a partir de ahora” era un poquito tramposo. Pero los horribles crímenes que Aria había cometido estaban en el pasado, y ellos necesitaban quedarse lejos de eso—por siempre.

lunes, 28 de enero de 2013

Stunning - Prólogo: Un fardo de secretos


¿Alguna vez has hecho algo tan vergonzoso, tan shockeante, tan no-de ti que querías desaparecer? Quizás te escondiste en tu habitación todo el verano, demasiado mortificada como para mostrar tu cara. Quizás les rogaste a tus padres que te dejen cambiarte de escuela. O quizás tus padres ni siquiera supieron tu secreto—te escondiste de ellos también. Tenias miedo de que ellos pudieran mirarte y saber que habías hecho algo horrible.

Cierta linda chica en Rosewood acarreó un secreto por largos nueve meses. Se alejó de todo y todos—excepto sus tres mejores amigas. Cuando todo terminó, juraron que nunca le dirían a nadie.

Pero estamos en Rosewood. Y en Rosewood, el único modo de mantener tus secretos a salvo, es no tenerlos…


Ese verano en Rosewood, Pennsylvania, un pintoresco, y saludable suburbio aproximadamente a veinte minutos de Philadelphia, había sido uno de los más calurosos de la historia. Para escaparse del calor, la gente se acumulaba en la piscina del club de campo, se reunía en el local Rita para comprar helados extra grandes de frutilla, y se sumergían en la poza de los patos en la granja orgánica de queso de Peck, a pesar del rumor de décadas de antigüedad de que un cadáver había sido encontrado allí. Pero para la tercera semana de agosto, el clima de repente cambió. “Un congelamiento nocturno de mitad de verano,” así lo llamaban las noticias locales, porque la temperatura bajó hasta ser congelante unas cuantas noches seguidas. Los chicos usaban sus sudaderas, y las chicas vestían sus nuevos jeans  para la vuelta a clases de Joe y sus chalecos acolchados. Unas cuantas hojas en los arboles cambiaron a colores rojos y dorados por la noche. Era tan duro como si La Parca hubiera venido y hubiera tajado la estación y se la hubiera llevado lejos.

En una fría noche de jueves, un Subaru viejo pasó por una oscura calle en Wessex, un pueblo no muy lejos de Rosewood. El reloj brillante verde en el tablero decía 1:26 AM, pero las cuatro chicas dentro del auto estaban muy despiertas. En realidad, eran cinco chicas: las mejores amigas Emily Fields, Aria Montgomery, Spencer Hastings, Hanna Marin…y una pequeña bebé sin nombre a quien Emily había parido ese día.

Pasaron casa tras casa, mirando los números en los buzones. Cuando se acercaron al número 204, Emily se enderezó. “Para,” dijo por encima de los llantos del bebé. “Esa es.”

Aria, quien estaba usando un jerseyde Fair Isle que se compró cuando estaba de vacaciones en Islandia el mes pasado—unas vacaciones que no soportaba recordar—giró el auto hacia la entrada. “¿Estás segura?” miró la modesta casa blanca. Tenía un aro de basquetbol en el estacionamiento, un gran sauce llorón en el pasto, y animados parterres de flores bajo las ventanas frontales.

“He visto esta dirección en el formulario de adopción un millón de veces.” Emily tocó la ventana. “Dos, cero, cuatro, Ship Lane. Aquí es definitivamente donde viven,”

El auto se quedó quieto. Incluso el bebé dejó de llorar. Hanna miró a la infante junto a ella en el asiento trasero. Sus pequeños y perfectos labios rosados estaban cerrados. Spencer miró al bebé también, luego se dio vuelta, incomoda. Era obvio lo que todos estaban pensando: ¿Cómo podía haberle sucedido esto a la dulce, obediente, pequeña Emily Fields? Ellas habían sido las mejores amigas de Emily desde sexto grado, cuando Alison DiLaurentis, la chica más popular de Rosewood Day, la escuela privada a la cual iban, las reclutó en su nuevo grupo. Emily siempre había sido la chica que odiaba a la gente que hablaba mal, quien nunca inició una pelea, quien prefería poleras sueltas antes que faldas apretadas—y chicas antes que chicos. Las chicas como Emily no se embarazaban.

Ellas habían pensado que Emily estaba haciendo un programa de verano en Temple, parecido al que Spencer estaba haciendo en Penn, Pero luego, una por una, Emily les dijo la verdad: Se estaba ocultando en la habitación de su hermana en Philly porque estaba embarazada. Aria, Spencer, y Hanna todas reaccionaron de la misma manera cuando Emily les dijo las noticias: boquiabiertas, sin palabras y shockeadas. ¿Desde hace cuanto lo sabes? Preguntaron. Me hice una prueba de embarazo cuando volví de Jamaica, Emily respondió. El padre era Isaac, un chico con quien salió el invierno pasado.

“¿Estás segura de que quieres hacer esto?” Spencer preguntó tranquilamente. Un reflejo en la ventana llamó su atención, y se sintió avergonzada. Pero cuando se volvió para mirar a la casa frente a ellas, una igualmente modesta casa de ladrillos, no había nadie mirando.

“¿Qué otra opción tengo?” Emily giraba el brazalete de goma color rosa del Hospital Jefferson alrededor de su muñeca. El equipo médico ni siquiera sabía que se había ido—los doctores querían que se quede un día extra para poder monitorear la incisión de la cesárea. Pero si se quedaba un minuto más en el hospital, su plan no funcionaría. Era imposible que le diera el bebé a Gayle, la saludable mujer quien le había pagado una gran suma de dinero, así que le dijo a Gayle que había atrasado dos días la hora de su cesárea. Luego le solicitó a sus amigas ayuda para escaparse del hospital, poco después de que la bebé nació. Todas tomaron parte del escape. Hanna devolvió el dinero de Gayle. Spencer distrajo a las enfermeras mientras Emily cojeaba hasta la salida. Aria trajo su Subaru e incluso encontró un asiento de infantes para el auto en una venta de garaje. Y tuvieron éxito: Se escaparon sin que Gayle se entere y se lleve al bebé.

De repente, como si estuviera planeado, el celular de Emily sonó, rompiendo el tenso silencio al interior del auto. Lo sacó de la bolsa plástica en que el hospital había puesto su ropa y miró la pantalla: Gayle.

Emily hizo un gesto de dolor y presionó IGNORAR. El teléfono se quedó quieto por un momento luego sonó una vez más. Gayle otra vez.

Hanna miró el celular cautelosamente. “¿Podrías responder eso?”

“¿Y decir qué?” Emily presionó IGNORAR una vez más. “¿’Lo siento, Gayle no quiero darte mi bebé porque creo que estás loca’?”

“¿Pero no es ilegal esto?” Hanna miró la calle de arriba a abajo. No había un auto a la vista, pero aun se sentía nerviosa. “¿Y si te denuncia?”

“¿Por qué?” Emily preguntó. “Lo que hizo Gayle fue ilegal también. No puede decir nada sin incriminarse a ella misma.”

Hanna se mordía la uña del dedo pulgar. “Pero y si la policía se entera de esto, ¿qué pasa si investigan otras cosas? Como… ¿Jamaica?”

Una tensión palpable se propagaba en el auto. A pesar de que siempre estaba en sus mentes, las chicas se habían prometido no volver a hablar sobre Jamaica. Se suponía que iba a ser una escapada para olvidar a la Verdadera Ali, la diabólica chica que mató a su hermana gemela, Courtney, la Ali que ellas conocían y querían. El año pasado la Verdadera Ali volvió a Rosewood y trató de hacerse pasar ante las chicas como su vieja amiga, pero fue después cuando reveló que ella era la nueva A, el tormentoso mensajero de las chicas. Ella había matado a Ian Thomas, el rompecorazones de Rosewood Day y sospechoso en el primer asesinato, y a Jenna Cavanaugh, a quien las chicas y Su Ali habían dejado ciega en sexto grado. El plan maestro de la Verdadera Ali era asesinar a las cuatro chicas. Ella las llevó a su casa familiar en Poconos, las encerró en un dormitorio, y prendió un fósforo. Pero las cosas no salieron como lo planeado. Las chicas escaparon, dejando a la Verdadera Ali atrapada en la casa cuando esta explotó. A pesar de que sus restos nunca fueron encontrados, todos estaban seguros de que estaba muerta.

Pero ¿Lo estaba?

El viaje a Jamaica había sido una oportunidad para las chicas para seguir con sus vidas y profundizar su amistad. Sin embargo, una vez que estuvieron allí, conocieron a una chica llamada Tabitha, quien les recordaba a la Verdadera Ali. Ella sabia cosas que solo Ali podría saber. Sus gestos eran escalofriantemente como los de Ali. Lentamente, se convencieron de que ella era la Verdadera Ali. Quizás había sobrevivido al incendio. Quizás había venido a Jamaica para terminar con las chicas como lo había planeado.

Solo había una cosa que hacer: detenerla antes de que se vengue. Justo cuando la Verdadera Ali estaba a punto de empujar a Hanna por el balcón del techo, Aria intervino, y fue Ali la que cayó. Su cuerpo roto se desvaneció antes de que las chicas bajen a la playa a ver lo que habían hecho. Probablemente se la llevó la marea. Las chicas vacilaban entre el alivio de que Ali se había ido por siempre…y el horror de que habían matado a alguien.

“Nadie nunca sabrá sobre Jamaica,” Spencer refunfuñó ahora. “El cuerpo de Ali se fue.”

El teléfono de Emily sonó otra vez. Gayle. Un beep sonó después. Seis nuevos mensajes de voz, la pantalla anunciaba.

“Quizás podrías escuchar esos,” Hanna susurró.

Emily negó con la cabeza, sus manos temblaban.

“Pon la llamada en altavoz,” Aria sugirió. “Escucharemos contigo,”

Poniendo su labio inferior dentro de su boca, Emily hiso lo que le dijeron y puso el primer mensaje. “Heather, es Gayle.” Una animada voz estrepitó en el auto. “No me has devuelto las llamadas en días, y estoy preocupada. ¿No tuviste el bebé unos cuantos días antes, o si? ¿Hubo complicaciones? Llamaré al hospital Jefferson para asegurarme.”

“¿Quién es Heather?” Spencer susurró nerviosamente.

“Es el nombre falso que le di a todos este verano,” Emily dijo. “Incluso postulé a mi trabajo usando una identidad falsa que compre en South Street. No quería que nadie haga la conexión de que yo era la mejor amiga de Alison DiLaurentis. Alguien le podría decir a la prensa que yo estaba embarazada, y luego mis padres se hubieran enterado." Miró su celular. “Dios, se oye realmente molesta.”

El segundo mensaje de Gayle siguió. “Heather, es Gayle otra vez. Está bien, llamé a Jefferson—ahí es donde anotaste tu cesárea, ¿cierto? Nadie en el equipo me quiere decir lo que ocurre. ¿Podrías por favor contestar tu teléfono y decirme dónde diablos estás?”

Los tonos del tercero y el cuarto mensaje aumentaron en intensidad y frustración. “Está bien, estoy en Jefferson ahora” Gayle dijo en el quinto mensaje. “Acabo de hablar con un auxiliar y no tienen registros de nadie llamada Heather en la sala de maternidad, pero luego describí como te veías y dijo que tú estás aquí. ¿Por qué no me llamaste? ¿Dónde carajos esta el bebe?”

“¿Cuánto apuestan a que sobornó al auxiliar?” Emily murmuró “Mala idea el registrarme bajo mi verdadero nombre para despistar a Gayle.” Registrarse bajo Emily Fields había sido un riesgo—a pesar de que Emily tenía una casilla postal en Philly como su dirección y planeaba usar sus ahorros de niñera para pagar la cuenta del hospital, ¿Que pasaba si, por alguna razón, sus padres llamaban a Jefferson y averiguaban que ella había estado allí? Pero ya que Gayle solo la conocía como Heather, usar su nombre real parecía un modo fácil de perderla.

Para el sexto mensaje Gayle se había enterado. “Esto fue un montaje, ¿cierto?” gruñó. “Tuviste al bebé y te fuiste, ¿o no? ¿Fue esa tu intención todo el tiempo, perra? ¿Planeaste estafarme desde el comienzo? ¿Crees que le doy cincuenta mil dólares a cualquiera? ¿Crees que soy una idiota? Voy a encontrarte. Voy perseguirlos a ti y al bebé y luego lo lamentaras.”

“Wow,” Aria suspiró.

“Oh mi dios.” Emily cerró su celular. “Nunca debí haberle prometido nada. Sé que lo devolvimos, pero nunca debí haber tomado su dinero en primer lugar. Está loca. Ahora, ¿ven por qué hago esto?”

“Por supuesto,” Aria dijo tranquilamente.

La infante comenzó a lloriquear, Emily le hizo cariño en su pequeña cabeza, y luego, reuniendo coraje, abrió la puerta del auto y salió al escalofriante aire. “Hagámoslo.”

“Em, no.” Aria abrió su puerta del auto y tomó a Emily del brazo justo mientras Emily caía contra el costado del auto, claramente adolorida. “El doctor dijo que no debías hacer esfuerzo, ¿recuerdas?”

“Necesito llevarle el bebé a los Bakers.” Emily apuntó atontadamente a la casa.

Aria se detuvo. Una bocina de camión sonaba a la distancia. Por encima del sonido del motor del auto, pensó que había oído una breve y aguda risa.

“Bien,” Aria aceptó. “Pero yo la llevaré.” Tomó el asiento del bebé del asiento trasero. El olor a talco de bebé la recibió, creando un nudo en su garganta. Su padre, Byron, y su novia, Meredith, acababan de tener un bebé, y ella amaba a Lola con todo su corazón. Si miraba mucho tiempo a este bebé, la amaría de igual forma.

El teléfono de Emily sonó otra vez, y el nombre de Gayle apareció en la pantalla. “Lo dejó en su bolsa. “Vamos, Aria.”

Aria levantó el asiento del bebé más arriba, y ambas chicas se tambalearon por el jardín delantero. El rocío humedecía sus pies. Apenas alcanzaron a pasar por alto un aspersor de agua asomándose por el pasto. Cuando subieron al pórtico, notaron una animada mecedora y un plato de perro de cerámica que decía BIENVENIDOS GOLDEN RETRIEVERS

“Aw.” Aria lo apuntó. “Los golden retrievers son geniales.”

“Me dijeron que tienen dos cachorros de golden retriever.” Emily dijo. “Siempre he querido uno de esos.”

Aria miró cómo un millón de emociones pasaban por la cara de su amiga en medio segundo. Se acercó y tomó la mano de Emily. “¿Estás bien?” Había tanto que decir, pero no habían palabras con que decirlo.

Luego la expresión de Emily se fortaleció otra vez. “Por supuesto,” dijo entre dientes. Tomando un largo suspiro, tomó la silla del bebé y la puso en el pórtico. La bebé gemía. Emily miró por encima de su hombro a la calle. El Subaru de Aria estaba en la cuneta. Algo pasó entre las sombras cerca de los setos. Por medio segundo, pensó que era una persona, pero luego sus ojos se desenfocaron. Probablemente eran las drogas que aun corrían por su sistema.

A pesar de que hizo que su incisión duela como el infierno, Emily se agachó, puso una copia del certificado de nacimiento del bebé, y la carta que escribió poco antes de irse a hospital, y la puso encima del asiento. Con suerte, la carta explicaba todo. Con suerte, Los Baker entenderían y amarían a este bebe con todos sus corazones. Besó la frente del bebé, luego pasó sus dedos por sus increíblemente suaves mejillas. Es para mejor, una voz en su interior decía. Tú lo sabes.

Emily presionó el timbre. En segundos, una luz se prendió, y dos diferentes pasos se oyeron al otro lado de la puerta. Aria tomó la mano de Emily, y se tambalearon hacia el auto. Una silueta se veía en la entrada, primero mirando afuera, y luego mirando el asiento de bebé abandonado…y al bebe al interior.

“Conduce,” Emily dijo.

Aria se adentró en la noche. Cuando dio vuelta a la primera esquina, miró a Emily en el espejo retrovisor. “Está bien.”

Hanna puso su mano en el brazo de Emily. Spencer se dio vuelta y apretó su rodilla. Emily colapsó y comenzó a llorar, primero tranquilamente, y luego en grandes y fuertes gritos ahogados. Los corazones de todas estaban rotos por ella, pero nadie sabía que decir. Este era otro devastante secreto en una larga lista de secretos que tenían que guardar, junto con Jamaica, la experiencia del casi-arresto de Spencer por posesión de drogas, lo que le pasó a Aria en Islandia, y el accidente de auto de Hanna ese verano. Al menos A se había ido—se habían asegurado de eso. Lo que habían hecho podrá haber sido terrible, pero al menos nadie lo sabría jamás.

Sin embargo, no deberían estar tan seguras de eso. Después de todo lo ocurrido, deberían aprender a confiar en sus premoniciones, y tomarse en serio esas risas y sombras fantasmas. Alguien estaba allí esa noche, después de todo. Mirando. Analizando. Planeando.

Y ese alguien solo estaba esperando la oportunidad para usar todo esto en contra de ellas.

Stunning en español - Sara Shepard


Stunning es el onceavo libro de la saga Pretty Little Liars por Sara Shepard, y publicado por HarperTeen. Fue publicado el 1 de Junio del año 2012.

Stunning más que nada se trata sobre el secreto de Emily. Ella es quien aparece en la portada del libro. Bajo la funda de la versión de tapa dura, en la tapa frontal dice: "Tengo mis vista en ustedes.~A."


Epígrafe:

No es tan importante quién comienza el juego, pero sí quién lo termina
—JOHN WOODEN

Sinopsis:

En Rosewood, pennsilvania, cuatro deslumbrantemente lindas chicas son perseguidas por un muy feo pasado. Spencer, Aria, Hanna, y Emily no quieren nada más que olvidar a Alison DiLaurentis, su ex mejor amiga quien trató de arruinar sus vidas. pero alguien se niega a dejar morir su recuerdo. A aun está allí afuera, escabulléndose en las sombras y desenterrando los más nuevos secretos de las pequeñas lindas mentirosas.

Emily se reconecta con una antigua llama, un paso de bebé a la vez. Pero ¿Se dirige a verdadero amor o a otro capullo de dolor? Spencer está aprendiendo sobre los altibajos de la vida en campus en un viaje a Princeton. Aria está viendo un lado completamente nuevo del papá de Noel— y podría conducirla a una zanja entre ella y Noel. Y, para mejor o peor, Hanna está entrando en contacto con su A interior.

Secreto tras secreto, mentira tras mentira, las chicas se enredan en la peligrosa red de A. A lo sabe todo, desde sus más pequeñas transgresiones hasta el horrible incidente en Jamaica. Pronto A tendrá municiones suficientes para tirar del gatillo y terminar con las pequeñas lindas mentirosas, de una vez por todas...

Links para leer:

Un fardo de secretos 28/Enero/2013
1.- Reunidos, y se siente tan bien. 30/Enero/2013
2.- El nuevo reto de Spencer 01/Febrero/2013
3.- El chico que se escapó 02/Febrero/2013
4.- Un paseo por la tierra de los recuerdos 08/Febrero/2013
5.- Las cosas que descubres en la sección de producción... 16/Febrero/2013
6.- Spencer está dentro. 23/Febrero/2013
7.- Hanna hierve al vapor 05/Marzo/2013
8.- Hola, mi nombre es Heather 15/Marzo/2013
9.- No hay furia del infierno como la de una mujer rica desdeñada 23/Marzo/2013
10.- Comida para pensar 24/Marzo/2013
11.- Trabájalo 31/Marzo/2013
12.- Palabras de Sabiduría 06/Abril/2013
13.- Ring, ring, es la Verdadera Ali 07/Abril/2013
14.- Poniéndose al día 12/Abril/2013
15.- De honor o Arrestada 12/Abril/2013
16.- Corriendo por su vida 20/Abril/2013
17.- ¡Sonríe! ¡Te estamos grabando! 26/Abril/2013
18.- La casa de sus sueños 29/Abril/2013
19.- Agente Secreta Hanna 03/Mayo/2013
20.- Una olla de oro 03/Mayo/2013
21.- Una reunión amistosa 09/Mayo/2013
22.- La decisión más difícil de todas. 09/Mayo/2013
23.- Señoritas que toman la merienda 19/Mayo/2013
24.- Hanna hace su juego de A  24/Mayo/2013
25.- Secretos, abierto y cerrado 24/Mayo/2013
26.- Sobredosis-No, no lo hizo 26/Mayo/2013
27.- Archivos de acechadora 06/Junio/2013
28.- El tiempo se acaba 06/Junio/2013
29.- Las amigas no dejan a sus amigas ir solas 06/Junio/2013
30.- La chica en la foto 07/Junio/2013
31.- La verdad sale 09/Junio/2013
32.- Hora de confesión 10/Junio/2013
33.- El confidente de Aria 13/Junio/2013
34.- Los efectos secundarios de un acecho sorpresa 16/Junio/2013
35.- Cualquier club que no quiera a Spencer como miembro... 19/Junio/2013
36.- Sana y Salva 20/Junio/2013
37.- Un extraño en la multitud 20/Junio/2013
Lo que ocurre después... 20/Junio/2013

domingo, 27 de enero de 2013

Ruthless - Lo que ocurre después...


Estas pequeñas lindas mentirosas simplemente no pueden evitar ser malas, y yo no puedo evitar torturarlas. A eso se le llama una relación simbiótica, ¿cierto? Spencer lo sabría— ¿a no ser que haya estado drogada durante esa clase? ¡Ooopsie!

Justo cuando la pobre y pequeña Emily pensaba que había hecho una nueva mejor amiga, Kelsey casi la mató. ¿Aun tienes algo por las chicas malas, Em? Hanna pensó que ella era Julieta en un desventurado amor. Qué romántico. Quizás debería haber escuchado cuando le advertí cómo terminaba esa. Y Aria—oh, Aria. Cayó en ciertos viejos malos hábitos. Aquellos que no aprenden del pasado están condenados a repetirlo. Dedos cruzados a que ella nunca aprende su lección.

Diría que estas señoritas necesitan unas vacaciones, pero dado lo que hicieron en su última escapada, eso probablemente no sería la mejor idea. Y además, ver cómo se desarrolla el drama ¡es como una vacación para moi!

Hasta la próxima, perras.
¡Mwah!
A

Ruthless - Capítulo 38: Algo malvado viene por aquí.


“Las horas de visita se han acabado,” dijo una enfermera en una fresca bata medica, asomando su cabeza en la sala de visitas. “Si quieres anotar otra visita para mañana, eres bienvenida entre medio día y las 2 P.M.”

Emily se mordió el interior de la mejilla. Tenían escuela mañana. “¿hay modo de que podamos hablar llamar a Kelsey?” preguntó. “Tenemos una rápida pregunta para ella. Es importante.”

La mujer tocaba la insignia que colgaba de su chaqueta. “Lo siento, pero las llamadas están prohibidas para los pacientes. Queremos que se concentren en el trabajo que hacen aquí dentro, y no lidiar con nada del mundo exterior. Pero como les dije, si quieren visitar otra vez…” Abrió la puerta que guiaba al hall que eventualmente llevaba al recibidor.

No había nada que hacer aparte de obedecer. Emily siguió a Spencer, Hanna, y Aria por el pasillo, su mente era un enjambre. La carta de Kelsey a Spencer era desconcertante, y su carta a Emily era absolutamente desgarradora. ¿De verdad Kelsey no había visto lo que le hicieron a Tabitha… o era solo otro de sus juegos mentales de A? Si ella no sabía, ¿Qué quiso decir Kelsey en la cantera cuando dijo que Emily era una persona terrible? Quizás simplemente era porque Emily guardó el secreto de lo que Spencer le hizo. Kelsey había confiado en Emily, después de todo.

“¿Entonces qué hacemos?” Emily susurró. “¿La visitamos otro día?”

“Supongo,” Spencer dijo. “Si ella quiere.”

Las chicas caminaron lentamente por el corredor, el cual estaba iluminado con molestas luces fluorescentes en el tejado y delineada con puertas ligeramente cerradas. “Miren,” Aria chilló, deteniéndose en una pequeña alcoba que tenía una fuente de agua.  En las paredes interiores, había docenas de nombres garabateados en lápices de diferentes colores. PETRA. ULYSSES. JENNIFER. JUSTIN.

“Ella era mi compañera de cuarto,” Hanna susurró, apuntando al gran IRIS escrito en marcador rosado. “La que pensé que era A.”

Luego Emily vio algo en un rincón, una firma tan agobiantemente familiar que sintió sus rodillas tambalear. COURTNEY, decía, en plateadas letras redondeadas. Era la misma caligrafía que estaba en el mural de sexto grado donde todos estamparon sus manos y escribieron unos cuantos adjetivos sobre ellos mismos. Era una caligrafía muy similar también a la de la verdadera Courtney, la chica que Emily siempre había conocido como Ali. Emily se imaginó a Su Ali escribiendo su nombre al comienzo de un test de vocabulario, la e en DiLaurentis tan redonda como esta e en Courtney, las letras se inclinaban ligeramente hacia delante de la misma forma. Courtney quería ser tal como Ali hasta el último detalle—y lo fue.

Las otras chicas siguieron la mirada de Emily. “Así que de verdad estuvo aquí,” Spencer dijo tranquilamente.

Hanna asintió. “Verlo lo hace tan real.”

Emily miró la firma una vez más, luego miró el pasillo aburrido, limpísimo de La Reserva. ¿Cómo debe haber sido para la Verdadera Ali estar aquí sin que nadie le crea que ella era quien ella decía que era a lo largo de cuatro miserables años? Ali debe haberse quemado con odio porque su hermana haya hecho el cambio. Debe haber estado furiosa con rabia hacia Emily, Aria, Spencer y Hanna por estar en el lugar equivocado en el momento correcto. Mientras al interior de estas paredes, ella planeaba su regreso, orquestó el asesinato de su hermana, compuesto sus planes como A, e incluso con una mente maestra, había ingeniado el incendio en Poconos.

Y, si las entrañas de Emily sentían lo correcto, ella aun estaba afuera. Viva.

Emily se dio vuelta hacia sus tres viejas mejores amigas, preguntándose si debería decirles el secreto que había guardado por más de un año. Si iban a comenzar de nuevo con el pie derecho, y ser cercanas de verdad otra vez, tendría que salir al aire alguna vez, ¿cierto?

Pero entonces Hanna suspiró y salió por la puerta de salida al final del corredor. Spencer la siguió, luego Aria. Emily le echó un último y largo vistazo al interior de la facilidad. Una sutil, y aguda risa hizo eco en sus oídos. Saltó, girando. Pero, por supuesto, no había nadie allí.

Las chicas caminaron por el terreno hacia el estacionamiento. Un jardinero estaba arrodillado, sacando el pasto seco de una de los parterres de flores. Una bandera del estado de Pennsylvania flameaba en un poste haciendo un sonido de golpes en el aire. Por primera vez en un buen tiempo, mientras caminaban tranquilamente en fila, Emily no se sentía incomoda cerca de sus viejas amigas. En vez de eso, se sentía cómoda. Aclaró su garganta. “Quizás podríamos juntarnos después esta semana,” dijo suavemente. “Tomar un café o algo.”

Aria levantó la vista. “Me gustaría eso.”

“Y a mí,” Hanna dijo. Spencer sonrió y golpeó la cadera de Emily. Una tibia sensación de satisfacción cayó sobre Emily como una gruesa frazada. Al menos una cosa buena había salido de todo esto. No se había dado cuenta de cuan desesperadamente había extrañado a sus viejas amigas.

Pasaron una banca forjada de metal junto al mástil de la bandera. Debe haber sido instalada recientemente; la base del cemento se veía como puesta de hace poco. Una brillante placa de cobre descansaba frente a la banca, un buqué de lirios estaba junto a ella. Emily miró la placa vagamente, sus ojos pasaron por las letras pero sin realmente leerlas. Luego, se detuvo de golpe y las leyó otra vez. “Chicas.”

Las otras, ahora unos cuantos pasos más adelante, se devolvieron. Emily apuntó al letrero en el piso.

Todas miraron las recientemente marcadas letras. ESTA BANCA ES DEDICADA A TABITHA CLARK, ANTIGUA PACIENTE DE LA RESERVA EN ADDISON-STEVEN. DESCANSE EN PAZ. Sus años de nacimiento y muerte estaban inscritos bajo el mensaje. Eran los mismos de la Verdadera Ali.

“Oh mi dios,” Spencer susurró. Aria puso su mano sobre su boca. Hanna tomó un gran paso atrás.

“¿Tabitha estuvo aquí?” Spencer dijo.

“¿Por qué esto nunca salió en los artículos noticiales?” Aria negó con la cabeza.

Emily miró a las otras, haciendo una escalofriante conexión. “¿Creen que ella conocía a…Ali?”

Todas intercambiaron miradas horrorificadas. El viento soplaba, llevando una pizca de hojas secas por encima del nombre de Tabitha. Luego el celular de Aria hizo beep. Segundos después, el teléfono de Spencer, guardado al fondo de su cartera, sonó. El celular de Hanna hizo un sonido de chillido de serpiente, y el teléfono de Emily vibró en su bolsillo, haciéndola saltar.

Emily sabía de quien era el mensaje sin tener que mirar. Miró a sus amigas, confundida. “Chicas, Kelsey no puede hacer llamadas desde el interior de La Reserva. No tiene celular.”

“Entonces…” Hanna miró el teléfono. “¿Quién escribió este?”

Con las manos temblando, Emily presionó LEER. Y luego cerró sus ojos, dándose cuenta de que no se había acabado. Para nada.

Busquen todo lo que quieran, perras. Pero NUNCA me encontrarán. —A

sábado, 26 de enero de 2013

Ruthless - Capítulo 37: Cara a cara con el enemigo




Temor llenaba a Hanna mientras entraba al liso vestíbulo de La Reserva en Addison-Stevens, Facilidad de Salud Mental y Rehabilitación el Lunes después de clases. Todo de una vez, estaba reviviendo los eventos del año pasado: Cómo su papá la empujo por las puertas giratorias, seguro de que ella necesitaba ayuda por sus ataques de pánico. Cómo Mike camino con ella por el vestíbulo, diciendo, “Bien, esto no se ve tan mal” Si, el vestíbulo no era feo para nada. Era el resto del lugar el que era una pesadilla.

Junto a ella, Aria miraba un alto cactus en un macetero en el rincón. Alguien le había puesto dos ojos, una nariz, y una boca en su largo cuerpo verde. “¿Dónde he visto esto antes?”

Spencer también lo miraba y negó con la cabeza. Hanna se encogió de hombros. También lo hizo Emily, quien se había vestido para la ocasión con una falda gris arrugada y un sweater blanco un poquito-muy chico. Se dio vuelta y miró nerviosamente a una pareja que se veía preocupada, con un delgado, ojeroso chico levantando apoyaba sus codos en el mesón de recepción. “Es tan extraño pensar que Ali estuvo aquí,” susurró.

“En serio,” Hanna dijo. La familia de Ali la dejó aquí por años, también, apenas viniendo a verla. Ellos habían asumido que ella era la gemela loca, ignorando sus súplicas de que ella en realidad era la Verdadera Ali. Eso fue probablemente demasiado para hacer que cualquiera se vuelva loco.

Spencer se acercó al mesón de recepción y le dijo a una empleada que estaban allí para visitar a Kelsey Pierce. “Derecho por aquí,” la empleada dijo animosamente, dándoles a las chicas una mirada cautelosa. “¿Por qué las conozco?”

Todas se intercambiaron miradas. Porque una paciente de aquí trató de matarnos, Hanna quería decir. En realidad era una maravilla que La Reserva no hubiera sido cerrada por la mesa de revisión médica—ellos habían dejado salir a la Verdadera Ali, pensando que estaba bien, y ella se fue a asesinar a un puñado de gente inocente.

Ellas entraron a una habitación aireada con mesas redondas. Había un dispensador de agua en el rincón, una maquina cafetera en la repisa. Habían frases optimistas, afirmando el autoestima escritas en cartulinas amarillas en las paredes: ¡ERES ÚNICA! ¡ALNCANZA LAS ESTRELLAS!

Hanna reconoció la foto en blanco y negro de la escalera en espiral; aparentemente algún alumno de La Reserva la había tomado una vez que se había recuperado. La habitación tenía vista al pasillo de la facilidad, y no pudo evitar mirar a algunos de los pacientes caminando, medio esperando reconocer a algunos de ellos. Como Alexis, quien nunca comió nada. O Tara, quien tenía esos pechos enormes. O Iris, quien Hanna primero pensó que era A—y quien también compartía la habitación con la Verdadera Ali. Pero incluso las enfermeras no se le hacían familiares. Betsy la enfermera que administraba los medicamentos, se había ido. Y no había señales de la Dra. Felicia, quien guiaba las tortuosas sesiones de terapia grupal.

Luego de un momento, la puerta del pasillo se abrió, y una robusta enfermera con un lunar peludo en su mejilla guió a una chica de apariencia frágil en pijama rosado de hospital al interior de la habitación. La chica tenía brillante cabello rojo y pequeñas y parejas facciones, pero aun le tomó a Hanna un segundo para darse cuenta de que esta era la misma persona a quien ella había conocido brevemente en la fiesta de Noel el año pasado… o el loco sujeto que ella había visto en el barranco dos noches atrás. Habían círculos bajo los ojos de Kelsey Su cabello estaba sin brillo. Sus hombros estaban caídos, y sus brazos colgaban pesadamente.

Todas se pusieron tensas cuando Kelsey tomó una silla y se sentó tranquilamente. Ella las miró vacíamente, su cara no revelaba nada. “Que extraño encontrarlas a ustedes aquí.”

“Hola,” Spencer respondió. Le hizo un gesto a Hanna y las otras. “¿Recuerdas a todas cierto?” Ella es Hanna y Aria…y ya conoces a Emily.”

“Ajá,” Kelsey dijo malhumoradamente.

Hubo un largo e incomodo silencio. Hanna miraba sus manos en su regazo, de repente desesperada por mantenerlas ocupadas con una lima de uñas o un cigarrillo. Ella y sus amigas no habían discutido exactamente qué iban a decirle a Kelsey una vez que estuvieran aquí. Ellas nunca habían estado en esta situación antes: cara-a-cara con A, pudiendo preguntarle por qué las torturaba.

Finalmente, Kelsey suspiró. “Mi terapista dice que se supone que me disculpe.”

Hanna miró a Aria. ¿Disculparse?

“No debí haberte llevado a esa cantera.” Kelsey miró a Emily. “Mi terapista dice que te puse en peligro.”

La garganta de Emily se ahogaba mientras tragaba saliva. ¿No era ese el punto? Hanna quería decir.

“Y debería agradecerles, también.” Kelsey miró a sus uñas, sonando triste. “Por salvar mi vida el Sábado. Así que…Thank you,”

Emily parpadeaba. “Uh, Disculpada?”

Kelsey puso una carta en la palma de Emily. “Esto es para ti. Lo escribí esta mañana, y lo explica…todo. No tenemos acceso a teléfonos o computadores aquí, así que nuestros psiquiatras nos insisten en usar cartas para dejar salir nuestros sentimientos.” Giró los ojos.

“Gracias,” Emily dijo, mirando al papel doblado.

Kelsey se encogió de hombros. “Agradezco que me hayan tirado de vuelta del barranco, pero no debieron haber llamado a la ambulancia.”

Emily quedó boquiabierta. “¡Estabas convulsionando! ¿Qué se suponía que hiciéramos?”

“Dejarme. Habría salido bien de eso. Ha ocurrido antes.” Kelsey comenzó a hacer pedacitos una servilleta que estaba en la mesa. Su cuello se puso rojo. “Los policías tuvieron tolerancia cero por mis antecedentes. Este fue el strike tres así que estoy automáticamente de vuelta en rehabilitación. Y luego de la rehabilitación, más centro de detención juvenil.”

Emily negó con la cabeza débilmente. “No tenía idea.”

“Ninguna de nosotras,” Spencer añadió.

Kelsey no dijo nada, pero parecía como que no les creía.

Todas se pusieron incomodas. Luego, Spencer se inclinó. “Escucha. Lo siento, ya sabes. Por lo… que pasó el verano. Lo que te hice en la estación de policía.”

Kelsey miraba hacia abajo, a la mesa, aun sin decir una palabra.

“Y yo lo siento también,” Hanna añadió. No había modo de que ella pudiera guardarlo por más. “Por poner esas pastillas en tu habitación. Y por llamar a los policías y delatarte.”

Kelsey soltó una agitada risilla. “Yo ya tenía un montón de pastillas en mi habitación, pero fue bastante molesto de tu parte el llamar a los policías. Ni siquiera te conozco.”

Hanna parpadeaba fuertemente. Así que… ¿Kelsey se merecía ir a la cárcel después de todo?

Spencer también parecía pillada por sorpresa. “¿Por qué no me dijiste que tenías patillas esa noche? No habríamos hecho ese loco tráfico de drogas. ¡No nos habríamos metido en problemas!”

Una engañosa sonrisa apareció en los labios de Kelsey. “Esas eran mis provisiones secretas, Spencer. Mi ticket para una Universidad Prestigiosa—No el tuyo. Nunca pensé que tendrías las bolas para ir al norte de Philly y comprarle drogas a alguien. Es decir, mírate.” Le frunció el ceño a la blusa de Elizabeth and James y los leggins de mezclilla de J Brand, los cuales Hanna había visto en un mesón en Otter por casi trescientos dólares.

Aria se inclinó. “¿Por qué nos hiciste eso a nosotras?”

“¿Hacer qué?” Kelsey preguntó tontamente, levantando sus muy cansados hacia el grupo.

¡Torturarnos como A! Hanna quiso gritar.

“Es por Tabitha, ¿Cierto?” Aria presionó.

“¿Quién es Tabitha?” Kelsey sonaba aburrida.

“Tú sabes,” Spencer urgió. “¡Tú lo sabes todo!”

Kelsey las miró por un momento, luego cerró sus ojos. “Mi cabeza realmente me duele. Me tienen con tantos medicamentos aquí.” Se echó hacia atrás en su silla y se levantó. “Francamente, esto es como extraño. Quiero decir, gracias por disculparme y lo que sea. Y…toma.” Buscó en el bolsillo de sus pantalones pijama y sacó un papel doblado. “Te escribí también a ti, Spencer.”

Kelsey puso la carta en las manos de Spencer. “Tengan una buena vida, chicas.” Y luego se fue de la habitación. La parte de debajo de su Pijama arrastrándose en el piso. Una enfermera la detuvo afuera del área de invitados y la guió a una pequeña oficina con ventanas transparentes. Las chicas miraron como ella se desplomó en una silla plástica azul. La enfermera le dijo algo, y Kelsey asintió flojamente su cara sin expresiones.

Hanna se inclinó en la mesa. “¿Qué carajos fue eso?”

“Ella parecía tan…diferente.” Emily miró a Kelsey al otro lado del pasillo. “Tan desesperada.”

Spencer daba vueltas su anillo plateado en su dedo. “¿Por qué dijo que no conocía a Tabitha? Ella tiene que conocerla. Ella tenía esas fotos en su teléfono. ¡Ella me envió ese mensaje!”

“Estaba mintiendo,” Aria dijo de manera obvia. “Tiene que haber mentido.”

Luego Spencer desdobló la carta que Kelsey le había dado y la estiró en la mesa. Todas se acercaron en sus asientos para leerla. Un único párrafo estaba escrito en lápiz negro.

Querida Spencer,

Aparentemente uno de los pasos para mejorarse en rehabilitación es dejar ir la mala sangre entre las personas, así que supongo que comenzaré contigo. Ya no estoy enojada contigo. Digo, estuve enojada contigo por meses luego de que fui al centro de detención juvenil, preguntándome si tú tenías algo que ver con que yo me haya metido en problemas, pero nunca estuve segura hasta que Emily me lo dijo el Viernes. Así que te salvaste; bien por ti. En realidad no te culpo, creo. Cuando te envié el mensaje el Viernes sobre que necesitábamos conversar, pensé que podría haberme mantenido en calma, pero cuando te vi me enojé tanto. Luego, tú estabas enojada también. Pero incluso te perdono por herirme. No sé cuál es tu problema, pero en serio, necesitas ayuda.

Buena suerte con todo. Piensa en mí cuando entres a Princeton—sí, claro.

Kelsey.

“Wow,” Hanna dijo cuando terminó.

“No entiendo.” Spencer miró a Emily. “¿Ella no sabía l que hice hasta que tu le dijiste? Si ella es A, ¿Cómo es eso posible?”

“Ella si parecía sorprendida cuando se lo dije en la fiesta del elenco,” Emily murmuró. “Pero luego, en la cantera, supe que estaba mintiendo—que siempre lo supo.”

Hanna apuntó a la carta de Emily. “¿Qué dice la tuya?”

Emily miró nerviosamente a cada una de ellas, casi como si ella preferiría leerla en privado, pero luego se encogió de hombros y la desdobló.

Querida Emily,

Supongo que te debo una explicación. La embarré completamente, y te arrastré a eso, y lo siento tanto Per estoy enojada contigo. Guardaste un gran secreto de mí.

Cuando te conocí, yo estaba limpia y sobria. Feliz. Emocionada por hacer una nueva amiga. Pero luego hice la conexión de quién eras y a quién conocías. Eso me hizo pensar en Spencer, y todos los malos recuerdos vinieron de vuelta. Así que comencé a tomar las pastillas otra vez. Las use antes de juntarnos en el Bowling y antes de que fuimos a caminar en el sendero. Las use en la obra. Tú me preguntaste qué ocurría, pero yo no te dije. Yo sabía qué harías todo lo posible para detenerme, y yo no quería detenerme.

Tan pronto como me dijiste lo que Spencer dijo, ahogué mis penas, tomando más pastillas de las que podía manejar. Estaba fuera de mi cuando estábamos en la cantera, y lo siento si te puse en peligro. No puedo agradecerte lo suficiente por alejarme de la orilla y a pesar de que estoy enojada por estar en rehabilitación, mi terapista dice que si le doy tiempo, quizás de verdad mejore. Nunca se sabe.

La cosa es que, yo soy una mentirosa también. He hecho cosas de las que no estoy orgullosa, cosas que nadie pondría en su lista de cosas que hacer de chica mala. Hice trampa en mi SAT. Soborné a un profesor de segundo año para que me ponga una A besándome con él en el closet de suministros. Y cuando estuve en Jamaica en el receso de primavera, conocí a un chico la primera tarde y lo dejé horas después de haber llegado allí, yéndome al otro lado de la isla y dejando a mis amigos sin auto ni dinero.

Así que mira, no estás sola en lo de ser una persona de mierda. Te perdono, y espero que puedas perdonarme también. Quizás algún día podamos ser amigas otra vez.

O quizás la vida apesta, y luego mueres.

Kelsey.

Cuando todos terminaron de leer, Emily dobló la carta, con lágrimas en sus ojos. “Pobre Kelsey.”

“¿Pobre Kelsey?” Spencer explotó. “¡Pobre !”

“Y, chicas, Jamaica.” Aria apuntó al final de la hoja. “Esa parte donde dice que se fue con un chico el primer día ahí. ¿Podría ser verdad eso?”

Hanna miró al pasillo otra vez. Kelsey aun estaba sentada en la oficina de la enfermera, jugando con el tirante de su pantalón de pijama. “Si lo es, no nos habría visto interactuando con Tabitha. Ciertamente no habría visto…lo que ocurrió.”

“Quizás estaba diciendo la verdad cuando dijo que no sabía quién era Tabitha,” Emily susurró.

Spencer negó con la cabeza, sus aros colgantes se balanceaban. “No es posible. ¿Qué hay sobre la foto que me envió de Tabitha en la playa…muerta?”

Una luz se prendió en la mente de Hanna. “Déjame ver tu teléfono.”

Spencer la miró extrañamente, pero luego se lo pasó. Hanna abrió los mensajes de texto guardados de Spencer y bajó por el historial. El mensaje de A aun estaba allí: Tú nos heriste a las dos. Ahora yo voy a herirte. Pero Spencer también tenía al menos veinte mensajes sin leer del Viernes luego de la obra. Muchos de ellos eran de su familia o amigos o del chico que actuaba de Macbeth, pero uno era de un número desconocido con un código de área 484.

Hanna lo abrió. Emily me dijo lo que hiciste, perra, decía. Necesitamos conversar. Kelsey.

“Jesús,” Hanna susurró, mostrándoselo a Spencer. “¿Y si este era el mensaje del que hablaba en la carta? ¿Del que hablaba el Viernes en la noche?”

La sangre se drenó de la cara de Spencer. “P-pero yo no lo vi el Viernes. Todo lo que vi fue ese de A, y entonces Kelsey apareció, y yo uní las piezas y…”

Dejó caer el teléfono a la mesa. Su mirada buscaba por la habitación, aparentemente tratando de afirmarse en algo estable y solido. “Kelsey debe haber enviado ambos mensajes.”

“¿Y si no?” Hanna susurró. “¿Y si es este segundo era de alguien más?”

Todas se miraban las unas a las otras, con los ojos bien abiertos. Luego Hanna se dio vuelta y miró la oficina de la enfermera al otro lado del hall. Necesitaban resolver esto. Necesitaban preguntarle a Kelsey que rayos estaba ocurriendo.

Pero la oficina estaba vacía. La enfermera se había ido…y Kelsey también.


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